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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA PLENARIA DE LA PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA

 

Al venerado hermano Señor cardenal William Levada
Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica

Me es grato enviarle a usted, al secretario y a todos los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica mi cordial saludo con ocasión de la asamblea plenaria anual. Esa Comisión se ha reunido por tercera vez, ocupándose del tema que se le ha encomendado: «Inspiración y verdad en la Biblia».

Este tema constituye uno de los puntos principales de mi exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, que lo trata en su parte inicial (cf. n. 19). «Un concepto clave —escribí en ese Documento— para comprender el texto sagrado como Palabra de Dios en palabras humanas es ciertamente el de la inspiración» (ib.). Precisamente la inspiración, como actividad de Dios, hace que en las palabras humanas se exprese la Palabra de Dios. En consecuencia, el tema de la inspiración es «decisivo para una adecuada aproximación a las Escrituras y para su correcta hermenéutica» (ib.). De hecho, una interpretación de la Sagrada Escritura que descuide u olvide su inspiración no tiene en cuenta su característica más importante y valiosa, la de su procedencia de Dios.

Una interpretación semejante no accede y no deja acceder a la Palabra de Dios en las palabras humanas y, por tanto, pierde el inestimable tesoro que la Sagrada Escritura contiene para nosotros. Este tipo de enfoque se ocupa de palabras meramente humanas, aunque puedan ser, de modo diverso según los diferentes escritos, palabras de extraordinaria profundidad y belleza. En el debate sobre la inspiración se trata de la naturaleza íntima y del decisivo y distintivo significado de las Sagradas Escrituras, es decir, de su calidad de Palabra de Dios.

En la misma exhortación apostólica, recordé además que «los padres sinodales han destacado la conexión entre el tema de la inspiración y el de la verdad de las Escrituras. Por eso, la profundización en el proceso de la inspiración llevará también sin duda a una mayor comprensión de la verdad contenida en los libros sagrados» (ib.). Según la constitución conciliar Dei Verbum, Dios nos dirige su Palabra para «revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9)» (n. 2). Mediante su Palabra Dios nos quiere comunicar toda la verdad sobre sí mismo y sobre su proyecto de salvación para la humanidad. El esfuerzo por descubrir cada vez más la verdad de los Libros Sagrados equivale, por tanto, a intentar conocer cada vez mejor a Dios y el misterio de su voluntad salvífica.

«Ciertamente, la reflexión teológica ha considerado siempre la inspiración y la verdad como dos conceptos clave para una hermenéutica eclesial de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, hay que reconocer la necesidad actual de profundizar adecuadamente en esta realidad, para responder mejor a lo que exige la interpretación de los textos sagrados según su naturaleza» (Verbum Domini, 19). Al afrontar el tema «Inspiración y verdad de la Biblia», la Pontificia Comisión Bíblica está llamada a dar su contribución específica y cualificada a esta profundización necesaria. De hecho, es esencial y fundamental para la vida y la misión de la Iglesia que los textos sagrados sean interpretados según su naturaleza: la inspiración y la verdad son características constitutivas de esta naturaleza. Por eso vuestro empeño tendrá gran utilidad para la vida y misión de la Iglesia.

Por último, quiero sólo mencionar el hecho de que en una buena hermenéutica no es posible aplicar de modo mecánico el criterio de la inspiración, así como el de la verdad absoluta, extrapolando una frase o expresión. El contexto en el que es posible percibir la Sagrada Escritura como Palabra de Dios es el de la unidad de la historia de Dios, en una totalidad en la que los distintos elementos se iluminan recíprocamente y se abren a la comprensión.

A la vez que deseo a cada uno una fructuosa prosecución de los trabajos, por último quiero manifestar mi gran aprecio por la actividad desarrollada por la Comisión Bíblica para promover el conocimiento, el estudio y la acogida de la Palabra de Dios en el mundo. Con estos sentimientos os encomiendo a cada uno a la protección materna de la Virgen María, a la que con toda la Iglesia invocamos como Sedes Sapientiae, y de corazón le imparto a usted, venerado hermano, y a todos los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 2 de mayo de 2011

BENEDICTO PP XVI

 



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