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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS JÓVENES BRASILEÑOS
REUNIDOS EN EL SANTUARIO DE APARECIDA

[29-30 de julio de 2017]

 

Queridos jóvenes:

Os saludo afectuosamente, jóvenes de Brasil, reunidos en Aparecida con ocasión de la clausura del proyecto «Rota 300», en este Año Mariano en el cual se conmemoran los 300 años del descubrimiento de la imagen de Nuestra Señora en las aguas del Río Paraíbaba do Sul.

Para tal ocasión querría subrayar un aspecto del Mensaje que os he escrito este año, durante la XXXII Jornada Mundial de la Juventud: la Virgen María es un ejemplo precioso para la juventud y una ayuda en el camino a lo largo de la senda de la vida. Para que vosotros podáis percibir esta verdad, no son necesarias grandes reflexiones; basta contemplar la imagen de la Madre de Aparecida durante la peregrinación que haréis a su Santuario Nacional. Yo mismo hice esta experiencia, cuando fui en 2007, con ocasión de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano y, sucesivamente en 2013, durante la JMJ de Río de Janeiro.

Pude descubrir allí, en la mirada tierna y materna de la Virgen Morena y en los ojos de la gente simple que la contemplaba, el secreto de la esperanza que mueve al pueblo brasileño para afrontar con fe y valor los desafíos de cada día. Pude contemplar también la fuerza revolucionaria de una Madre afectuosa que mueve el corazón de los propios hijos para salir de sí mismos con gran ímpetu misionero, como habéis hecho vosotros también durante la semana misionera apenas concluida en el Valle di Paraíba. ¡Felicidades por este testimonio!

Queridos amigos, entre las incertidumbres y las inseguridades de cada día, en la precariedad que las situaciones de injusticia crean en vuestro entorno, tened una certeza: María es un signo de esperanza que os dará valor con un gran impulso misionero. Ella conoce los desafíos entre los que vivís. Con su atención y su acompañamiento materno, os hará percibir que no estáis solos. En este sentido vale la pena recordar la historia de aquellos pobres pescadores los cuales, después de una pesca sin resultados, en el río Paraíba do Sul, lanzaron una vez más sus redes y fueron sorprendidos por la imagen partida, recubierta de barro, de Nuestra Señora. Primero encontraron el cuerpo, luego la cabeza. Como comenté a los obispos brasileños en 2013, el hecho encierra un simbolismo muy significativo: lo que estaba dividido, vuelve a la unidad, como el corazón de esos pescadores, como el mismo Brasil colonial, dividido por la esclavitud, que encuentra su unidad en la fe inspirada por aquella imagen negra de Nuestra Señora (cf. Discurso a los obispos de Brasil, 27 de julio de 2013). Por esto, os invito también a vosotros a dejar que vuestros corazones sean transformados por el encuentro con Nuestra Madre Aparecida. Que Ella pueda transformar vuestras «redes» de la vida —redes de amistad, redes sociales, redes materiales y virtuales— , realidad que muchas veces están divididas, en algo más significativo: ¡que puedan convertirse en una comunidad! ¡Comunidades misioneras «en salida»! Comunidades que sean luz y levadura de una sociedad más justa y fraternal.

Así integrados en vuestras comunidades, ¡no tengáis miedo de arriesgar y de comprometeros en la construcción de una nueva sociedad, permeando con la fuerza del Evangelio los ambientes sociales, políticos, económicos y universitarios! ¡No tengáis miedo de luchar contra la corrupción y no os dejéis seducir por ella! Confiando en el Señor, cuya presencia es fuente de vida en abundancia, y bajo el manto de María, vosotros podéis redescubrir una creatividad y una fuerza para ser protagonistas de una cultura de alianza y generar así nuevos paradigmas que puedan guiar la vida de Brasil (cf. Mensaje a la Asamblea del CELAM, 8 de mayo de 2017).

Pueda el Señor, por intercesión de la Virgen de Aparecida, renovar en cada uno de vosotros la esperanza y el espíritu misionero. Vosotros sois la esperanza de Brasil y del mundo. Y la novedad, de la cual sois portadores, comienza a construirse ya hoy. ¡Que Nuestra Señora, que en su juventud supo abrazar con valor la llamada de Dios en su vida e ir al encuentro de los más necesitados, pueda estar delante de vosotros, guiándoos en todos vuestros caminos! Y por esto, invito a cada uno de vosotros, y extiendo a vuestros familiares y amigos, una Bendición Apostólica, pidiéndoos, por favor, que recéis también por mí.

Vaticano, 3 julio 2017

Francisco

 



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