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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE BIELORRUSIA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"


Jueves 17 de diciembre de 2009

 

Señor cardenal;
venerados hermanos:

Me alegra daros a cada uno mi cordial bienvenida a la casa del Sucesor de Pedro, a quien Cristo encomendó la tarea de apacentar a sus ovejas (cf. Jn 21, 15-19), confirmar a los hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32), defender y promover la unidad eclesial (cf. Lumen gentium, 22). Agradezco a monseñor Aleksander Kaszkiewicz las palabras con las que ha querido presentar el camino de la Iglesia en Bielorrusia, poniendo de relieve también los desafíos que le esperan.

En los encuentros que he tenido con vosotros, he apreciado el celo pastoral con el que desempeñáis vuestro ministerio, con el deseo y el compromiso de que crezca cada vez más entre vosotros la corresponsabilidad, la comunión y la unidad en las decisiones, a fin de que vuestro servicio sea cada vez más fructífero. De hecho, es especialmente importante anunciar con renovado entusiasmo y fuerza el perenne mensaje del Evangelio a una sociedad que no es inmune a las tentaciones de la secularización, el hedonismo y el relativismo: los problemas de la disminución de los nacimientos, la fragilidad de las familias y la ilusión de hacer fortuna fuera de la propia tierra son un signo de ello. Frente a estos desafíos, la tarea urgente de los Pastores es poner de manifiesto la fuerza de la fe, una fe arraigada en una tradición sólida, para contribuir a preservar la profunda identidad cristiana de la nación, en el diálogo respetuoso con las demás culturas y religiones. Para lograr este objetivo es necesario que, acogiendo la invitación del Salmo: "Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos" (Sal 133, 1), seáis solícitos en la formulación de los programas y la promoción de métodos pastorales cada vez más adecuados, como también en la puesta en práctica de las decisiones de la Conferencia episcopal. Este renovado testimonio de unidad, además de contribuir al anuncio del Evangelio, favorecerá la relación con la autoridad civil y, especialmente, las relaciones ecuménicas.

Otro elemento que deseo subrayar es la especial atención que requiere, en la acción pastoral, la dimensión educativa. Como he afirmado varias veces, hoy vivimos una especie de "emergencia" en este sector delicado y esencial, y es necesario multiplicar los esfuerzos para dar, en primer lugar a las nuevas generaciones, una buena formación. Os aliento, por lo tanto, a proseguir en vuestro empeño, procurando que una catequesis adecuada marque el camino de fe en todas las etapas de la vida, y que haya ocasiones, intra y extra eclesiales, para hacer llegar, bajo vuestra guía, el mensaje de Cristo en cada ámbito del rebaño que os ha sido confiado. Adquiere singular relieve la preocupación por el discernimiento y el acompañamiento de las distintas vocaciones, especialmente las sacerdotales y religiosas, así como el compromiso por promover programas destinados al crecimiento humano y cristiano de la juventud. Al respecto, os invito a vigilar atentamente para que los candidatos al sacerdocio reciban una formación espiritual y teológica sólida y rigurosa, y se les guíe debidamente a llevar a cabo una verificación seria y profunda de la llamada divina. La situación actual de nuestra sociedad requiere un discernimiento especialmente atento. Para el futuro de vuestra Iglesia es importante, por lo tanto, que en Grodno y en Pinsk se siga ofreciendo a los jóvenes seminaristas un itinerario formativo completo y cualificado, y el hecho de que en ambas instituciones los candidatos para el clero diocesano y para el religioso compartan el camino hacia el sacerdocio también es una preciosa oportunidad para promover una acción pastoral unitaria. Esta situación dará frutos cada vez más prometedores si la propuesta educativa sigue siendo el resultado de la intensa colaboración entre el obispo y los respectivos superiores religiosos, y será capaz de dar vida también a iniciativas para la formación permanente.

Estad cerca, cada vez con mayor solicitud, de vuestros sacerdotes, especialmente de los que inician el ministerio pastoral. El ejercicio atento y cordial de la paternidad del obispo constituye un elemento fundamental para el éxito de una vida sacerdotal. Además, es necesario tener siempre presente que el Señor os llama, como Pastores de la Iglesia, a saber discernir todo ministerio destinado a la edificación del cuerpo eclesial, incluso de carácter laical, cultural y civil, para que todos contribuyan a hacer crecer el reino de Dios en Bielorrusia, con el espíritu de una comunión verdadera y real, para recordar los valores cristianos que han contribuido de modo determinante en la construcción de la civilización europea.

Queridos hermanos, sabed valorizar toda buena aportación para anunciar y difundir el reino de Dios, testimoniando con gestos concretos la fraternidad que genera la paz; la mansedumbre que acompaña la justicia; el espíritu de comunión que huye de los personalismos; la caridad que es paciente y benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe, nunca falta al respeto; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad y todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta por amor de Cristo (cf. 1 Co 13, 4-7). En este contexto se sitúa también la colaboración fraterna con la Iglesia ortodoxa de Bielorrusia, cuyos Pastores comparten con vosotros la búsqueda y el compromiso por el bien de los fieles. También las Iglesias ortodoxas, como la Iglesia católica, están reflexionando muy seriamente sobre cómo responder a los desafíos de nuestro tiempo para transmitir con fidelidad el mensaje de Cristo. Aceptando la invitación surgida en el reciente encuentro católico-ortodoxo de Chipre, es preciso intensificar el camino común en esta dirección. La pequeña, pero ferviente, comunidad greco-católica presente en el país podrá dar una aportación significativa. Esa comunidad constituye un testimonio importante para la Iglesia y un don del Señor.

Hace algunos meses recibí al presidente de la República de Bielorrusia. En el encuentro, cordial y respetuoso, se reafirmó la voluntad de las partes de estipular un Acuerdo, que está en curso de elaboración. Además, subrayé la atención especial con la que esta Sede Apostólica, como también la Conferencia episcopal, siguen las vicisitudes del país y el compromiso de colaboración efectiva sobre materias de interés común, con el fin de promover el bien de los ciudadanos, en el respeto de las competencias de cada ámbito. Venerados hermanos, renovando mi gratitud, invoco a la Madre de Dios, tan amada en vuestra tierra, para que os sostenga y os guíe con su protección. Con estos deseos y con especial afecto, os imparto a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles, una bendición apostólica especial, a la vez que aseguro mi recuerdo en la oración por todo el pueblo bielorruso.



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