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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LA DELEGACIÓN ENVIADA POR EL PATRIARCA ECUMÉNICO
DE CONSTANTINOPLA BARTOLOMÉ I


Viernes 29 de junio de 2007

 

Queridos hermanos en Cristo: 

Con gran alegría y sincera estima os acojo y os saludo con las palabras que san Pablo dirige a los cristianos de Éfeso:  "Paz a los hermanos, y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo" (Ef 6, 23). Es un saludo de paz, de caridad y de fe. Bienvenidos entre nosotros, queridos hermanos, para la fiesta de los patronos de nuestra ciudad, san Pedro y san Pablo. Con su martirio, testimoniaron su fe en Cristo Salvador y su amor a Dios Padre. Con vuestra apreciada presencia y por el significado que reviste, nuestra fiesta es más gozosa, porque es hermoso glorificar juntos a Dios, que nos colma con su gracia.

Sigue profundamente grabado en mi mente y en mi corazón el recuerdo de la cordial acogida que me dispensaron en El Fanar para la fiesta de San Andrés, durante mi visita apostólica a Turquía, en noviembre del año pasado, y aún más el del inolvidable encuentro con Su Santidad el Patriarca Bartolomé I, con el Santo Sínodo y con los fieles. Por todo estoy aún profundamente conmovido y agradecido. El abrazo de paz que nos dimos durante la divina liturgia es un sello y un compromiso para nuestra vida de pastores en la Iglesia, ya que todos estamos persuadidos de que el amor recíproco es condición previa para llegar a la unidad plena en la fe y en la vida eclesial, a la que nos encaminamos con confianza.

En verdad, nuestras iniciativas comunes tienden a intensificar los sentimientos y las relaciones de caridad entre nuestras Iglesias y entre los fieles, a fin de superar los prejuicios y las incomprensiones que derivan de siglos de separación, para afrontar, en la verdad pero con espíritu fraterno, las dificultades que aún nos impiden acercarnos a la misma mesa eucarística.

A este propósito, la oración desempeña un papel indispensable, porque sólo el Señor puede orientar y guiar nuestros pasos, al ser la unidad ante todo don de Dios que se debe pedir con una invocación coral y acoger con humilde docilidad, conscientes de los sacrificios que implica el camino de acercamiento a la unidad.

La imposibilidad actual de poder concelebrar la única Eucaristía del Señor es un signo de que aún no existe una comunión plena: es una situación que, con decisión y lealtad, queremos superar. Por eso, nos alegra que el diálogo teológico se haya reanudado con espíritu y vigor renovados. En el próximo otoño la Comisión mixta internacional competente se reunirá para continuar el estudio sobre una cuestión central y determinante:  las consecuencias eclesiológicas y canónicas de la estructura sacramental de la Iglesia, en particular la colegialidad y la autoridad en la Iglesia. Todos queremos acompañar los trabajos con una oración perseverante. Que el Señor ilumine a los miembros católicos y ortodoxos para que, sobre la base de la sagrada Escritura y de la tradición de la Iglesia, encuentren propuestas de solución que permitan dar pasos significativos hacia la comunión plena. Me alegra saber que el Patriarcado ecuménico y el mismo Patriarca Bartolomé I siguen con análogos sentimientos la actividad de esta Comisión.

La búsqueda de la unidad plena no puede limitarse a las relaciones fraternas entre los pastores y al trabajo, ciertamente arduo, de la Comisión mixta para el diálogo teológico; la experiencia de la historia y la situación actual nos enseñan que es necesaria la implicación, bajo diferentes formas, de todo el cuerpo de nuestras Iglesias. En este itinerario espiritual desempeñan un papel privilegiado las Facultades teológicas y los Institutos de investigación y de enseñanza.

El decreto del concilio Vaticano II sobre el ecumenismo ya lo había indicado cuando, con claridad, subrayó que "es necesario que se enseñen también bajo un punto de vista ecuménico las materias de la sagrada teología y de las demás asignaturas, especialmente las históricas, para que respondan con mayor exactitud a la realidad". Y ese documento conciliar sacaba esta conclusión:  "Es de gran importancia, pues, que los futuros sacerdotes y pastores dominen la teología elaborada según este criterio con exactitud" (Unitatis redintegratio, 10).

Desde esta perspectiva, ¡cuán importantes son los contactos personales y culturales entre los jóvenes estudiantes! Su intercambio a nivel de especialización post-universitaria constituye un campo fecundo, como lo demuestran las experiencias realizadas por el Comité católico de colaboración cultural. Además, se debe favorecer la formación catequística de las nuevas generaciones, para que tengan plena conciencia de su identidad eclesial y de los vínculos de comunión existentes con los demás hermanos en Cristo, sin olvidar los problemas y los obstáculos que todavía impiden la comunión plena entre nosotros.

Queridos hermanos en Cristo, vuestra presencia entre nosotros para la fiesta de san Pedro y san Pablo testimonia el deseo de esta búsqueda común, un deseo que también han puesto de relieve otros encuentros y manifestaciones promovidos por católicos y ortodoxos a nivel local. Además, vuestra visita coincide este año con el anuncio que acabo de hacer de una significativa iniciativa de la Iglesia católica, el Año paulino, es decir, un año jubilar dedicado al recuerdo de san Pablo en el bimilenario de su nacimiento.

Estoy seguro de que también esta iniciativa constituirá una ocasión muy oportuna para promover momentos de oración, encuentros de estudio y gestos de fraternidad entre católicos y ortodoxos. Que san Pablo, gran evangelizador e incansable constructor de unidad, nos ayude a ser dóciles a la voz del Espíritu y nos obtenga el celo misionero que inflamó toda su existencia.

Con estos sentimientos, os agradezco una vez más a cada uno vuestra visita y, renovando la expresión de mi afecto y mi estima a Su Santidad Bartolomé I, deseo que juntos intensifiquemos todos nuestros esfuerzos en el camino hacia la comunión plena. Con este fin invoco sobre nuestras Iglesias la abundancia de las bendiciones de nuestro Señor Jesucristo.



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