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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

No a las colonizaciones ideológicas

Martes, 21 de noviembre de 2017

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 47, viernes 24 de noviembre de 2017

 

El cristiano debe dar su testimonio frente a las «colonizaciones ideológicas y culturales» que suenan como verdaderas y propias «blasfemias» y suscitan «persecuciones» furiosas. Introduciendo «novedades» malas, hasta llegar a considerar normal «matar a niños» o perpetra «genocidios» para «anular las diferencias», tratando de hacer «limpieza» de Dios con la idea de ser «modernos» y al compás de los tiempos. Como ejemplo concreto para responder a las «colonizaciones culturales y espirituales que se nos proponen» el Papa Francisco relanzó el testimonio de Eleazar, sugerido por la liturgia de la misa celebrada en martes 21 de noviembre en Santa Marta.

«En la primera lectura —observó inmediatamente el Pontífice refiriéndose al pasaje extraído del segundo libro de los Macabeos (6, 18-31)— hemos escuchado el martirio de un hombre que fue condenado a morir por fidelidad a Dios, a la ley, en una persecución: hay varios motivos para una persecución, pero podemos citar tres principales».

Hay, ante todo, «una persecución solamente religiosa: yo voy contra tu fe porque mi fe dice no y con el poder que tengo hago la persecución» explicó Francisco. «Otra persecución, otro motivo es uno religioso, cultural, histórico, político, religioso-político, cuando se mezcla lo religioso con lo político» añadió, invitando a pensar «en la guerra de los treinta años, en la noche de san Bartolomé: estas guerras religiosas o políticas».

Y de nuevo, «otro motivo de persecución —señaló el Papa— es puramente cultural: viene una nueva cultura que quiere hacer todo nuevo y hace limpieza de las tradiciones, de la historia, también de la religión de un pueblo: lo que sucede en la lectura de hoy, el martirio de Eleazar, es propio de este estilo cultural».

«Ayer comenzó el relato de esta persecución cultural» explicó Francisco haciendo referencia a los pasajes bíblicos propuestos por la liturgia. «Algunos —continuó— viendo el poder y también la belleza magnífica de Antioco Epífanes, también la cultura que venía de esa parte, dijeron: “Vayamos y hagamos alianza con las naciones que nos rodean, somos modernos, estos tienen una modernidad más grande, estos están realmente “al día”; nosotros vamos con nuestras tradiciones, que no sirven para nada».

A este respecto el Pontífice quiso repetir precisamente las palabras de la Escritura: «Este razonamiento pareció bueno a sus ojos y, por lo tanto, algunos del pueblo tomaron la iniciativa, fueron al rey que les dio la facultad de introducir las instituciones paganas de las naciones». Y así, añadió Francisco, no pidieron «introducir las ideas o introducir los dioses, no: las instituciones, es decir, este pueblo que había nacido, que había crecido en torno a la ley del Señor, en el amor del Señor, a través de sus dirigentes, introduce nuevas instituciones, nueva cultura que hacen limpieza de todo, de todo: cultura, religión, ley, todo. Todo es nuevo».

«La “modernidad” es una verdadera colonización cultural, una verdadera colonización ideológica» relanzó el Papa. Y «así quiere imponer al pueblo de Israel esta costumbre única, todo se hace así, no hay libertad para estas cosas». Pero «algunos aceptaron porque parecía buena la cosa: “No, pero es cierto, ¡tenemos que ser como los otros!”». Y «esta gente que llegaba a las nuevas instituciones —afirmó Francisco— expulsa esto, corta las tradiciones y el pueblo comienza a vivir de un modo diverso».

He aquí que precisamente «para defender la historia, para defender la fidelidad del pueblo, para defender las tradiciones, las verdaderas tradiciones, las buenas tradiciones del pueblo, se crean resistencias, algunas resistencias». La primera lectura de hoy, explicó el Pontífice, nos dice que «Eleazar no quiere: era un hombre digno, muy respetado y él no quiere hacerlo». Y como él «muchos otros, en el libro de los Macabeos se cuenta la historia de estos mártires, de estos héroes». «Así avanza siempre —prosiguió— una persecución nacida de una colonización cultural, de una colonización ideológica, que destruye, hace todo igual, no es capaz de tolerar las diferencias». En particular, afirmó Francisco, «hay una palabra clave en la lectura de ayer extraída del primer libro de los Macabeos —cuando comienza este relato: “En aquellos días salió una raíz perversa”» y «eso es Antioco Epífanes». Por lo tanto, insistió el Papa, «se corta la raíz del pueblo de Israel y entra esta raíz, calificada como perversa porque hará nacer en el pueblo de Dios estas actitudes nuevas, paganas, mundanas y lo hará crecer con el poder, con el dominio». Y «este es el camino de las colonizaciones culturales que terminan por perseguir también a los creyentes».

