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VISITA PASTORAL DEL PAPA FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DE NOMADELFIA, FUNDADA POR EL PADRE ZENO SALTINI
Y A LA CIUDADELA INTERNACIONAL DEL MOVIMIENTO DE LOS FOCOLARES DE LOPPIANO

ENCUENTRO CON LOS MIEMBROS DE LA COMUNIDAD

DISCURSO DEL SANTO PADRE

Nomadelfia, Grosseto
Jueves, 10 de mayo de 2018

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¡Queridos hermanos y hermanas de Nomadelfia!

He venido aquí, en medio de vosotros, en el recuerdo de don Zeno Saltini y para expresar mi apoyo a vuestra comunidad fundada por él. Os saludo a todos con afecto: a vuestro presidente Francesco Matterazzo, al párroco, el padre Ferdinando Neri, a los numerosos amigos y al obispo de Grosseto, en cuya diócesis estáis insertados y que sigue con atención el camino de la obra de don Zeno. Nomadelfia es una realidad profética que tiene como objetivo crear una nueva civilización, poniendo en práctica el Evangelio como una forma de vida buena y bella.

Vuestro fundador se dedicó con ardor apostólico a preparar el terreno para las semillas del Evangelio, para que diera frutos de vida nueva. Crecido en medio de los campos de las fértiles llanuras de Emilia, sabía que, cuando llega la estación apropiada, es el momento de tomar el arado y preparar el terreno para la siembra. Se le había quedado imprimida la frase de Jesús: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios" (Lc 9,62). La repetía a menudo, quizás previendo las dificultades que habría encontrado para encarnar, en la realidad de la vida cotidiana, la fuerza renovadora del Evangelio.

La ley de la fraternidad que caracteriza vuestra vida, fue el sueño y la meta de toda la existencia de don Zeno, que quería una comunidad de vida inspirada en el modelo descrito en los Hechos de los Apóstoles: "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Hch 4,32). Os exhorto a continuar con este estilo de vida, confiando en la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo, mediante vuestro límpido testimonio cristiano.

Frente a los sufrimientos de los niños huérfanos o marcados por la dificultad, Don Zeno comprendió que el único lenguaje que entendían era el del amor. Por lo tanto, supo identificar una forma particular de sociedad en la que no hay lugar para el aislamiento o la soledad, sino que se rige por el principio de colaboración entre las diferentes familias, donde los miembros se reconocen como hermanos en la fe. Así en Nomadelfia, en respuesta a una vocación especial del Señor, se establecen lazos mucho más sólidos que los del parentesco. Se actúa una consanguinidad con Jesús, propia de quien ha renacido del agua y del Espíritu Santo y según las palabras del divino Maestro: "Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,35). Este vínculo especial de consanguinidad y de familiaridad, también se manifiesta en las relaciones mutuas entre las personas: todos se llaman por nombre, nunca por apellido, y en las relaciones diarios se usa el familiar "tú".

También quiero resaltar otro signo profético y de gran humanidad de Nomadelfia: se trata de la atención amorosa a los ancianos que, incluso cuando no gozan de buena salud, se quedan con la familia y están ayudados por los hermanos y hermanas de toda la comunidad. Continuad por este camino, encarnando el modelo del amor fraternal, también a través de obras y signos visibles, en los múltiples contextos donde la caridad evangélica os llama, pero siempre conservando el espíritu de Don Zeno, que quería un Nomadelfia "ligera” y esencial en sus estructuras. Frente a un mundo a veces hostil a los ideales predicados por Cristo, no dudéis en responder con el testimonio alegre y sereno de vuestra vida, inspirada en el Evangelio.

Muchas gracias por la calidez y el ambiente familiar con el que me habéis recibido. Ha sido un encuentro breve pero lleno de significado y emoción. Lo llevaré conmigo, especialmente en la oración. Llevaré vuestras caras: las caras de una gran familia con el sabor puro del Evangelio.

Y ahora, disfrutando de la alegría de ser todos hermanos porque somos hijos del Padre Celestial, recemos juntos el Padrenuestro.

(Padrenuestro)

Y ahora os imparto a todos vosotros, a vuestras familias, a vuestros seres queridos la bendición apostólica, invocando sobre cada uno la luz y la fuerza del Espíritu Santo.

Bendición

Y rezad por mí, ¡no os olvidéis!

* * *

Palabras finales

Muchas gracias por la acogida. Y por los regalos que son “regalos de familia”, esto es muy importante: son regalos que vienen del corazón, de la familia, de aquí; sencillos pero ricos de significado.

Gracias, muchas gracias, por vuestra acogida, por vuestra alegría.

¡Y seguid adelante!

Gracias


Boletín diario de la Oficina de Prensa de la Santa Sede,  10 de mayo de 2018.

 



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