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DISCURSO DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS DE ALBANIA EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM
"

Viernes 23 de mayo de 2008

 

Venerados y queridos hermanos:

Con gran alegría os acojo a todos juntos, mientras estáis realizando vuestra peregrinación ad limina Apostolorum. Se trata de una ocasión oportuna para que el Sucesor de Pedro comparta las fatigas apostólicas que afrontáis en la amada tierra de Albania. Os saludo con afecto y os agradezco la espontánea apertura de corazón, con la que habéis dado a conocer al Papa la compleja realidad de la Iglesia en Albania, con sus dificultades y sus esperanzas. En particular, agradezco las palabras con las que, manifestando el pensamiento de todos, el presidente de vuestra Conferencia episcopal me ha expresado vuestros sentimientos. Gracias, queridos hermanos en el episcopado. ¡Y bienvenidos!

De todos es conocida la triste herencia que dejó en Albania un régimen dictatorial pasado, que había proclamado el ateísmo como ideología de Estado. Es evidente que esa orientación antidemocrática de las relaciones entre los ciudadanos ya os ha dejado una tarea difícil en el plano humano: redescubrir una gramática común que pueda sostener nuevamente el edificio social. Pero vosotros, sucesores de los Apóstoles, estáis llamados sobre todo a ser testigos de otra herencia, particularmente benéfica y constructiva: la del mensaje de salvación traído por Cristo al mundo.

En este sentido, después de la noche oscura de la dictadura comunista, incapaz de comprender las tradiciones atávicas del pueblo albanés, la Iglesia ha podido renacer providencialmente, entre otras razones gracias a la fuerza apostólica de mi venerado predecesor, el siervo de Dios Juan Pablo II, que os visitó en 1993, reconstruyendo de modo estable la jerarquía católica para el bien de los creyentes y en beneficio del pueblo albanés.

Uno de los primeros actos del gran Pontífice fue el reconocimiento de los héroes de la fe: recuerdo aquí, en particular, el espléndido testimonio del cardenal Koliqi, corifeo de una inmensa multitud de mártires. La reconstrucción de la jerarquía católica constituyó el debido reconocimiento a la íntima unión entre vuestro pueblo y Cristo, y contribuyó a dar espacio a las fuerzas nuevas del catolicismo en tierra de Albania. Sois custodios de este vínculo, y sobre todo a vosotros corresponde la tarea de promover en vuestros actos y en vuestras iniciativas la unidad que debe manifestar el misterio fundamental y vivificante del único Cuerpo de Cristo, en comunión con el ministerio del Sucesor de Pedro.

Desde esta perspectiva, no se puede por menos de ver cuán esencial es el sentir común y la corresponsabilidad compartida de los obispos, precisamente para afrontar de modo eficaz los problemas y las dificultades de la Iglesia en Albania. ¿Cómo podría imaginarse un itinerario diocesano que no tuviera en cuenta el parecer de los demás obispos, cuyo consenso es necesario para responder de modo adecuado a las expectativas del único pueblo al que se dirige la Iglesia?

El entendimiento cordial y fraterno entre los pastores no puede menos de producir grandes beneficios para el amado pueblo albanés, tanto en el plano social como en el ecuménico e interreligioso. Por tanto, amados hermanos, sed uno en Cristo al anunciar el Evangelio y al celebrar los misterios divinos; manifestad la comunión con la Iglesia universal, en la más amplia y genuina fraternidad episcopal. Sería inconcebible la iniciativa de un pastor que, al afrontar situaciones concretas, no se preocupara por coordinar su compromiso con el de sus hermanos obispos. Existen cuestiones específicas, atribuibles a problemas contingentes, que es necesario resolver con la contribución de todos, en el ámbito de la caridad y de la paciencia pastoral.

Exhorto a todos a la prudencia evangélica, con una actitud de auténtica caridad, recordando que los cánones eclesiales son medios para promover ordenadamente la comunión en Cristo y el bien superior de la única grey del Redentor. Esto concierne también a la actividad evangelizadora y catequística, y se expresa asimismo en el compromiso en el ámbito social. De modo particular, pienso en la sanidad, en la educación, en el esfuerzo de pacificación de los ánimos y en todo lo que favorece la colaboración positiva entre los diversos componentes de la sociedad y las respectivas tradiciones religiosas.

El fenómeno de la emigración, tanto dentro como fuera del país, os plantea graves problemas pastorales, que interpelan vuestro corazón de obispos no sólo por lo que concierne a los fieles que viven en vuestro territorio, sino también a los de la diáspora. Esto compromete vuestra capacidad de dialogar con vuestros hermanos de otros países, para ofrecer una ayuda pastoral necesaria y urgente. Conozco la dificultad de la falta de clero. También conozco la generosidad de muchos de vuestros sacerdotes, que actúan en situaciones precarias, dedicados a prestar el debido servicio sacerdotal a los fieles católicos de origen albanés en tierra extranjera. Esto os honra, queridos hermanos, pues os mostráis solícitos, según el corazón de Cristo, con las condiciones espirituales de vuestra gente también fuera de los confines de vuestra patria. Y esto honra también a los sacerdotes que generosamente comparten vuestras preocupaciones pastorales.

Hay, además, muchos problemas de orden práctico, para los cuales es necesaria también la contribución eficaz de las instituciones civiles, mediante propuestas que no sólo respondan a preocupaciones de orden político, sino que tengan en cuenta también las situaciones sociales concretas. Desde el punto de vista católico, tanto en vuestra patria como en el contexto de la emigración, se debería prestar una atención que, aun preservando la identidad específica de vuestra gente, no descuide su inserción en los contextos sociales de llegada. En esta perspectiva, es necesario cultivar, sobre todo en los sacerdotes destinados al cuidado pastoral de los emigrantes, una viva sensibilidad por la pertenencia de todos al único Cuerpo de Cristo, que es idéntico en todas las partes de la tierra.

Decir esto, venerados hermanos, significa reafirmar la necesidad continua de un cuidado constante en favor de aquellos a quienes el Señor llama a su seguimiento. Por tanto, la promoción de las vocaciones ha de ser siempre una de vuestras preocupaciones principales: de esto depende el futuro de la Iglesia en Albania.

Por último, deseo expresar mi felicitación por los acuerdos firmados recientemente con las autoridades de la República: confío en que dichas disposiciones favorezcan la reconstrucción espiritual del país, dado el papel positivo que la Iglesia desempeña en la sociedad. Por mi parte, os animo a proseguir vuestro ministerio para llevar a cabo los programas que juntos habéis concordado. A la vez que os encomiendo a la intercesión celestial de María, Madre del Buen Consejo, os imparto una especial bendición apostólica a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles encomendados a vuestra solicitud pastoral.



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