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VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A SYDNEY (AUSTRALIA) CON OCASIÓN DE LA
XXIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
(13 - 21 DE JULIO DE 2008)

ENTREVISTA CONCEDIDA POR EL SANTO PADRE
A LOS PERIODISTAS DURANTE EL VUELO HACIA AUSTRALIA

Sábado 12 de julio de 2008

 

Pregunta: Santidad, esta es su segunda Jornada mundial de la juventud; podríamos decir: la primera totalmente suya. ¿Con cuáles sentimientos se dispone a vivirla y cuál es el mensaje principal que desea transmitir a los jóvenes? Por otra parte, ¿piensa que las Jornadas mundiales de la juventud influyen profundamente en la vida de la Iglesia que las acoge? Y, por último, ¿piensa que la fórmula de estos encuentros juveniles masivos sigue siendo actual?

Respuesta: Voy a Australia con sentimientos de gran alegría. Tengo recuerdos muy bellos de la Jornada mundial de la juventud de Colonia: no fue simplemente un acontecimiento de masas; fue sobre todo una gran fiesta de fe, un encuentro humano de comunión en Cristo. Vimos cómo la fe abre las fronteras y tiene realmente la capacidad de unir las diferentes culturas, y crea alegría. Espero que suceda lo mismo ahora en Australia. Por eso, me alegra ver a muchos jóvenes, y verlos unidos en el deseo de Dios y en el deseo de un mundo realmente humano.

El mensaje esencial lo indican las palabras que constituyen el eslogan de esta Jornada mundial de la juventud: hablamos del Espíritu Santo que nos hace testigos de Cristo. Por tanto, quiero concentrar mi mensaje precisamente en esta realidad del Espíritu Santo, que se presenta en varias dimensiones: es el Espíritu que actúa en la creación. La dimensión de la creación está muy presente, pues el Espíritu es creador. Me parece un tema muy importante en el momento actual. Pero el Espíritu también es inspirador de la Escritura: en nuestro camino, a la luz de la Escritura, podemos caminar juntamente con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Espíritu de Cristo; por tanto, nos guía en comunión con Cristo. Por último, según san Pablo, se muestra en los carismas, es decir, en gran número de dones inesperados, que cambian los diferentes tiempos y que dan nueva fuerza a la Iglesia. Así pues, estas dimensiones nos invitan a ver las huellas del Espíritu y a hacer visible al Espíritu también a los demás.

Una Jornada mundial de la juventud no es simplemente un acontecimiento de este momento: se prepara a lo largo de un largo camino con la cruz y con el icono de la Virgen. Se prepara, asimismo, desde el punto de vista de la organización; y también hay una preparación espiritual. Por tanto, estos días son sólo el momento culminante de un largo camino precedente. Todo es fruto de un camino, de ponernos juntos en camino hacia Cristo. La Jornada mundial de la juventud, además, crea una historia, es decir, se crean amistades, se crean nuevas inspiraciones: así la Jornada mundial de la juventud continúa.

Esto me parece muy importante: no sólo hay que ver estos tres o cuatro días; hay que ver todo el camino que precede y el que sigue. En este sentido, me parece que la Jornada mundial de la juventud, al menos para nuestro futuro próximo, es una fórmula válida que nos ayuda a comprender que desde diferentes puntos de vista y desde diversas partes de la tierra avanzamos hacia Cristo y hacia la comunión. Así aprendemos una nueva forma de caminar juntos. En este sentido, espero que también sea una fórmula para el futuro.

Pregunta: "The Australian Newspaper". Santo Padre, quiero hacer mi pregunta en inglés. Australia es un país muy secularizado, con poca práctica religiosa y mucha indiferencia frente a la religión. Santidad, ¿es usted optimista ante el futuro de la Iglesia en Australia? ¿o está preocupado y teme que la Iglesia en Australia siga la decadencia de la de Europa? ¿Qué mensaje lleva a Australia para ayudarle a superar su indiferencia frente a la religión?

