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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA XXV ASAMBLEA GENERAL DE CONFER
(CONFERENCIA ESPAÑOLA DE RELIGIOSOS)
[Madrid, 13-15 de noviembre de 2018]

 

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra saludaros con ocasión de vuestra Asamblea general, en la que celebráis precisamente los XXV años de la unión de las CONFER masculina y femenina. Estos años de estrecha colaboración entre religiosos y religiosas han sido, sin duda, fecundos. Se han creado lazos de fraternidad, de reciprocidad y comunión, tanto en las tareas propias de la CONFER como a través de la solidaridad y ayuda entre consagrados y consagradas en muchos momentos y circunstancias.

Os invito a mirar con confianza el futuro de la vida consagrada en España, de acuerdo con el lema elegido para esta Asamblea: «Os daré un futuro lleno de esperanza» (Jr 29,11).

El Señor nos da esperanza con sus constantes mensajes de amor y con sus sorpresas, que a veces nos pueden dejar desorientados, pero nos ayudan a salir de nuestras clausuras mentales y espirituales. Su presencia es de ternura, nos acompaña y nos compromete. Por eso dice: «Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón. Me dejaré encontrar, y cambiaré vuestra suerte» (Jr 29,11-14). El camino realizado como CONFER tiene una historia fecunda, cargada de ejemplos de dedicación y de santidad oculta y silenciosa. No se deben escatimar esfuerzos para servir y animar la vida consagrada española, para que no le falte la memoria agradecida ni la mirada hacia el futuro, pues no cabe duda de que el estado de la vida religiosa, sin ocultar incertidumbres y preocupaciones, está lleno de oportunidades y también de entusiasmo, pasión y conciencia de que la vida consagrada hoy tiene sentido.

La Iglesia nos necesita profetas, es decir, hombres y mujeres de esperanza. Justamente, uno de los objetivos del año de la vida consagrada animaba a “abrazar el futuro con esperanza”. Conocemos las dificultades que vive hoy la vida religiosa, como la disminución de vocaciones y el envejecimiento de sus miembros, problemas económicos y el reto de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social…; pero en estas circunstancias se eleva nuestra esperanza en el Señor, el único que nos puede socorrer y salvar (cf. Carta ap. A todos los consagrados con ocasión del año de la vida consagrada, 21 noviembre 2014, 3). Esta esperanza nos lleva a pedir al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies (cf. Mt 9,38), y a trabajar en la evangelización de los jóvenes para que se abran a la llamada del Señor. Es este un gran desafío: estar al lado de los jóvenes para contagiarlos con la alegría del Evangelio y la pertenencia a Cristo. Se necesitan religiosos audaces, que abran nuevos caminos y un planteamiento de la cuestión vocacional como opción fundamental cristiana. Cada tramo de la historia es tiempo de Dios, también el nuestro, pues su Espíritu sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere (cf.  Jn 3,8). Cualquier momento y circunstancia puede transformarse en un “kairós”; solamente hay que estar atentos para reconocerlo y vivirlo como tal.

María, nuestra Madre, que «guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19), nos ayudará a contemplar y a guardar todo lo que no comprendemos del momento actual, acogiéndolo, a la espera de un futuro que, aunque diferente, seguirá siendo fecundo para la vida consagrada.

La vida consagrada camina en santidad. Como religiosos debemos obsesionarnos, desgastarnos y cansarnos viviendo las obras de misericordia, que son el programa de nuestra vida (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 107). No se trata de ser héroes ni de presentarnos a los demás como modelos, sino de estar con los que sufren, acompañar, buscar con otros caminos alternativos, conscientes de nuestra pobreza, pero también con la confianza puesta en el Señor y en su amor sin límites. De ahí la necesidad de volver a escuchar la llamada a vivir con la Iglesia y en la Iglesia, saliendo de nuestros esquemas y comodidades, para estar cerca de situaciones humanas de sufrimiento y desesperanza que esperan la luz del Evangelio. Los retos que se presentan a la vida religiosa hoy en día son muchos. La realidad que nos toca vivir requiere respuestas y decisiones audaces ante estos desafíos. Los tiempos han cambiado y nuestras respuestas han de ser distintas. Os animo a dar respuesta, tanto a situaciones estructurales que requieren nuevas formas de organización, como a la necesidad de salir y buscar nuevas presencias para ser fieles al Evangelio y cauces del amor de Dios. La vida de oración, el encuentro personal con Jesucristo, el discernimiento comunitario, el diálogo con el obispo han de ser prioritarios a la hora de tomar decisiones. Tenemos que vivir con humilde audacia mirando al futuro y en actitud de escucha del Espíritu, con él podemos ser profetas de esperanza.

Que el Señor os bendiga y la Virgen Santa os acompañe y os ayude a descubrir el camino a seguir. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

Vaticano, 5 de noviembre de 2018

Francisco



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