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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Historia de una fidelidad fallida

Jueves 3 de marzo de 2016

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 9, viernes 4 de marzo de 2016

 

Reconocerse pecadores y ser capaces de pedir perdón es el primer paso para responder con claridad, sin entablar negociaciones, a la respuesta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros: «¿estás conmigo o contra mí?». La invitación a abrirse incondicionalmente a la misericordia de Dios la lanzó el Papa durante la misa celebrada el 3 de marzo, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.

Al inicio de la primera lectura, destacó inmediatamente Francisco, el profeta Jeremías (7, 23-28) «nos recuerda el pacto de Dios con su pueblo: “escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguiréis todo camino que yo os mandaré, para que os vaya bien». Es «un pacto de fidelidad». Y «ambas lecturas —prosiguió— nos narran otra historia: este pacto ha caído y hoy la Iglesia nos hace reflexionar sobre, podemos llamarla así, una historia fallida de fidelidad». En realidad, «Dios sigue siendo fiel, porque no puede renegar de sí mismo», en cambio el pueblo acumula infidelidades «una tras otra: es infiel, siguió siendo infiel».

En el libro de Jeremías se lee que pueblo no confió en el pacto: «ellos no escucharon, ni prestaron el oído a mi Palabra». La Escritura, explicó Francisco, «nos cuenta muchas cosas que hizo Dios para atraer a los corazones del pueblo, de los suyos: “desde la fecha en que salieron vuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente. Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que atiesando la cerviz hicieron peor que sus padres”». Y este pasaje de Jeremías acaba con una expresión fuerte: «Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca».

La «infidelidad del pueblo de Dios», así como nuestra infidelidad, «endurece el corazón: cierra el corazón»; y «no deja entrar la voz del Señor que, como padre amoroso, nos pide siempre que nos abramos a su misericordia y a su amor». En el salmo 94 «hemos rezado todos juntos: ¡Oh si escucharais hoy su voz! ¡No endurezcáis vuestro corazón!». En verdad, afirmó el Pontífice, «el Señor siempre nos habla así» y «también con ternura de padre nos dice: regresad a mí con todo el corazón, porque soy piadoso y misericordioso».

Pero «cuando el corazón es duro esto no se entiende», explicó Francisco. En efecto, «la misericordia de Dios se entiende sólo si tú eres capaz de abrir tu corazón para que pueda entrar». Y «esto sigue, sigue: el corazón se endurece y vemos la misma historia» en el pasaje del evangelio de Lucas (11, 14-23) propuesto hoy por la Liturgia. «Estaba la gente que había estudiado las Escrituras, los doctores de la Ley que conocían la teología, pero eran muy cerrados. La multitud estaba admirada: ¡la admiración! Porque la multitud seguía a Jesús. Alguno dirá: “Pero lo seguía para ser curado, lo seguía por este motivo”».

La realidad, hizo presente Francisco, era que la gente «¡tenía fe en Jesús! Tenía el corazón abierto: imperfecto, pecador, pero el corazón abierto». En cambio, «estos teólogos tenían una actitud cerrada». Y «buscaban siempre una explicación para no comprender el mensaje de Jesús». En tal medida que en este caso específico, como lo relata Lucas, dicen: «Pero no, este expulsa los demonios en nombre del jefe de los demonios».

Y así buscaban siempre otros pretextos, continua el pasaje evangélico, «para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo». El problema de fondo, destacó el Papa, era su modo de estar «siempre cerrados». Así, pues, «era Jesús quien tenía que justificar lo que hacía».

«Esta es la historia, la historia de esta fidelidad fallida —dijo Francisco—, la historia de los corazones cerrados, de los corazones que no dejan entrar la misericordia de Dios, que han olvidado la palabra “perdón” —“¡Perdóname Señor!”— simplemente porque no se sienten pecadores: se sienten jueces de los demás». Y es «una larga historia de siglos».

Precisamente «esta fidelidad fallida Jesús la explica con dos palabras claras para acabar este discurso de estos hipócritas: “El que no está conmigo, está contra mí”». El lenguaje de Jesús, volvió a decir el Papa, es «claro: o eres fiel, con tu corazón abierto, al Dios que es fiel contigo o estás en contra de Él: “El que no está conmigo, está contra mí”». Alguno podría pensar que, tal vez, hay «un camino intermedio para negociar», huyendo de la claridad de la palabra de Jesús «o eres fiel o estás en contra». Y, en efecto, respondió Francisco, «existe una salida: ¡confiésate, pecador!». Porque «si dices “yo soy pecador” el corazón se abre y entra la misericordia de Dios y comienzas a ser fiel».

Antes de continuar la celebración, el Pontífice invitó a pedir «al Señor la gracia de la fidelidad». Con la consciencia de que «el primer paso para ir por este camino de la fidelidad es sentirse pecador». En efecto, «si tú no te sientes pecador, has comenzado mal».

Por lo tanto, concluyó Francisco, «pidamos la gracia de que nuestro corazón no se endurezca, que esté abierto a la misericordia de Dios, y la gracia de la fidelidad». Y también, «cuando somos nosotros» quienes somos «infieles, la gracia de pedir perdón».



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