Respuesta: Hablaré lo mejor que pueda en inglés, y pido disculpa por mis deficiencias en esta lengua. Creo que Australia, en su configuración histórica actual, forma parte del "mundo occidental", tanto económica como políticamente; por tanto, es evidente que Australia comparte los éxitos y los problemas del mundo occidental. En los últimos 50 años el mundo occidental ha experimentado grandes éxitos económicos y técnicos; sin embargo, la religión, la fe cristiana, en cierto sentido está en crisis. Es evidente: creemos que no necesitamos de Dios, que podemos hacerlo todo por nosotros mismos, que no necesitamos de Dios para ser felices, que no necesitamos de Dios para crear un mundo mejor, que Dios no es necesario, que podemos hacerlo todo por nosotros mismos.

Por otro lado, vemos que la religión está siempre presente en el mundo y lo estará siempre, porque Dios está presente en el corazón del ser humano y no puede desaparecer nunca. Vemos cómo la religión es realmente una fuerza en este mundo y en los diversos países. Yo no hablaría de una decadencia de la religión en Europa; ciertamente hay una crisis en Europa, no tanto en América, aunque también la haya, y en Australia.

Con todo, la fe siempre está presente con formas nuevas y de nuevas maneras; tal vez, en minoría, pero siempre está presente de forma visible en toda la sociedad. Y ahora, en este momento histórico, comenzamos a comprender que necesitamos de Dios. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos crear nuestro clima. Pensábamos que podíamos hacerlo, pero no podemos. Necesitamos el don de la Tierra, el don del agua; necesitamos al Creador. El Creador se hace presente en su creación. De este modo comprendemos que no podemos ser realmente felices, no podemos promover realmente la justicia en todo el mundo, sin un criterio en nuestras ideas, sin un Dios que sea justo, y nos dé la luz y la vida.

Por tanto, yo creo que, en cierto sentido, en este "mundo occidental" nuestra fe sufrirá una crisis, pero siempre se producirá también un renacimiento de la fe, porque la fe cristiana es simplemente verdadera, y la verdad estará siempre presente en el mundo humano, y Dios siempre será la verdad. En este sentido, en definitiva, soy optimista.

Pregunta: Santo Padre, disculpe, pero no hablo bien italiano. Por tanto, le haré mi pregunta en inglés. Las víctimas de abusos sexuales del clero, en Australia, le han solicitado que durante su visita a Australia afronte la cuestión y les pida perdón. El cardenal Pell ha dicho que sería apropiado que el Papa afronte la cuestión, y usted hizo un gesto semejante en su reciente viaje a Estados Unidos. Santidad, ¿hablará de la cuestión de los abusos sexuales y pedirá perdón?

Respuesta: Sí; el problema es fundamentalmente análogo al de Estados Unidos. Allí sentí el deber de hablar sobre ello, porque para la Iglesia es de importancia fundamental reconciliar, prevenir, ayudar y también reconocer las culpas en estos problemas. Por eso, diré esencialmente lo mismo que afirmé en Estados Unidos. Como dije, debemos aclarar tres aspectos: el primero es nuestra enseñanza moral. Debe quedar claro, y siempre ha sido claro, desde los primeros siglos, que el sacerdocio, ser sacerdote, es incompatible con este comportamiento, porque el sacerdote está al servicio de Nuestro Señor, y nuestro Señor es la santidad en persona, que siempre nos enseña. La Iglesia siempre ha insistido en esto.

Debemos reflexionar para descubrir en qué ha fallado nuestra educación, nuestra enseñanza, durante los últimos decenios: en las décadas de 1950, 1960 y 1970 se afirmaba el proporcionalismo en ética, según el cual no hay nada malo en sí mismo, sino en proporción a otras cosas. Según el proporcionalismo, se pensaba que algunas cosas, incluida la pederastia, podían ser buenas en cierta proporción. Ahora debe quedar claro que esta nunca ha sido la doctrina católica. Hay cosas que siempre son malas, y la pederastia siempre es mala. En nuestra educación, en los seminarios, en la formación permanente de los sacerdotes, debemos ayudarles a estar realmente cerca de Cristo, a aprender de Cristo, para ayudar así a nuestros hermanos los hombres, a los cristianos, y no ser sus enemigos.

