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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UNA PEREGRINACIÓN DE LA GENTE DEL ESPECTÁCULO ITINERANTE
ORGANIZADA POR EL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES

Aula Pablo VI
Sábado 1 de diciembre de 2012

 

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra recibiros a todos vosotros y os agradezco vuestra bienvenida. Habéis venido aquí en gran número para encontraros con el Sucesor de san Pedro y para manifestar, también en nombre de muchos que trabajan en el espectáculo ambulante, la alegría de ser cristianos y de pertenecer a la Iglesia. Saludo y doy las gracias al cardenal Antonio Maria Vegliò, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes, que, en colaboración con la diócesis de Roma y con la Fundación Migrantes de la Conferencia episcopal italiana, ha organizado este evento. ¡Gracias, Eminencia! Doy las gracias también a vuestros representantes, que nos han brindado su testimonio y un bellísimo y pequeño espectáculo, así como a cuantos han contribuido a preparar esta cita, que se sitúa en el Año de la fe, ocasión importante para profesar abiertamente la fe en el Señor Jesús.

Lo que distingue ante todo a vuestra gran familia es la capacidad de usar el lenguaje particular y específico de vuestro arte. La alegría de los espectáculos, la felicidad recreativa del juego, la gracia de las coreografías, el ritmo de la música constituyen propiamente una vía inmediata de comunicación para ponerse en diálogo con los pequeños y los grandes, suscitando sentimientos de serenidad, de felicidad, de concordia. Con la variedad de vuestras profesiones y la originalidad de vuestras exhibiciones, sabéis asombrar y suscitar maravilla, ofrecer ocasiones de fiesta y de sana diversión.

Queridos amigos, precisamente a partir de estas características y con vuestro estilo, estáis llamados a testimoniar los valores que forman parte de vuestra tradición: el amor por la familia, la solicitud por los pequeños, la atención por los discapacitados, el cuidado de los enfermos, la valoración de los ancianos y de su patrimonio de experiencias. En vuestro ambiente se conserva vivo el diálogo entre las generaciones, el sentido de la amistad, el gusto por el trabajo de equipo. Acogida y hospitalidad son propias de vosotros, así como la atención para dar respuesta a los deseos más auténticos, sobre todo de las jóvenes generaciones. Vuestros oficios requieren renuncia y sacrificio, responsabilidad y perseverancia, valentía y generosidad: virtudes que la sociedad actual no siempre aprecia, pero que han contribuido a formar, en vuestra gran familia, generaciones enteras. Conozco también los numerosos problemas relacionados a vuestra condición itinerante, como la educación de los hijos, la búsqueda de lugares adecuados para los espectáculos, las autorizaciones para las representaciones y los permisos de residencia para los extranjeros. Mientras deseo que las Administraciones públicas, reconociendo la función social y cultural del espectáculo ambulante, se comprometan a proteger vuestra categoría, os animo tanto a vosotros como a la sociedad civil a superar todo prejuicio y a buscar siempre una buena inserción en las realidades locales.

Queridos hermanos y hermanas: la Iglesia se alegra del compromiso que demostráis y aprecia vuestra fidelidad a las tradiciones, de las que os sentís orgullosos con razón. La Iglesia misma que, como vosotros, es peregrina en este mundo, os invita a participar en su misión divina a través de vuestro trabajo cotidiano. La dignidad de todo hombre se expresa también en el ejercicio honesto de las profesionalidades adquiridas y en practicar la gratuidad que evita condicionarse a los intereses económicos. Así también vosotros, mientras ponéis atención en la calidad de vuestras realizaciones y de los espectáculos, no dejáis de vigilar para que, con los valores del Evangelio, podáis seguir ofreciendo a las jóvenes generaciones la esperanza y el aliento que necesitan, sobre todo respecto a las dificultades de la vida, a las tentaciones de la desconfianza, de la cerrazón en sí mismos y del pesimismo, que impiden captar la belleza de la existencia.

Aunque la vida itinerante impida formar parte establemente de una comunidad parroquial y no facilite la participación regular en la catequesis y en el culto divino, también en vuestro mundo se hace necesaria una nueva evangelización. Deseo que podáis encontrar, en las comunidades en las que os detenéis, personas acogedoras y disponibles, capaces de salir al encuentro de vuestras necesidades espirituales. No olvidéis sin embargo que es la familia la primera vía de transmisión de la fe, la pequeña Iglesia doméstica llamada a dar a conocer a Jesús y su Evangelio y a educar según la ley de Dios, para que cada uno pueda llegar a la plena madurez humana y cristiana (cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. Familiaris consortio, 2). Que vuestras familias sean siempre escuelas de fe y de caridad, espacios de comunión y de fraternidad.

Queridos artistas y agentes del espectáculo ambulante: os repito cuanto afirmé al inicio de mi pontificado: «Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada hay más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con Él… Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera» (Homilía en la santa Misa por el inicio del Pontificado, 24 de abril de 2005: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de abril de 2005, p. 7). Al aseguraros la cercanía de la Iglesia, que comparte vuestro camino, os encomiendo a todos a la Santísima Virgen María, la «estrella del camino», que con su presencia materna nos acompaña en todos los momentos de la vida.

[En francés] Queridos amigos: vuestro carisma consiste en dar a los demás la alegría, el sentido de la fiesta y de la belleza. Que vuestra alegría encuentre su fuente en Dios y esté estrechamente unida a la confianza en Él y en su amor, una alegría llena de humildad y de fe. Convertíos por tanto en imitadores de Dios y caminad en la caridad (cf. Ef 5, 1-2), llevando a todos la alegría de la fe.

[En inglés] Queridos amigos: vosotros difundís a vuestro alrededor un clima alegre y aliviáis el peso del trabajo cotidiano. Sed también hombres y mujeres con una fuerte vida interior, abiertos a la contemplación y al diálogo con Dios. Ruego para que vuestra fe en Cristo y vuestra devoción a la Bienaventurada Virgen María os sostengan en la vida y en el trabajo.

[En alemán] Queridos amigos: vuestro mundo puede convertirse en un laboratorio en el ámbito de las grandes temáticas del ecumenismo y del encuentro con las personas pertenecientes a otras religiones. Que vuestra fe os guíe para ser testigos auténticos de Dios y de su amor, comunidades unidas en la fraternidad, en la paz y en la solidaridad.

[En español] Queridos amigos profesionales del espectáculo itinerante: en la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, en el párrafo dedicado a los emigrantes, manifestaba mi deseo de que «se hagan ellos mismos anunciadores de la Palabra de Dios y testigos de Jesús Resucitado, esperanza del mundo» (n. 105). Hoy con gran confianza repito también a vosotros este deseo y a los agentes de pastoral que os acompañan con admirable dedicación.

A cada uno de vosotros y a vuestras familias y comunidades imparto de corazón la bendición apostólica. Gracias.



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