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SALUDO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A LOS EX GUARDIAS SUIZOS PARTICIPANTES
EN UNA "MARCHA"
CONMEMORATIVA

Plaza de San Pedro
Jueves 4 de mayo de 2006

 

Me alegra dirigiros mi cordial saludo a todos vosotros, queridos amigos, ex guardias suizos y participantes en la "marcha" especial organizada con ocasión del 500° aniversario de la venida a Roma de los primeros 150 Gwardiknechte. Siguiendo el mismo itinerario realizado hace quinientos años, pasando por Milán, Fidenza, Lucca, Siena y Acquapendente, habéis llegado a Roma y ahora estáis aquí, en esta plaza de San Pedro, que conocéis muy bien. Os acoge y os saluda el Sucesor del Papa Julio II, cuyo nombre está inseparablemente unido al benemérito cuerpo de la Guardia Suiza pontificia.

Queridos ex guardias suizos, con esta significativa iniciativa, que comenzó el 7 de abril en Bellinzona y termina hoy aquí, en Roma, habéis querido rendir homenaje a vuestros predecesores; al mismo tiempo, deseabais dar gracias al Señor por vuestra pertenencia personal al cuerpo de la Guardia Suiza, renovando así una vez más vuestra adhesión a esta "familia" también después de finalizar vuestro servicio. Habéis emprendido esta larga marcha, por decirlo así, como una "peregrinación", siguiendo la famosa "Vía Francígena", el camino que recorrían en el Medioevo los peregrinos que desde Francia se dirigían a Roma. Durante los días de vuestra marcha, en la que habéis recorrido a pie cerca de 720 km, habéis atravesado numerosas aldeas y ciudades, informando a sus habitantes sobre vuestra historia y dándoles a conocer el espíritu que anima al cuerpo de la Guardia Suiza.

En cierto modo, habéis podido compartir los sentimientos de los primeros 150 guardias suizos, que el 21 de enero de 1506 llegaron a la ciudad eterna, vistieron inmediatamente el uniforme rojo y amarillo, los colores de la familia Della Rovere, y al día siguiente, desde la Puerta del Popolo, pasando por Campo de' Fiori, llegaron a la colina Vaticana. Era el 22 de enero de 1506, el día de fundación de la Guardia Suiza pontificia.

Queridos amigos, me congratulo con vosotros por esta hermosa iniciativa que recuerda el valor de esos 150 ciudadanos suizos que, con audacia y generosidad, defendieron hasta la muerte a la persona del Sumo Pontífice, escribiendo con su sacrificio una página importante de la historia de la Iglesia.

Repasando estos cinco siglos, damos gracias a Dios por el bien realizado por vuestros predecesores y por la valiosa colaboración que la Guardia Suiza pontificia sigue dando a la Santa Sede también hoy. A la vez que encomendamos a la misericordia divina a los que han muerto, invocamos sobre quienes componen vuestra grande y meritoria Asociación de ex guardias suizos la constante protección del Señor. Que él siga guiando vuestros pasos y sosteniendo con su gracia todas vuestras acciones, y anime con su Espíritu las numerosas iniciativas que habéis emprendido para perpetuar y hacer fecunda la experiencia particular que habéis vivido en la ciudad eterna al servicio de la Sede apostólica.

Con estos sentimientos, os imparto a todos vosotros, aquí reunidos, y a vuestros seres queridos, una especial bendición apostólica.



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