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VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA EL LANZAMIENTO DE LA MISIÓN 4.7 Y EL PACTO EDUCATIVO

La educación es un acto de esperanza

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Señoras y señores:

La educación es siempre un acto de esperanza que, desde el presente, mira al futuro. No existe la educación estática. La reunión de hoy en la Casina Pío IV es un acto de esperanza y solidaridad generacional, de esperanza y solidaridad intergeneracional. Los jóvenes líderes y los educadores globales se están reuniendo desde todas partes del mundo para promover un nuevo tipo de educación, que permita superar la actual globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Dos grandes males de nuestra cultura, la indiferencia y el descarte.

Este ha sido un año extraordinario de sufrimiento por la pandemia de Covid-19; un año de aislamiento obligado y exclusión, de angustia y crisis espirituales y de no pocas muertes, y de una crisis educativa sin precedentes. Más de mil millones de niños han enfrentado interrupciones en su educación. Cientos de millones de niños se han quedado atrás en las oportunidades de desarrollo social y cognitivo. Y en muchos lugares, las crisis biológica, psíquica y económica han empeorado mucho por las crisis políticas y sociales aparejadas.

Ustedes se han reunido hoy en un acto de esperanza; un acto de esperanza para que los impulsos de odio, divisiones e ignorancia puedan y sean superados a través de una nueva buena onda, digamos así, una nueva buena onda de oportunidades educativas basadas en la justicia social y en el amor mutuo, un nuevo pacto global para la educación lanzado ya en octubre con alguno de los presentes. Ante todo, les agradezco por reunirse hoy para hacer crecer nuestras esperanzas y planes compartidos en una nueva educación que fomente la trascendencia de la persona humana, el desarrollo humano integral y sostenible, el dialogo intercultural y religioso, la salvaguardia del planeta, los encuentros por la paz y la apertura a Dios.

Las Naciones Unidas ofrecen una oportunidad única para que los gobiernos y la sociedad civil del mundo se unan tanto en la esperanza como en la acción por una nueva educación. Cito con gusto el mensaje de reconocimiento de san Pablo VI a las Naciones Unidas, dice así: «Vosotros habéis cumplido, señores, y estáis cumpliendo una gran obra: Enseñar a los hombres la paz. Las Naciones Unidas son la gran escuela donde se recibe esta educación». La Constitución de la UNESCO, adoptada en 1945 al final de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, reconoció que «puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz». Hace setenta y cinco años que los fundadores de la UNESCO pidieron «asegurar a todos el pleno e igual acceso a la educación, la posibilidad de investigar libremente la verdad objetiva y el libre intercambio de ideas y conocimientos... a fin de que los pueblos se comprendan mejor entre sí y adquieran un conocimiento más preciso y verdadero de sus respectivas vidas» (Preámbulo).

En nuestro tiempo, en el que el pacto educativo mundial se ha quebrado, veo con satisfacción que los gobiernos se han comprometido nuevamente a poner en práctica estas ideas mediante la adopción de la Agenda 2030 y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, en sinergia con el pacto global sobre la educación.

En el corazón de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está el reconocimiento de que la educación de calidad para todos es una base necesaria para proteger nuestro hogar común y fomentar la fraternidad humana. Tal como el pacto global para la educación, así también fundamentalmente, el ODS 4 compromete a todos los gobiernos a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, como asimismo promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida, y esto para todos”.

El pacto global para la educación y la misión 4.7 trabajarán juntos por la civilización del amor, la belleza y la unidad. Permítanme decirles que espero que ustedes sean los poetas de una nueva belleza humana, una nueva belleza fraterna y amigable, como de la salvaguardia de la tierra que pisamos. No se olviden de los ancianos y de los abuelos portadores de los valores humanos más decisivos. Gracias por lo que hacen y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.



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