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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD "SÍGUEME"

Sala Clementina
Sábado 14 de marzo de 2015

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Queridos hermanos y hermanas:

Os acojo con ocasión del 50º aniversario de la fundación de vuestra comunidad, la asociación laical Sígueme. Os saludo con afecto y agradezco al cardenal Vallini, quien se hizo intérprete de vuestros sentimientos.

Como ya se recordaba, esta asociación nació durante el Concilio Vaticano II, y del magisterio conciliar tomó la inspiración de vivir «el Evangelio sin descuentos», como reza el título de una publicación vuestra. El gesto de los primeros miembros, simbólico e intensamente espiritual, de partir de las catacumbas de San Calixto testimonia vuestra voluntad, que habéis expresado en la fórmula de vuestro programa de vida estipulada en los estatutos: «Jesucristo vivo está al centro de Sígueme». Esto es muy bonito. Os animo a vivir cada día con compromiso dicho programa, es decir, a ser personas descentradas de sí mismas y a poner vuestro centro vital en la Persona viva de Jesús. Muchas veces, también en la Iglesia, creemos ser buenos cristianos porque hacemos obras sociales y de caridad bien organizadas. Está bien, son cosas buenas. Pero no debemos olvidar que la savia que lleva la vida y transforma los corazones es el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo. Dejad que Él, el Señor, ocupe el centro de vuestro corazón y de vuestro obrar. Y precisamente permaneciendo sólidamente unidos a Él, como sarmientos a la vid (cf. Jn 15, 1-9), podéis ir hacia las periferias del mundo.

Vuestros fundadores trazaron a las primeras compañeras las líneas fundacionales de Sígueme, recorriendo una senda nueva configurada más allá de las formas clásicas de vida consagrada y a la que el Consejo pontificio para los laicos concedió la aprobación pontificia. El compromiso de los consejos evangélicos en un contexto general de laicidad y absorbido en la única obligación fundamental de la fidelidad al amor del Padre, a Cristo y a su Evangelio, fidelidad a la acción del Espíritu Santo que es amor y libertad, fidelidad al pacto vocacional entre los miembros del Grupo, al cual os comprometéis a no fallar. La fidelidad en Sígueme se vive como máximo valor moral natural, al cual os unís con conciencia para responder a la llamada de Dios, sin otros vínculos jurídicos de origen positivo, convencidos de que si la fidelidad se vive verdaderamente, otros vínculos no son necesarios. Por lo tanto, la vuestra es una forma de vida evangélica que se practica en un contexto de laicidad y de libertad. Un programa de vida cristiana para laicos, con objetivos claros y comprometedores, un modo original de encarnar el Evangelio, una vía eficaz para caminar en el mundo. Las diversas formas de pertenencia representan otras tantas modalidades de compromiso y de participación en los ideales de la única comunidad. Célibes y esposos, cada uno en el propio estado de vida, se encuentran y comparten una experiencia enriquecedora de complementariedad.

Conservad y desarrollad esta comunión fraterna y el intercambio de dones, orientados al crecimiento humano y cristiano de todos, junto a la creatividad, al optimismo, a la alegría y al valor de ir —cuando corresponde— a contracorriente. Vigilad vuestro camino espiritual y ayudaos a practicar siempre la recíproca caridad, que quiere decir defenderse del egoísmo individualista para ser auténticos testigos del Evangelio.

Como laicos, sois personas inmersas en el mundo y os comprometéis dentro de las realidades terrenas para servir al bien del hombre. Estáis llamados a permear de valores cristianos los ambientes donde actuáis con el testimonio y la palabra, encontrando a las personas en sus situaciones concretas, para que tengan plena dignidad y llegue a ellas la salvación en Cristo. Él es la plenitud para cada existencia humana: en efecto, revelando el misterio del Padre y de su amor, revela además plenamente el hombre al hombre y le hace notar su altísima vocación (cf. Conc. Ecum. Vat. II, const. past. Gaudium et spes, 22).

Os animo a ser laicos en primera línea, a sentiros parte activa en la misión de la Iglesia, a vivir vuestra secularidad dedicándoos a las realidades propias de la ciudad terrena: la familia, las profesiones, la vida social en las diversas expresiones. Así podéis contribuir, como fermento, a introducir el espíritu del Evangelio en los pliegues de la historia con el testimonio de la fe, la esperanza y la caridad.

Queridos amigos, que Sígueme sea cada vez más una forma de vida cristiana y de compromiso apostólico que promueve y eleva a sus miembros haciéndoles protagonistas junto a los demás de un mundo mejor.

Os bendigo de corazón y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

 



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