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CARTA DEL PAPA BENEDICTO XVI
A SU SANTIDAD BARTOLOMÉ I,
PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA

 

Su Santidad y querido hermano en Cristo: 

Dado que no puedo estar presente personalmente en la nueva e importante iniciativa para la salvaguardia de la creación que usted ha promovido con el VI simposio sobre "Religión, ciencia y ambiente", dedicado al río Amazonas, encomiendo al señor cardenal Roger Etchegaray el encargo de transmitirle mi saludo cordial.

Expreso a Su Santidad mi agradecimiento por haber dispuesto que la preparación del simposio se realizara en estrecha colaboración con la Conferencia episcopal católica de Brasil. En efecto, participará en el simposio el arzobispo de San Salvador de Bahía, señor cardenal Geraldo Majella Agnelo, que le manifestará su gratitud por el apoyo que usted ofrece al compromiso del Episcopado brasileño en la región del Amazonas y a su acción en favor del ambiente, cuyo deterioro tiene profundas y graves repercusiones en las poblaciones.

En realidad, es muy importante la obra conjunta de sensibilización por parte de los cristianos de las diversas confesiones para mostrar "el vínculo intrínseco entre el desarrollo, las necesidades humanas y la salvaguardia de la creación" (Directorio para la aplicación de los principios y las normas sobre el ecumenismo, 1994, n. 215). Recuerdo, en este contexto, el apoyo que el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, dio al IV simposio, dedicado al mar Adriático, y recuerdo también la Declaración común que firmó juntamente con usted, venerado hermano. La tarea de destacar una oportuna catequesis con respecto a la creación, para recordar el sentido y el significado religioso de su salvaguardia, está íntimamente relacionada con nuestro deber de pastores y puede ejercer un fuerte influjo en la percepción del valor mismo de la vida y en la adecuada solución de los consiguientes e ineludibles problemas sociales.

Deseo vivamente, Santidad, que el VI simposio, dedicado al río Amazonas, atraiga una vez más la atención de los pueblos y de los gobiernos hacia los problemas, las necesidades y las urgencias de una región tan probada y tan amenazada en su equilibrio ecológico:  sus ríos y sus bosques, con su belleza y su grandeza, nos hablan de Dios y de su grandiosa obra en favor del hombre. Esa inmensa región, donde las aguas constituyen una fuente incomparable de armonía y de riqueza, se presenta como un libro abierto en cuyas páginas se revela el misterio de la vida. No podemos por menos de sentirnos impulsados, tanto individual como colectivamente, a una toma de conciencia responsable que se traduzca en decisiones coherentes para la protección de un ambiente ecológico tan rico.

Con este simposio Su Santidad ha querido expresar —más allá de cualquier otra consideración, y habría muchas— el apoyo cristiano a las poblaciones de la zona amazónica, un apoyo que brota, en definitiva, de la contemplación del Verbo eterno de Dios, artífice, modelo y fin de todas las cosas.

Al expresarle, Santidad, mi vivo aprecio por los propósitos que lo inspiran, deseo asegurarle mi adhesión a los valores que el simposio promueve. Veo en nuestro compromiso común un ejemplo de la colaboración que ortodoxos y católicos deben buscar con constancia para responder al llamamiento a un testimonio común. Esto supone que todos los cristianos cultiven en lo más íntimo de sí la apertura de espíritu que exige la caridad y que tiene su raíz en la fe. De este modo, podrán dar juntos al mundo un testimonio creíble de su sentido de responsabilidad para la protección de la creación.

En el VI simposio, dedicado al río Amazonas, participan personalidades y expertos pertenecientes a las grandes religiones monoteístas. Su presencia es importante. Hay objetivos prácticos y de supervivencia del hombre, en los que pueden y deben coincidir todas las personas de buena voluntad. El respeto recíproco pasa también a través de iniciativas como esta, puesto que los temas que se afrontarán interesan a todos. Es preciso encontrar puntos comunes en los que converja el compromiso de cada uno para la protección del hábitat que el Creador ha predispuesto para el ser humano, en el que está grabada su imagen.

Le ruego, Santidad, que transmita mis mejores deseos a todos los participantes en el simposio, asegurándoles mi oración para que constituya un significativo paso adelante en el compromiso, compartido por tantas personas, para la salvaguardia del mundo que Dios ha creado con sabiduría y amor (cf. Sal 104).

Con usted, Santidad, intercambio un abrazo fraterno en el nombre de nuestro único Señor.

Vaticano, 6 de julio de 2006

BENEDICTO XVI



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