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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Como los dos de Emaús

Martes 2 de mayo de 2017

 

Fuente: www.osservatoreromano.va

 

Un «diálogo a tres» debe tener como protagonista a cada uno de nosotros en un cara a cara con Jesús y la adúltera — pecadora pero víctima por excelencia de los «corazones de piedra» — para dejarnos llevar por la «ternura de Dios que, como fue para los dos discípulos de Emaús», nos «calienta el corazón» y nos abre los ojos. Una fuerte invitación a no dejarnos cerrar en la «rigidez» que nos lleva incluso a «taparnos los oídos y rechinar los dientes» para no dejar pasar al Espíritu Santo, fue lanzada por el Papa en la misa celebrada el martes por la mañana, 2 de mayo, en Santa Marta.

«La semana pasada reflexionamos sobre el ser cristiano» — recordó Francisco — y «hemos visto que el cristiano es un testigo de obediencia», precisamente como Jesús que obedeció hasta la muerte, y la muerte de cruz. Y «hoy la primera lectura nos hace ver otro testimonio de obediencia en Esteban», explicó el Papa haciendo referencia al pasaje de Hechos de los Apóstoles (7,51-8,1). Él es «perseguido, acusado, también con la misma maldad con la que lo fue Jesús, por decir la verdad, por testigo de la obediencia». Y esto, hizo presente Francisco, «me hace pensar en distintos modos de no entender la Palabra de Dios, porque estos que lapidaron a Esteban no entendían la Palabra de Dios».

Así el Pontífice propuso sobre todo el ejemplo de los «discípulos de Emaús», que «no entendían y estaban en camino». Pero «¿qué les dice Jesús? “Insensatos y tardos de corazón para creer”», y después «comienza: sí, no estaban cerrados, pero no entendían». Cierto, reconoció el Papa, «no es una alabanza decir “insensato”; pero no es tan fuerte como lo que Esteban dice a esa gente» que termina lapidándolo: a ellos de hecho les «dice “duros de cerviz”, “incircuncisos de corazón y de oídos”, y decir “incircunciso” a uno es decir “pagano”». Jesús a los discípulos de Emaús «no dice “pagano”» sino «dice “medio creyente”: “Vosotros creéis, creíais, ahora no, estáis en duda”». Sin embargo aquellos que lapidaron a Esteban, explicó Francisco, «están convencidos: son paganos». Los discípulos de Emaús «no entendían, también tenían miedo porque no querían problemas y tomaban distancia de Jerusalén: tenían miedo. Pero, eran buenos. Con estos límites, pero eran buenos: estaban abiertos a la verdad».

Sin embargo, quienes acusaron y lapidaron a Esteban, remarcó el Papa, «es gente cerrada a la verdad, cerrada; y cuando Esteban les regaña con estas palabras duras — “como vuestros padres, así vosotros” — estaban furiosos en su corazón: el corazón estaba cerrado por la furia “y rechinaban los dientes contra Esteban”». Los discípulos de Emaús, por su parte, tuvieron una actitud diferente frente al reclamo y «sentían, dejaban entrar las palabras de Jesús, y el corazón se calentaba».

Los Hechos de los Apóstoles, prosiguió el Pontífice, cuentan además que «cuando Esteban dice que ve a Jesús en la gloria», sus perseguidores «se taparon los oídos: no querían — ¡no querían! — escuchar». Y «este es el drama de la cerrazón: la cerrazón dura, la dureza del corazón».

«El Señor advierte a su pueblo en el salmo 94: “No endurezcáis vuestro corazón como en Meriba”» relanzó el Papa. Y «después, con el profeta Ezequiel, hace una promesa bellísima: “Tenéis un corazón de piedra, pero yo os daré un corazón de carne”, es decir un corazón que sepa oír, que sepa escuchar, que sepa recibir el testimonio de obediencia y que precisamente el Verbo se ha hecho carne».

Pero «esto — añadió — hace sufrir mucho, mucho, a la Iglesia: los corazones cerrados, los corazones de piedra, los corazones que no quieren abrirse, que no quieren escuchar; los corazones que solamente conocen el lenguaje de la condena». Estos «saben condenar» y «no saben decir: “explícame, ¿por qué dices esto? ¿Por qué esto? Explícame”. No, están cerrados, saben todos, no necesitan explicaciones». Y, «como reprocha Esteban y también Jesús a ellos: “¿qué habéis hecho a los profetas? Les habéis matado, porque os decían lo que no os gustaba”».

En resumen, insistió el Papa, «no había sitio en su corazón para el Espíritu Santo». Sin embargo precisamente «la lectura de hoy nos dice que Esteban, lleno de Espíritu Santo, había entendido todo: era testigo de la obediencia del Verbo hecho carne, y esto lo hace el Espíritu Santo». Y si Esteban «estaba lleno, un corazón cerrado, un corazón testarudo, un corazón pagano no deja entrar al Espíritu y se siente autosuficiente».

Francisco sugirió dirigir la mirada a «estos dos grupos: los dos de Emaús somos nosotros, con tantas dudas, tantos pecados, tantas veces que somos cobardes y queremos alejarnos de la cruz, de las pruebas. Pero hagamos sitio para escuchar a Jesús que nos calienta el corazón. Y pidamos la gracia de ser como ellos».

Miramos al otro grupo — ha exhortado el Papa — formado por aquellos «que se tapan los oídos, no querían escuchar: suficientes, cerrados en la rigidez de las leyes». A estos «Jesús habló mucho y dijo cosas más feas que las que dijo Esteban». Y «podemos terminar con un diálogo, un diálogo a tres: cada uno de nosotros entra en un diálogo entre Jesús y la víctima de los corazones de piedra, la adúltera». Escribas y fariseos «querían lapidarla: era una pecadora, pecadora». Pero «Jesús responde solamente: “Mirad dentro de vosotros”». Y así, afirmó el Pontífice, «miramos esta ternura de Jesús: el testigo de la obediencia, el gran testigo Jesús, que dio la vida, nos hace ver la ternura de Dios respecto a nosotros, a nuestros pecados, a nuestras debilidades».

«Entramos en este diálogo —sugirió Francisco — y pedimos la gracia que el Señor ablande un poco el corazón de estos rígidos, de esa gente que está cerrada siempre en la ley y condena todo lo que está fuera de esa ley: no saben que el Verbo se ha hecho carne, que el Verbo es testigo de obediencia; no saben que la ternura de Dios es capaz de apartar un corazón de piedra y poner en su lugar un corazón de carne».

 



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