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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 21 de agosto de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

En el pasaje del Evangelio de Lucas de la Liturgia de este domingo, un hombre le pregunta a Jesús: «¿Son pocos los que se salvan?» Y el Señor responde: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha» (Lc 13,24). La puerta estrecha es una imagen que podría asustarnos, como si la salvación fuera destinada solo a pocos elegidos o a los perfectos. Pero esto contradice lo que Jesús nos ha enseñado en muchas ocasiones; de hecho, poco más adelante, Él afirma: «Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios» (v. 29). Por lo tanto, esta puerta es estrecha, ¡pero está abierta a todos! No hay que olvidar esto: a todos. ¡La puerta está abierta a todos!

Para entenderlo mejor, hay que preguntarse qué es esta puerta estrecha. Jesús extrae la imagen de la vida de esa época y, probablemente, se refiere a que, cuando llegaba el atardecer, las puertas de la ciudad se cerraban y solo quedaba abierta una, más pequeña y más estrecha: para regresar a casa se podía pasar únicamente por ahí.

Pensemos, pues, en cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. Si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10,9). Nos quiere decir que, para entrar en la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, no de otro, de Él; acogerlo a Él y a su Palabra. Así como para entrar en la ciudad, había que “medirse” con la única puerta estrecha que permanecía abierta, del mismo modo, la vida del cristiano es una vida “a medida de Cristo”, fundada y moldeada en Él. Esto significa que la vara de medir es Jesús y su Evangelio: no lo que pensamos nosotros, sino lo que nos dice Él. Así que se trata de una puerta estrecha no por ser destinada a pocas personas, sino porque pertenecer a Jesús significa seguirle, comprometer la vida en el amor, en el servicio y en la entrega de uno mismo como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la cruz. Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz.

Para ser concretos, pensemos en esos gestos cotidianos de amor que llevamos adelante con esfuerzo: pensemos en los padres que se dedican a los hijos haciendo sacrificios y renunciando al tiempo para sí mismos; en los que se ocupan de los demás y no solo de sus propios intereses, ¡cuánta gente es así, buena!; pensemos en quien se dedica al servicio de los ancianos, de los más pobres y de los más frágiles; pensemos en quien sigue trabajando con esfuerzo, soportando dificultades y tal vez incomprensiones; pensemos en quien sufre a causa de la fe, pero continúa rezando y amando; pensemos en los que, en lugar de seguir sus instintos, responden al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el valor para volver a empezar. Solo son algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su conveniencia, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida entregada en el amor. Estas personas, dice hoy el Señor, serán reconocidas por el Padre mucho más de los que se creen ya salvados y, en realidad, son los «malhechores» (Lc 13,27).

Hermanos y hermanas, nosotros, ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o elegimos la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos, pero nos vuelve capaces de acoger la vida verdadera que viene de Dios y que nos hace felices? ¿De qué lado estamos? Que la Virgen, que siguió a Jesús hasta la cruz, nos ayude a medir nuestra vida basándonos en Él, para entrar en la vida llena y eterna.


 

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Sigo de cerca con preocupación y dolor la situación que se ha creado en Nicaragua y que afecta a personas e instituciones. Quisiera expresar mi convicción y mi deseo de que, por medio de un diálogo abierto y sincero, se puedan encontrar aún las bases para una convivencia respetuosa y pacífica. Pidamos al Señor, por la intercesión de la Purísima, que inspire en los corazones de todas las partes esta concreta voluntad.

Hermanos y hermanas, os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Norteamericano, especialmente a los nuevos seminaristas que acaban de llegar, y los exhorto al compromiso espiritual y a la fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. Saludo a las consagradas del Ordo virginum y las animo a dar testimonio con alegría del amor de Cristo.

Saludo a los fieles de Verona, Trevignano, Pratissolo; a los jóvenes de Paternò, Lequile y a los del camino de la Via lucis que, apoyados por el ejemplo de los santos de “la puerta de al lado”, se encontrarán con los pobres que viven cerca de las estaciones del tren. Y también un saludo a los muchachos de la Inmaculada.

Perseveremos en la cercanía y en la oración por el querido pueblo ucraniano, que está viviendo una inmensa crueldad.

Os deseo un feliz domingo y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!



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