Por el resto, afirmó el Pontífice, «no tenemos que ir demasiado lejos para ver algunos ejemplos: pensemos en los genocidios del siglo pasado, que era algo cultural, nuevo: “Todos iguales y aquellos que no tienen la sangre pura, fuera y estos... Todos iguales, no hay espacio para las diferencias, no hay espacio para los demás, no hay espacio para Dios”».

He aquí «la raíz perversa», continuó el Papa. «Frente a estas colonizaciones culturales que nacen de la perversidad de una raíz ideológica señaló Eleazar, él mismo, se hace raíz: es interesante, Eleazar muere pensando en los jóvenes». Eleazar afirma: «Por eso, abandonando ahora de fuerte esta vida, me mostraré digno de mi edad y dejaré a los jóvenes un ejemplo noble para que sepan afrontar la muerte preparados y noblemente». Y de nuevo, «dos veces más habla de los jóvenes». En definitiva, «Eleazar, el mártir, el que da la vida, por amor a Dios y a la ley, se hace raíces para el futuro: es decir, da vida, hace crecer, hace crecer al pueblo y frente a aquella raíz perversa que nació y hace esta colonización ideológica y cultural, está esta otra raíz que da la propia vida para hacer crecer el futuro». «Es cierto, eso que llegó desde el reino de Antioco era una novedad» añadió el Papa, invitando a preguntarnos si «las novedades son todas malas, todas». La respuesta es «no». Por el resto, «el Evangelio es una novedad, Jesús es una novedad, es la novedad de Dios». Por lo tanto, «es necesario discernir las novedades: ¿esta novedad es del Señor, viene del Espíritu Santo, viene de la raíz de Dios o esta novedad viene de una raíz perversa?». Y así «antes, sí, era pecado, no se podía matar a los niños, pero hoy se puede, no hay mucho problema, es una novedad perversa».

Además: «Ayer las diferencias estaban claras, como hizo Dios, la creación se respetaba; pero hoy somos un poco modernos: tú haces, tú entiendes, las cosas no son muy diferentes si se hace una mezcla de cosas». Y «esta es la raíz perversa: la novedad de Dios nunca hace una mezcla, nunca hace una negociación; es vida, va de frente, es raíz buena, hace crecer, mira al futuro».

En cambio, afirmó el Papa, «las colonizaciones ideológicas y culturales miran sobre todo al presente, reniegan del pasado y no miran al futuro: viven en el momento, no en el tiempo y por esto no pueden prometernos nada». Y «con este comportamiento de hacer a todos iguales y borrar las diferencias cometen, hacen el pecado feísimo de blasfemar contra el Dios creador». Por eso, recordó Francisco, «cada vez que llega una colonización cultural e ideológica se peca contra Dios creador porque se quiere cambiar la creación como Él la ha hecho».

De todos modos, advirtió el Pontífice, «contra este hecho que a través de la historia ha sucedido muchas veces hay solamente una medicina: el testimonio, es decir, el martirio». Hay algunos, como Eleazar que dan «el testimonio de la vida, pensando en el futuro, en la herencia que daré yo con mi ejemplo. En la mayoría el testimonio de vida: yo vivo así, sí, dialogo con aquellos que piensan diferente, pero mi testimonio es así, según la ley de Dios, según lo que Dios me ha ofrecido».

Francisco sugirió mirar el ejemplo de Eleazar: «En aquel momento él no pensó: “dejo este dinero a este, dejo esto”, no, pensó en los jóvenes, pensó en el futuro, pensó en la herencia del propio testimonio, pensó que ese testimonio sería para los jóvenes una promesa de fecundidad y frente a la raíz perversa él mismo se hace raíz para dar vida a los demás». Por eso, concluyó el Pontífice, «que este ejemplo nos ayude en los momentos tal vez de confusión frente a las colonizaciones culturales y espirituales que se nos proponen».

 



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