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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

El Dios de las sorpresas

Lunes 8 de mayo de 2017

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 19, viernes 12 de mayo de 2017

 

A Pedro no le faltó la valentía de dejarse sorprender por las novedades del Espíritu Santo para romper la rigidez del «siempre se ha hecho así», sin temor a dar «escándalo» o faltar a su misión de «piedra». Pero con la libertad de «no ser impedimento a la gracia de Dios» y de no «silenciar el ruido que hace el Espíritu, cuando viene a la Iglesia». Sugiriendo pedir al Padre «la gracia del discernimiento», el Papa Francisco —en la misa celebrada el lunes 8 de mayo en Santa Marta— invitó a no cometer «el pecado de resistir al Espíritu Santo».

«En estos capítulos que hemos leído en estas semanas en los Hechos de los Apóstoles —hizo notar en seguida el Pontífice, refiriéndose en particular al pasaje litúrgico (11, 1-18) y mostrando su actualidad— se ve a la comunidad cristiana en movimiento; y eso que hace mover a la comunidad es el Espíritu Santo». Hay que recordar, afirmó Francisco, «que Jesús había prometido esto a los discípulos, en la última cena: “Yo no os dejaré solos: os mandaré el espíritu de verdad, él os guiará en la verdad plena, os enseñará, os recordará”». Así es «precisamente el Espíritu Santo que mueve esta Iglesia: hemos escuchado muchos milagros, muchos cosas extrañas», tanto que «algunos seguramente tenían miedo de estas novedades de la Iglesia».

«El Espíritu —explicó el Papa— es el don de Dios, de este Dios, Padre nuestro, que siempre nos sorprende: el Dios de las sorpresas». Y esto «porque es un Dios vivo, es un Dios que habita en nosotros, un Dios que mueve nuestro corazón, un Dios que está en la Iglesia y camina con nosotros; y en este camino nos sorprende siempre». Por eso «como Él ha tenido la creatividad de crear el mundo, así tiene la creatividad de crear cosas nuevas todos los días». Él, insistió Francisco, es «el Dios que nos sorprende». Pero, añadió, «también esto crea dificultad: por ejemplo los apóstoles, los hermanos que estaban en Judea supieron que también los paganos habían acogido la Palabra de Dios». Refiriéndose a ellos como «los incircuncisos», se preguntaban: «¿Cómo puede suceder esto? Se ve que Pedro y que los otros se han equivocado, han ido más allá buscando una novedad, ¡pero quién sabe!». Y así «comenzó la desconfianza». Hasta el punto que «cuando Pedro subió a Jerusalén, los fieles circuncisos lo reprocharon diciendo: “¡Has entrado en casa de hombres no circuncidados, y han comido junto a ellos!”». Sería como decir: «¡Pero mira qué escándalo estás dando! Tú, Pedro, la piedra de la Iglesia, ¿dónde nos llevas?”».

Por su parte, se lee en los Hechos, «Pedro cuenta qué sucedió y, con toda sencillez, esa visión del cielo». Después cuenta también de esos «hombres que le pidieron ir a casa de este pagano». Y precisamente «cuando hablaba con ellos —recordó el Papa— descendió el Espíritu, cambió todo, y Pedro bautiza: entiende el signo de Dios, es capaz de tomar una decisión valiente, es capaz de acoger la sorpresa de Dios».

En la conclusión de su discurso, Pedro «pide perdón» diciendo estas palabras: «Si por tanto Dios les ha dado a ellos el mismo don que nos ha dado a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner impedimento a Dios?”». Esta —explicó Francisco— «es precisamente la palabra del instrumento apostólico, de ese apóstol que se siente instrumento de Dios: ¿pero quién soy yo para detener la gracia de Dios, para hacer callar el ruido que hace el Espíritu, cuando viene a la Iglesia?».

Así precisamente «delante de tantas sorpresas del Señor —después de esto los apóstoles deben reunirse y discutir y llegar a un acuerdo para dar el paso adelante que el Señor quiere— delante de tantas cosas», el Papa Francisco propuso «dos palabras» que, confió, «me vienen a la mente para decir».