Por tanto, haremos todo lo posible para dejar claro cuál es la enseñanza de la Iglesia y para ayudar en la educación, en la preparación de los sacerdotes, en la formación permanente; haremos todo lo posible para curar y reconciliar a las víctimas. Creo que este es el contenido fundamental de la expresión "pedir perdón". Creo que es mejor y más importante dar el contenido de la fórmula y creo que el contenido debe explicar en qué ha fallado nuestro comportamiento, qué debemos hacer en este momento, cómo podemos prevenir y cómo podemos todos sanar y reconciliar.

Pregunta: Uno de los asuntos tratados en la cumbre del G8, celebrada en Japón, fue la lucha contra los cambios climáticos. Australia es un país muy sensible a este tema a causa de la fuerte sequía y las dramáticas catástrofes climáticas en esta región del mundo. ¿Piensa que las decisiones tomadas en este campo responden a los desafíos planteados? ¿Hablará usted de este tema durante el viaje?

Respuesta: Como ya he mencionado en mi primera respuesta, ciertamente este problema estará muy presente en esta Jornada mundial de la juventud, pues hablamos del Espíritu Santo y, por tanto, hablamos de la creación y de nuestras responsabilidades con respecto a la creación. No quiero entrar en las cuestiones técnicas, que corresponde resolver a los políticos y a los especialistas, sino más bien dar impulsos esenciales para ver las responsabilidades, para ser capaces de responder a este gran desafío: redescubrir en la creación el rostro del Creador, redescubrir nuestra responsabilidad ante el Creador por su creación, que nos ha confiado, formar la capacidad ética para un estilo de vida que es preciso asumir si queremos afrontar los problemas de esta situación y si queremos realmente llegar a soluciones positivas. Por tanto, despertar las conciencias y ver el gran contexto de este problema, en el que después se enmarcan las respuestas detalladas que no debemos dar nosotros, sino la política y los especialistas.

Pregunta: Santo Padre, mientras usted está en Australia, los obispos de la Comunión Anglicana, muy difundida en Australia, se encuentran en la Conferencia de Lambeth. Se están estudiando los modos posibles de restablecer la comunión entre las provincias y hallar una manera de asegurar que una o varias provincias no tomen iniciativas que otros ven como contrarias al Evangelio o a la tradición. Hay peligro de fragmentación en la Comunión Anglicana y la posibilidad de que algunos pidan ser acogidos en la Iglesia católica. ¿Cuál es su deseo para la Conferencia de Lambeth y para el arzobispo de Canterbury?

Respuesta: Mi contribución fundamental sólo puede ser la oración; y con mi oración estaré muy cerca de los obispos anglicanos que se reúnen en la Conferencia de Lambeth. Nosotros no podemos ni debemos intervenir directamente en sus debates; respetamos su responsabilidad y deseamos que se eviten cismas y nuevas fracturas, y que se encuentre una solución con responsabilidad ante nuestro tiempo, pero también con fidelidad al Evangelio. Estos dos elementos tienen que ir juntos. El cristianismo siempre es contemporáneo y vive en este mundo, en un tiempo determinado, pero hace presente en este tiempo el mensaje de Jesucristo y, por tanto, sólo da una verdadera contribución para esta época siendo fiel, de modo maduro, de modo creativo pero fiel, al mensaje de Cristo. Esperamos —y yo personalmente rezo por ello— que encuentren juntos el camino del Evangelio en nuestro tiempo. Este es mi deseo para el arzobispo de Canterbury: que la Comunión Anglicana, en la comunión del Evangelio de Cristo y en la palabra del Señor, encuentre las respuestas a los desafíos actuales.



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