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DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A UNA DELEGACIÓN ECUMÉNICA DE FINLANDIA


Viernes 18 de enero de 2008

 

Distinguidos amigos de Finlandia:

Me complace saludar a vuestra delegación ecuménica que realiza la tradicional visita anual a Roma, con ocasión de la fiesta de san Enrique, patrono de Finlandia. Doy una afectuosa bienvenida al obispo Mäkinen, al obispo Wróbel y a todos los miembros de vuestro grupo.

Vuestra visita coincide con el inicio de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. De hecho, este año se celebra el centenario de su inauguración, por obra del padre Paul Wattson, como "Octavario por la unidad de la Iglesia".

En cierto sentido, la Semana de oración se remonta hasta la víspera de la pasión y muerte de Jesús, cuando oró por sus discípulos: "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21). La unidad de los cristianos es un don de lo alto, que nace de la comunión amorosa con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y tiende a ella.

La oración común de los luteranos y los católicos de Finlandia es una participación humilde pero fiel en la oración de Jesús, que prometió que toda plegaria elevada al Padre en su nombre sería escuchada (cf. Jn 15, 7). En efecto, esta es la puerta real del ecumenismo. Esa oración nos lleva a considerar el reino de Dios y la unidad de la Iglesia de un modo nuevo, refuerza nuestros vínculos de comunión y nos permite afrontar con valentía los recuerdos dolorosos, las dificultades sociales y las debilidades humanas, que forman parte de nuestras divisiones.

La exhortación de san Pablo a "orar sin cesar" (1 Ts 5, 17), que está en el centro de las lecturas de la Semana de oración por la unidad de los cristianos de este año, también nos recuerda que la auténtica vida en comunión sólo es posible cuando los acuerdos doctrinales y las declaraciones formales están guiados constantemente por la luz del Espíritu Santo. Debemos estar agradecidos por los frutos del diálogo teológico entre católicos y luteranos nórdicos en Finlandia y Suecia, centrado en temas fundamentales de la fe cristiana, incluida la cuestión de la justificación en la vida de la Iglesia. Ojalá que el diálogo continuo lleve a resultados prácticos, con actividades que expresen y construyan nuestra unidad en Cristo y, por tanto, fortalezcan las relaciones entre los cristianos.

El año pasado, Finlandia conmemoró el 450° aniversario de la muerte del teólogo Miguel Agrícola, cuya traducción de la Biblia tuvo enorme influjo en la lengua y en la literatura finlandesas. Esta ocasión pone nuevamente de relieve la importancia de la sagrada Escritura en la Iglesia, tanto para los cristianos como para toda la sociedad. En verdad, la palabra de Dios es el fundamento de nuestra vida. Como dijo san Jerónimo: "La ignorancia de la Escritura es ignorancia de Jesucristo" (Comm. in Isaia, Prol.). Encontrarnos con la palabra de Dios, especialmente cuando resuena en la Iglesia y en su liturgia, también es importante para nuestro camino ecuménico.

Como declaró el concilio Vaticano II, "la sagrada teología se apoya, como en cimiento perdurable, en la sagrada Escritura (...); así se mantiene firme y recobra su juventud, penetrando a la luz de la fe la verdad escondida en el misterio de Cristo" (Dei Verbum, 24).

Queridos amigos, espero vivamente que vuestra visita a Roma os aumente vuestro gozo al recordar el testimonio de los primeros cristianos y, en particular, el martirio de san Pedro y san Pablo, los apóstoles que fundaron la Iglesia de Roma. San Enrique siguió sus pasos, llevando el mensaje del Evangelio y su fuerza salvífica a la vida de los pueblos nórdicos. En las nuevas y difíciles circunstancias de la Europa actual, y en vuestro propio país, los luteranos y los católicos juntos pueden contribuir en gran medida al servicio del Evangelio y a la extensión del reino de Dios.

Con estos sentimientos y con afecto en el Señor, invoco sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos las bendiciones divinas de alegría y paz.



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