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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Solo hacia Jerusalén

Martes 3 de octubre de 2017

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 40, viernes 6 de octubre de 2017

 

«Pedir a Jesús la gracia de seguirlo de cerca», para no dejarlo solo, superando así las tentaciones de mirarnos a nosotros mismos para “dividirse el pastel” de los intereses personales»: es el consejo espiritual sugerido por Francisco en la misa celebrada el martes, 3 de octubre en Santa Marta.

«Este pasaje del Evangelio —señaló el Pontífice refiriéndose al pasaje litúrgico de Lucas (9, 51-56)— nos cuenta el momento en el que se acerca la pasión del Señor: “Como se iban cumpliendo los días de su asunción”». Y así, explicó, «Jesús va adelante, se acerca el momento de la cruz, el momento de la pasión y frente a esto, Jesús hace dos cosas».

En primer lugar, el Señor «tomó la firme decisión de ponerse en marcha —“acepto la voluntad del Padre”— y va adelante». Después, «anuncia esto a sus discípulos: Jesús ha decidido hacer la voluntad del Padre hasta el final». Y se lo dice claramente al Padre: «Es tu voluntad, yo estoy aquí para obedecer; tú no quieres sacrificios, sino que quieres obediencia y yo obedezco y voy adelante».

Por lo demás, afirmó el Papa, Jesús «solo una vez se permitió pedir al Padre alejar un poco esta cruz»: cuando en el monte de los olivos pregunta al Padre: «Si es posible, aleja de mí este cáliz, pero que no se haga la mía, sino tu voluntad». Jesús es «obediente con lo que el Padre quiere: decidido y obediente y nada más y así, hasta el final».

«El Señor entra en paciencia» prosiguió el Pontífice, porque «es un ejemplo de camino no solo morir sufriendo en la cruz, sino caminar con paciencia». Así Jesús, «frente a esta decisión firme que Él tomó, comunica a sus discípulos que se acerca el tiempo». Por su parte, «los discípulos —muchos pasajes del Evangelio cuentan su actitud frente a este camino hacia Jerusalén— algunas veces no entienden qué quiere decir o no quieren entender, porque tenían miedo, estaban asustados». Tanto que, expresó el Papa, «cuando Jesús les dijo de ir a casa de Marta y María, porque Lázaro había muerto, ellos intentan convencerlo de no ir allí, a Judea porque era peligroso para su vida: tenían miedo, estaban asustados».

Por esta razón, pues, los discípulos «no preguntaban, no entendían», tal vez diciéndose entre ellos que era «mejor no preguntar sobre esto: dejemos que el tiempo vaya adelante, tal vez cambia y no, sobre este tema no se habla”». En resumen, es la actitud de «esconder la verdad bajo la mesa, allí, que no se vea». Es más: «otros, en otros momentos hablaban de sus cosas, cosas totalmente separadas de lo que Jesús decía».

De hecho, cuando el Señor exhortaba: «vayamos a Jerusalén, el hijo del hombre será crucificado», ellos no entendía de qué hablaba. Y «se avergonzaban porque habían hablado de quien, entre ellos, sería el más grande: “No, a ti te toca esto cuando viene el reino; a mi a la derecha, tú a la izquierda”. Y se dividían el pastel, un trozo para cada uno». Mientras Jesús se quedaba «solo, solo». En cambio, «otras veces, como en este caso, buscaban hacer algo: “Señor, hay uno que da caza a los demonios, pero no es de los nuestros, ¿qué hacemos?». O hacían «como los dos hijos de Zebedeo que querían estar a la izquierda y a la derecha de Jesús en el momento de la venida del reino». Lucas, en su evangelio, cuenta que los samaritanos no quisieron recibir a Jesús en un pueblo. Y la reacción de Santiago y Juan es fuerte: «¿Hacemos que descienda del cielo fuego y les consuma?». En conclusión, explicó el Papa, «intentan hacer cosas alienantes», pero, prosigue el evangelista, «Jesús se giró y les reprobó».

En sustancia, afirmó el Pontífice, los discípulos «buscaban una coartada para no pensar en lo que se esperaba». Y en cambio «Jesús» estaba «solo, no estaba acompañado en esta decisión, porque ninguno entendía el misterio de Jesús, la soledad de Jesús en el camino hacia Jerusalén: ¡solo!». Todo «esto hasta el final»: basta pensar, reafirmó el Papa, «en el abandono de los discípulos, en la traición de Pedro». Jesús, por lo tanto, está «solo: el Evangelio nos dice que solo le aparece un ángel del cielo para confortarlo en el monte de los olivos. Solo esa compañía, ¡solo!»

«Pero Él, solo, tomó la decisión de ir adelante y hacer la voluntad del Padre» observó Francisco. Y los discípulos «no entendían: hacían otras cosas, luchaban entre ellos o buscaban alternativas para no pensarlo». Esta «soledad de Jesús a veces se manifiesta: recordemos aquella vez que se da cuenta de que no había sido entendido: “oh, generación incrédula y perversa, ¿hasta cuando debería estar entre vosotros y soportaros?». El señor, por tanto, «sentía esta soledad».

Precisamente en esta perspectiva, el Papa sugirió «que hoy todos nosotros tomemos un poco de tiempo para pensar: Jesús nos ha amado tanto y no fue entendido por los suyos». Incluso «los parientes, dice el Evangelio, cuando fueron a encontrarlo decía: “ha perdido la cabeza, ha perdido la cabeza”. No era entendido». Y así, insistió Francisco, es importante «pensar en Jesús solo, hacia la cruz, decidido, en medio de la incomprensión de los suyos: pensar esto y ver a Jesús caminar decididamente hacia la cruz y darle las gracias». Decir, en conclusión: «Gracias Señor, porque has sido obediente, has sido valiente; has querido tanto, me has querido tanto».

De este modo, se puede «hacer hoy un coloquio con él: ¿cuántas veces intento hacer tantas cosas y no te miro a ti que hiciste esto por mí? Tú que fuiste paciente —el hombre paciente, Dios paciente— y que con tanta paciencia toleraste mis pecados, mis fallos». Y entonces, dijo aún Francisco, se puede «hablar con Jesús así —él siempre está decidido a andar adelante, a poner la cara— y darle las gracias».

Por lo tanto, concluyó el Pontífice, «tomemos un poco de tiempo, pocos minutos —cinco, diez, quince— frente al crucifijo, tal vez, o veamos con la imaginación a Jesús caminar decididamente hacia Jerusalén y pedir la gracia de tener el valor de seguirlo de cerca».

 



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