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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La serpiente que mata y la que salva

Martes 15 de marzo de 2016

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 11, viernes 18 de marzo de 2016

 

Si queremos entender la «historia de nuestra redención» debemos mirar el crucifijo. La homilía del Papa Francisco durante la misa del martes 15 de marzo giró en torno al «misterio» del sufrimiento y de la muerte de Jesús que se «hizo pecado» para la salvación del hombre.

En el centro de la reflexión del Papa, siguiendo la liturgia del día, estaba la imagen de la serpiente, portadora de un «mensaje». La serpiente, dijo el Papa, «es el primer animal que se nombra en el libro del Génesis», y se la recuerda como «el más astuto». La serpiente retorna en el libro de los Números (21, 4-9), tal y como nos recuerda la primera lectura, cuando se narra cómo en el desierto el pueblo murmuraba contra Dios y contra Moisés: «El Señor envió serpientes abrasadoras que mordían al pueblo; y murió mucha gente de Israel». Entonces el pueblo se arrepintió, pidió perdón y Dios le ordenó a Moisés: «Hazte una serpiente y ponla en un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire, vivirá». El Pontífice comentó: «Es misterioso: el Señor no hace morir a las serpientes, las deja. Pero si alguna de éstas hace mal a una persona, mire a la serpiente de bronce y se curará». La serpiente, a continuación, es elevada para obtener la salvación. En este punto, siempre siguiendo el desarrollo de la liturgia del día, Francisco retomó el pasaje del Evangelio de Juan (8, 21-30) en el que Jesús, discutiendo con los doctores de la ley, «les dice claramente: «Si no creéis que Yo Soy, ¡moriréis en vuestros pecados! Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que “Yo Soy”». «¡Yo Soy!», explicó, «es el nombre de Dios; cuando Moisés le pregunta al Señor: “Si el pueblo me dice, pero ¿quién te envía? ¿Quién te envía, a ti, para liberarnos? ¿Cómo se llama? “¡Yo Soy!”». Entonces: «Elevar al Hijo del hombre. Como la serpiente ....». El mismo concepto fue reiterado por Jesús en un pasaje citado «dos capítulos antes», cuando éste «dice a los doctores de la ley: «Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que crea en él se salve».

Es decir, la serpiente, dijo el Pontífice cerrando el razonamiento, es «símbolo del pecado; la serpiente que mata; pero una serpiente que salva. Y este es el misterio del Cristo». También san Pablo, recordó el Papa, «hablando de este misterio, dice que Jesús se despojó a sí mismo, se humilló a sí mismo, se aniquiló para salvarnos». El apóstol, de hecho, sugiere una expresión aún más fuerte: «Se ha hecho pecado». Entonces, haciendo uso del símbolo bíblico, podríamos decir: «Se ha hecho serpiente». Y este es, dijo Francisco, «el mensaje profético de estas lecturas de hoy. El Hijo del hombre que como una serpiente, “hecho pecado”, es elevado para salvarnos». Por ello debemos «mirar el Crucifijo y mirar precisamente este misterio: un Dios “vaciado” de su divinidad —totalmente— para salvarnos». Sin embargo, añadió el Papa: «¿quién es esta serpiente que Jesús toma sobre sí para vencerla?»: la respuesta se lee en el Apocalipsis de Juan, donde se encuentra el nombre —entre otras cosas, señaló el Papa, que la serpiente en la Biblia «es el primer animal que se menciona y tal vez creo que sea el último»— y se dice que «la antigua serpiente fue vencida: Satanás». El pecado, entonces, dijo el Papa, «es la obra de Satanás y Jesús vence a Satanás, “haciéndose pecado”». Así desde la Cruz «nos eleva a todos nosotros». Por lo tanto, «el Crucifijo no es un ornamento, no es una obra de arte, con muchas piedras preciosas, como las que se ven: el Crucifijo es el misterio de la “aniquilación” de Dios, por amor». La serpiente, explicó el Pontífice, «profetiza en el desierto la salvación»: es, de hecho, «elevada y todo el que la mira es sanado». Pero esta salvación, subrayó, no se hizo «con la varita mágica de un dios que hace las cosas»; sino que más bien se hizo «con el sufrimiento del Hijo del hombre, con el sufrimiento de Jesucristo». Un sufrimiento tal de llevar a Jesús a pedir al Padre: «Padre, por favor, si es posible, no quisiera beber de este cáliz». Aquí se puede ver «la angustia», acompañada por la expresión: «Pero que se haga tu voluntad».

Esta, concluyó el Papa, es «la historia de nuestra redención», esta es «la historia del amor de Dios». Por lo tanto, «si queremos conocer el amor de Dios, miremos al Crucificado». Allí encontramos «un hombre torturado, muerto, que es Dios, “despojado de la divinidad”, ensuciado, “hecho pecado”». De ahí la oración final: «Que el Señor nos conceda la gracia de entender un poco más este misterio».



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