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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL PERSONAL QUE TRABAJA EN LAS OFICINAS DEL VICARIATO DE ROMA

Viernes 13 de mayo de 2005

 

Queridos sacerdotes y diáconos;
queridos religiosos y religiosas;
queridos laicos que trabajáis en el Vicariato:
 

He venido a visitaros, y os saludo cordialmente a todos. Saludo en particular al cardenal vicario, agradeciéndole las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Es hermoso poder encontrarme con vosotros en el edificio donde prestáis diariamente vuestro servicio a la Iglesia, trabajando en estrecha colaboración con los obispos del consejo episcopal. Las tareas que se os han confiado, en las numerosas oficinas y en los tres tribunales en los que se articula el Vicariato de Roma, son varias y diferenciadas, pero están unidas por la participación en la misma misión de la Iglesia. Precisamente esta misión única llama a cada uno a una profunda comunión, que tiene su centro en Jesucristo, y exige de parte de todos una disponibilidad diaria a la colaboración. De este modo, cada uno cumple con alegría la tarea que se le ha encomendado para el bien de toda la comunidad diocesana.

Queridos amigos, el ministerio de Obispo de Roma me une a vosotros con una relación especial, y por eso cuento con vuestra cercanía espiritual y con vuestro apoyo concreto y generoso. Por mi parte, os aseguro un constante recuerdo en la oración por vosotros, por vuestras familias y por todos vuestros seres queridos. Que el Señor os acompañe siempre. La Virgen María, a quien hoy veneramos con el título de Nuestra Señora de Fátima, os asista y proteja.

Os bendigo a todos y a cada uno.

 



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