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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Aprender a hacer el bien

Martes 14 de marzo de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 11, viernes 17 de marzo de 2017

 

La conversión que se pide a cada cristiano, de forma particular en el periodo cuaresmal, es un recorrido arduo pero con «reglas» muy «sencillas» que es necesario hacer propias «no con palabras», sino en lo concreto de la vida. Y es, sobre todo, un camino en el cual nadie está solo: es suficiente dejarse «tomar de la mano» del «Padre que nos quiere».

Después de la pausa de la semana de ejercicios espirituales en Ariccia junto a la Curia romana, el Papa Francisco retomó las habituales celebraciones eucarísticas matutinas en la capilla de Santa Marta y, en la homilía del martes 14 de marzo, se detuvo en el tema de la conversión. Punto de partida de la meditación fue la invitación que el profeta Isaías (1, 10.16-20) hace en el pasaje propuesto por la liturgia de la Palabra: «Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda».

Dos expresiones, subrayó el Pontífice, «llaman la atención» en este pasaje: «desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien». De hecho, dijo, es precisamente este «el camino de la conversión: es simple». Esta indicación se basa en lo que cada persona vive en su propia carne: «Cada uno de nosotros —explicó Francisco— cada día hace algo feo: la Biblia dice que el más santo peca siete veces al día... Pero el problema está en el hecho de no acostumbrarse a vivir en las cosas feas». Así, prosiguió, «si yo hago algo feo me doy cuenta y quiero alejarme». Al respecto dice Isaías: «desistid de hacer el mal», de «eso que te envenena el alma, que encoge el alma, que te hace enfermar». He aquí la primera actitud requerida: «alejarse del mal».

Pero no es suficiente. Porque después se lee: «aprended a hacer el bien». Y, reconoció el Papa, «no es fácil hacer el bien: tenemos que aprenderlo, siempre». Afortunadamente está el Señor que «enseña». Por eso los hombres tienen que hacer «como los niños» y «aprender». Esto significa que «en el camino de la vida, de la vida cristiana se aprende todos los días. Se debe aprender todos los días a hacer algo, a ser mejores que el día anterior». Esta es por tanto «la regla de la conversión: alejarse del mal y aprender a hacer el bien». Explicó el Pontífice: «Convertirse no es ir donde un hada que con la varita mágica nos convierte: ¡no! Es un camino. Es un camino de alejarse y de aprender». Es un camino que requiere «valentía para alejarse» del mal, y «humildad para aprender» a hacer el bien. Y que, sobre todo, necesita «cosas concretas». No es casualidad, indicó el Papa, que el Señor, a través del profeta, indica algunos ejemplos concretos: «buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda». Pero se podrían enumerar muchos otros. Es importante comprender que «se aprende a hacer el bien con cosas concretas, no con palabras». Y de hecho Jesús, como se lee en el Evangelio del día (Mateo 23, 1-12), «regaña a esta clase dirigente del pueblo de Israel, porque “dicen y no hacen”, no conocen la concreción. Y si no hay concreción, no puede haber conversión».

En este punto, después de haber individuado qué hacer en el camino de la conversión, el Papa pasó a reflexionar sobre “cómo” actuar. Y, siguiendo la lectura del pasaje de Isaías, se detuvo sobre todo en una «bonita palabra» dicha por el Señor: «Venid, pues, y disputemos». Es decir, el Señor «primero, nos invita, después, nos ayuda». Y usa la palabra “venid”, o «la misma palabra que dijo a los paralíticos: “Ven, levántate, toma tu camilla y vete”. Ven. La misma palabra que dijo a la hija de Jairo, la misma palabra que dijo al hijo de la viuda en la puerta de Naín: ven».

Dios siempre invita a levantarse, pero siempre «nos da la mano para ir». Y lo hace, dijo el Pontífice, con la característica de la humildad. En el pasaje de Isaías se lee: «Venid y disputemos». Es decir: Dios «se abaja, como uno de nosotros, nuestro Dios es humilde». Es esta la lógica que lleva a la conversión: «primero la invitación, después la ayuda, el caminar juntos para ayudarnos, para explicarnos las cosas, para tomarnos de la mano y llevarnos de la mano». Y «el resultado de esto», subrayó Francisco, «es algo maravilloso: “Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán”». El Señor «es capaz de hacer este milagro» el «de cambiarnos. No de un día para otro: ¡no, no, no! Con el camino. En el camino».

Por tanto, sugirió el Papa, este «es el camino de la conversión cuaresmal. Simple. Es un Padre que habla, es una Padre que nos quiere, nos quiere mucho. Y nos acompaña». Lo único que se nos pide es «ser humildes». Jesús de hecho dice: «Quien se ensalzará, será humillado y quien se humillará será ensalzado». Por esto, concluyó el Pontífice: «Si tú dejas que el Señor te tome de la mano y te lleve adelante, ven, y te alza y vas con Él, con este gesto de humildad serás ensalzado, serás perdonado, serás blanqueado». Así, dijo, «creceremos como buenos cristianos».

 



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