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BENEDICTO XVI

ÁNGELUS

Palacio pontificio de Castelgandolfo
Domingo 27 de agosto de 2006

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Hoy, 27 de agosto, recordamos a santa Mónica y mañana recordaremos a su hijo, san Agustín:  sus testimonios pueden ser de gran consuelo y ayuda también para muchas familias de nuestro tiempo.

Mónica, nacida en Tagaste, actual Souk-Aharás, Argelia, en una familia cristiana, vivió de manera ejemplar su misión de esposa y madre, ayudando a su marido Patricio a descubrir la belleza de la fe en Cristo y la fuerza del amor evangélico, capaz de vencer el mal con el bien. Tras la muerte de él, ocurrida precozmente, Mónica se dedicó con valentía al cuidado de sus tres hijos, entre ellos san Agustín, el cual al principio la hizo sufrir con su temperamento más bien rebelde. Como dirá después san Agustín, su madre lo engendró dos veces; la segunda requirió largos dolores espirituales, con oraciones y lágrimas, pero que al final culminaron con la alegría no sólo de verle abrazar la fe y recibir el bautismo, sino también de dedicarse enteramente al servicio de Cristo.

¡Cuántas dificultades existen también hoy en las relaciones familiares y cuántas madres están angustiadas porque sus hijos se encaminan por senderos equivocados! Mónica, mujer sabia y firme en la fe, las invita a no desalentarse, sino a perseverar en la misión de esposas y madres, manteniendo firme la confianza en Dios y aferrándose con perseverancia a la oración.

En cuanto a Agustín, toda su existencia fue una búsqueda apasionada de la verdad. Al final, no sin un largo tormento interior, descubrió en Cristo el sentido último y pleno de su vida y de toda la historia humana. En la adolescencia, atraído por la belleza terrena, "se lanzó" a ella —como dice él mismo (cf. Confesiones X, 27-38)— de manera egoísta y posesiva con comportamientos que produjeron no poco dolor a su piadosa madre. Pero a través de un fatigoso itinerario, también gracias a las oraciones de ella, Agustín se abrió cada vez más a la plenitud de la verdad y del amor, hasta la conversión, ocurrida en Milán, bajo la guía del obispo san Ambrosio.

Así permanecerá como modelo del camino hacia Dios, suprema Verdad y sumo Bien. "Tarde te amé —escribe en su célebre libro de las Confesiones—, hermosura tan antigua y siempre nueva, tarde te amé. He aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba... Estabas conmigo y yo no estaba contigo... Me llamabas, me gritabas, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera" (ib.).

Que san Agustín obtenga también el don de un sincero y profundo encuentro con Cristo para todos los jóvenes que, sedientos de felicidad, la buscan recorriendo caminos equivocados y se pierden en callejones sin salida.

Santa Mónica y san Agustín nos invitan a dirigirnos con confianza a María, trono de la Sabiduría. A ella encomendamos a los padres cristianos, para que, como Mónica, acompañen con el ejemplo y la oración el camino de sus hijos. A la Virgen Madre de Dios encomendamos a la juventud a fin de que, como Agustín, tienda siempre hacia la plenitud de la Verdad y del Amor, que es Cristo:  sólo él puede saciar los deseos profundos del corazón humano.

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Después del Ángelus

El día 1 de septiembre la Iglesia en Italia celebrará la primera Jornada para la salvaguardia de la creación, gran don de Dios que corre grave peligro a causa de opciones y estilos de vida que pueden deteriorarlo. El deterioro ambiental hace insostenible especialmente la existencia de los pobres de la tierra. En diálogo con los cristianos de las diversas confesiones, es preciso esforzarse por cuidar la creación, sin dilapidar sus recursos y compartiéndolos de manera solidaria.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española y de modo especial al obispo y al grupo de seminaristas de Vic y Tortosa. Recordamos hoy la figura de santa Mónica, madre de san Agustín, cuya fiesta celebraremos mañana. Que la intercesión de estos dos insignes santos nos guíe en la búsqueda de la verdad, que es Cristo; así como, siguiendo el ejemplo de santa Mónica, aliente y ayude a los padres de familia en su noble misión de educar cristianamente a sus hijos. ¡Feliz Día del Señor!  



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