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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La ley y la carne

Viernes 31 de octubre de 2014

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 45, viernes 7 de noviembre de 2014

 

Existen «dos caminos». Y es Jesús, con sus «gestos de cercanía», quien nos da la indicación justa sobre qué camino tomar. Por una parte está el camino de los «hipócritas», que cierran las puertas a causa de su apego a la «letra de la ley». Por otra, en cambio, está «el camino de la caridad», que pasa «del amor a la auténtica justicia que está dentro de la ley». Lo dijo el Papa Francisco en la misa del viernes 31 de octubre.

Para presentar estos dos modos de vivir, el Pontífice volvió a proponer, para comentarlo, el pasaje evangélico de san Lucas (14, 1-6). Un sábado, recordó, «Jesús estaba en la casa de uno de los jefes de los fariseos para almorzar con ellos; y le observaban para ver qué hacía». Sobre todo «buscaban encontrarle un error, incluso con trampas».

E irrumpe en la escena un hombre enfermo. En ese momento Jesús les dice a los fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?». La pregunta de Jesús, añadió el Papa, es «una pregunta sencilla pero, como todos los hipócritas, callaron, no dijeron nada». Por lo demás, observó, «callaban siempre cuando Jesús los ponía ante la verdad»,; aunque «después hablaban mal por detrás» y «buscaban cómo hacer caer a Jesús».

En concreto, afirmó el Pontífice, «esta gente estaba tan apegada a la ley que había olvidado la justicia; tan apegada a la ley que había olvidado el amor». Pero «no sólo a la ley; estaban apegados a las palabras, a las letras de la ley». Por eso «Jesús les reprende» reprobando su actitud: «Si vosotros, ante las necesidades de vuestros padres ancianos, decís: “muy queridos padres, yo os amo mucho pero no puedo ayudaros porque he donado todo al templo”, ¿quién es más importante? ¿El cuarto mandamiento o el templo?».

Precisamente este modo «de vivir, apegados a la ley, les alejaba del amor y de la justicia: cuidaban la ley, descuidaban la justicia; cuidaban la ley, descuidaban el amor». Sin embargo, «eran los modelos». Pero «Jesús para esta gente encuentra solamente una palabra: ¡Hipócritas!». No se puede ir «por todo el mundo buscando prosélitos» y luego cerrar «la puerta». Para el Señor se trataba de «hombres cerrados, hombres muy apegados a la ley, a la letra de la ley: no a la ley», porque «la ley es amor». Eran hombres «que siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación; hombres que solamente sabían cerrar».

A este punto hay que preguntarse «cuál es el camino para ser fieles a la ley sin descuidar la justicia, sin descuidar el amor». La respuesta «es precisamente el camino que viene de lo opuesto», sugirió el Papa Francisco, repitiendo las palabras de Pablo en la Carta a los Filipenses (1, 1-11): «Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables».

Es precisamente «el camino contrario: del amor a la integridad, del amor al discernimiento, del amor a la ley». Pablo, en efecto, afirma que hay que rezar «para que vuestra caridad, vuestro amor, vuestras obras de caridad os lleven al conocimiento y al pleno discernimiento». Precisamente «este es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al camino de los doctores de la ley». Y «este camino, del amor a la justicia, lleva a Dios». Sólo «el camino que va del amor al conocimiento y al discernimiento, a la realización plena, lleva a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús».

En cambio, «el otro camino, el de estar apegados solamente a la ley, a la letra de la ley, lleva a la cerrazón, lleva al egoísmo». Y conduce «a la soberbia de sentirse justos, a esa “santidad” —entre comillas— de las apariencias». Tanto que «Jesús dice a esa gente: a vosotros os gusta haceros ver por la gente como hombres de oración, de ayuno». Se trata sólo de «hacerse ver». Y «por eso Jesús dice a la gente: haced lo que dicen, pero no lo que hacen», porque «eso no se debe hacer».

He aquí, por lo tanto, «los dos caminos» que tenemos ante nosotros. Y con «pequeños gestos» Jesús nos hace entender cuál es el camino que va «del amor al pleno conocimiento y al discernimiento». Uno de estos gestos lo presenta san Lucas en el pasaje del Evangelio propuesto por la liturgia: «Jesús tenía delante de él a este hombre, enfermo, y cuando los fariseos no respondieron, ¿qué hizo Jesús?». Escribe el evangelista: «Lo cogió de la mano, lo curó y lo despidió». Así, pues, primeramente «Jesús se acerca: la cercanía es la prueba de que vamos por el camino auténtico». Porque es ese «el camino que eligió Dios para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre».

El Papa Francisco hizo notar también cuán «bello» es el «gesto de Jesús cuando coge de la mano» a la persona enferma. Lo hace también «con el muchacho muerto, hijo de la viuda, en Naím»; así como «lo hace con la muchachita, la hija de Jairo»; y también «lo hace con el jovencito, el que tenía muchos demonios, cuando lo coge y lo entrega a su papá». Siempre está «Jesús que coge de la mano, porque se acerca». Y «la carne de Jesús, esta cercanía, es el puente que nos acerca a Dios».

Esta «no es la letra de la ley». Sólo «en la carne de Cristo», en efecto, la ley «tiene su realización plena». Porque «la carne de Cristo sabe sufrir, dio su vida por nosotros». Mientras que «la letra es fría».

Aquí están entonces los «dos caminos». El primero es el camino de quien dice: «Estoy apegado a la letra de la ley; no se puede curar el sábado; no puedo ayudar; debo ir a casa y no puedo ayudar a este enfermo». El segundo es el camino de quien se compromete a obrar de tal modo, como dice Pablo, «que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad»: es «el camino de la caridad, del amor a la auténtica justicia que está dentro de la ley». Para ayudarnos están precisamente «estos ejemplos de cercanía de Jesús», que nos muestra cómo pasar «del amor a la plenitud de la ley».

 



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