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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LA GUARDIA ZUIZA CON OCASIÓN DEL JURAMENTO
DE 31 NUEVOS RECLUTAS

Sala Clementina
Viernes 7 de mayo de 2010

 

Querido señor comandante;
reverendo capellán;
queridos guardias; queridos familiares:

Con alegría os doy a todos la bienvenida y saludo en particular a los nuevos reclutas, presentes aquí junto con sus parientes y amigos.

Con razón podéis estar orgullosos de que, gracias al juramento que habéis prestado, habéis entrado a formar parte de un cuerpo de guardia que tiene una larga historia. Acabáis de vestir el famoso uniforme; ante todos aparecéis como guardias suizos; las personas os reconocen y os prestan atención. Desde hoy os beneficiaréis de la competencia secular y de todos los instrumentos a disposición para desempeñar vuestra tarea. Lo que hoy se os transmite os convierte en custodios de una tradición y en portadores de un conocimiento práctico que se os confía a vosotros. Vuestra tarea es proseguirlos y hacerlos valer. Así cumpliréis vuestra responsabilidad y esto os llama a una extraordinaria entrega de vosotros mismos. El Sucesor de Pedro ve en vosotros un verdadero apoyo y se encomienda a vuestra vigilancia. Deseo sinceramente que a través de este servicio de guardia llevéis la herencia recibida de vuestros predecesores y maduréis como hombres y como cristianos.

Entrando en la Guardia Suiza pontificia quedáis asociados, de modo indirecto pero real, al servicio de Pedro en la Iglesia. Os invito a prestar desde hoy gran atención, en vuestra meditación de la Palabra de Dios, al Apóstol Pedro cuando, después de la resurrección de Cristo, se compromete a cumplir la misión que el Señor le había confiado. Estos pasajes de la Escritura iluminarán el sentido de vuestra noble tarea, y esto de un modo especial en los momentos de abatimiento o de cansancio. En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos que Pedro recorría toda la Judea para visitar a los fieles (cf. Hch 9, 32). El primero de los Apóstoles demuestra así concretamente su solicitud por todos. El Papa quiere prestar la misma atención a todas las Iglesias y a cada fiel, como también a todo hombre que espera algo de la Iglesia. Junto al Sucesor de Pedro, la caridad que anima vuestra alma se ve impulsada a ser universal. Las dimensiones de vuestro corazón están llamadas a ensancharse. Vuestro servicio os impulsará a descubrir en el rostro de todo hombre y de toda mujer a un peregrino que, a lo largo del camino, espera encontrar otro rostro a través del cual se le dé un signo vivo del Señor de toda vida y de toda gracia.

Sabemos que todo lo que hacemos por el nombre de Jesús, aunque sea humilde, nos transforma y nos configura un poco más al hombre nuevo regenerado en Cristo. Así vuestro servicio en favor del ministerio petrino os dará un sentido más vivo de la catolicidad y una percepción más profunda de la dignidad del hombre que pasa cerca de vosotros y que en lo más íntimo de sí mismo busca el camino de la vida eterna. Vuestra tarea, vivida con conciencia profesional y con sentido sobrenatural, os preparará también para los compromisos futuros, personales y públicos, que asumiréis cuando dejéis el servicio, y os permitirá cumplirlos como verdaderos discípulos del Señor.

Invocando la intercesión de la Virgen María y de vuestros santos patronos Sebastián, Martín y Nicolás de Flüe, os imparto de corazón una afectuosa bendición apostólica a vosotros, a vuestras familias, a vuestros amigos y a todas las persona que han venido a acompañaros en el momento de vuestro juramento.



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