«Siempre, desde los tiempos de los profetas hasta hoy, está el pecado de resistir al Espíritu Santo: la resistencia al Espíritu», afirmó. Y «este es el pecado que reprocha Esteban precisamente a los miembros del sanedrín: “Vosotros y vuestros padres habéis resistido siempre al Espíritu Santo”». La resistencia al Espíritu Santo, por tanto. Expresada también al decir: “No, siempre se ha hecho así y debe hacerse así”». Casi aconsejando «no venir con estas novedades: Pedro, estate tranquilo, tómate una pastilla que te calme los nervios, estate tranquilo».

Pero esta es precisamente «la cerrazón a la voz de Dios», afirmó el Pontífice. Y «el Señor, en el salmo 94, habla a su pueblo: no endurezcáis vuestro corazón como vuestros padres en Meribá». Más bien «buscad la voluntad del Señor, la voz del Señor, eso que el Señor quiere». Y «lo que el Señor quiere es que haya otros pueblos, lo hemos escuchado en el Evangelio» (Juan 10, 11-18), porque «hay otros rebaños que no pertenecen pero habrá “un solo rebaño, un solo pastor” ». Sin embargo terminaba que los paganos eran juzgados, «como condenados», y también «los prosélitos, esos paganos que se hicieron creyentes», eran considerados «creyentes de segunda clase: ninguno lo decía, pero de hecho», era así.

«La cerrazón, la resistencia al Espíritu Santo», prosiguió Francisco, sucede también a través de «esa frase que cierra siempre, que te paraliza: “Siempre se ha hecho así”». Pero esta forma de hacer «mata: mata la libertad, mata la alegría, mata la fidelidad al Espíritu Santo que siempre actúa hacia adelante, llevando adelante la Iglesia». Por otro lado, añadió, «¿cómo puedo saber si una cosa es del Espíritu Santo o es de la mundanidad, del espíritu del mundo o es del espíritu del diablo?».

La única forma, explicó el Papa, es «pedir la gracia del discernimiento». De hecho «el instrumento que el mismo Espíritu nos da es el discernimiento: discernir, en cualquier caso, cómo se debe hacer». Y «es lo que han hecho los apóstoles: se reunieron, hablaron y vieron que ese era el camino del Espíritu Santo». Sin embargo «esos que no tenían este don, o no habían rezado para pedirlo, permanecieron cerrados y quietos». Y los cristianos deben, «sobre todo en un tiempo que es tan comunicado, con tantas novedades, saber discernir: discernir una cosa de la otra, discernir cuál es la novedad, el vino nuevo que viene de Dios; cuál es la novedad que viene del espíritu del mundo y cuál es la novedad que viene del diablo».

Alguno puede pensar —prosiguió el Papa— que si estos paganos eran pecadores y condenados y después cambiaron, ¿la fe cambia?». No, es la respuesta, «la fe no cambia nunca, la fe es la misma, pero está en movimiento, crece, aumenta». Al respecto «un viejo monje del siglo v, san Vincenzo de Lerino, dijo esta frase: “Las verdades de la Iglesia van adelante”, ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate». Es decir, «se consolidan con los años, se desarrollan con el tiempo, se profundizan con la edad». Y esto «para que sean más fuertes con el tiempo, con los años, se agranden con el tiempo y sean más ensalzadas con la edad de la Iglesia». Este es «el camino», explicó Francisco: «es la misma verdad pero que se hace entender mejor». Nos ayuda «esa palabra de Jesús: “Habrá un solo rebaño”». Pero «los discípulos no han entendido eso que Jesús quería decir, y quería decir esto: también los paganos recibirán el Espíritu».

En conclusión, el Pontífice invitó a pedir «al Señor la gracia del discernimiento para no equivocarse de camino y no caer en la inmovilidad, en la rigidez, en la clausura del corazón».

 



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