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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Si se ofende a los débiles

Lunes, 8 de enero de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 2, viernes 12 de enero de 2018

 

Agredir y despreciar a la persona más débil, porque es extranjera o discapacitada, es una «marca del pecado original» y de la «obra de Satanás». Y es impresionante constatar hoy que graves episodios de acoso suceden también en las escuelas, y ven como protagonistas a niños y jóvenes. El Papa Francisco —en la misa celebrada el lunes 8 de enero en Santa Marta— pidió no ceder a la crueldad y a la maldad de tomársela con los más débiles, con los que sin embargo es necesario ser cercanos con la auténtica compasión. Y quiso también compartir un conmovedor recuerdo personal de cuando era niño en Buenos Aires.

En la «primera lectura empieza la historia de Samuel —hizo notar Francisco en la homilía, refiriéndose al paso bíblico tomado precisamente del libro de Samuel (1, 1-8)— y hay una cosa que llama la atención: este hombre, que será el padre de Samuel, es un hombre —se llamaba Elcaná— y tenía dos mujeres. Una tenía dos hijos, la otra no. Y esta que tenía dos hijos —Peninná, se llamaba; la otra se llamaba Ana, que sería la madre de Samuel— no tenía, era estéril». Pero Peninná, explicó el Papa, «en vez de ayudarla o consolarla, la afligía con dureza. La maltrataba y humillaba: “Tú eres estéril”. Se burlaba».

«Lo mismo sucede —observó el Pontífice— con Agar y Sara, la mujer de Abraham, la esclava y la mujer. Agar tenía un hijo, Sara era estéril y Agar la insultaba, la maltrataba, se burlaba de ella. Porque no tenían una riqueza, que es un hijo». Y aún más: «Podemos pensar también, por no pensar solamente en los pecados de las mujeres, en Goliat, ese soldado grande que tenía todo, todas las posibilidades de vencer, era el más fuerte, cuando vio a David lo despreció». En realidad Goliat «se burlaba del débil». Además, prosiguió Francisco, «podemos también pensar en la mujer de Job», en «cómo viéndolo enfermo, humillado, lo despreció, lo maltrató». Lo mismo «también la mujer de Tobías».

Delante de estas realidades, dijo el Papa, «yo me pregunto: ¿qué hay dentro de estas personas? ¿Qué hay dentro de nosotros, que nos lleva a despreciar, a maltratar, a burlarnos de los más débiles?». En efecto «se entiende, al límite, que uno se la toma con uno que es más fuerte: puede ser la envidia que te lleva». Pero ¿por qué tomársela con «los más débiles? ¿Qué hay dentro que nos lleva a comportarnos así?». Se trata de «algo que es habitual, como si yo necesitara despreciar al otro para sentirme seguro. Como una necesidad». A este propósito Francisco quiso compartir un episodio de su vida. «Yo recuerdo —esto sucede también entre los niños— de niño, tendría siete años: en el barrio había una mujer, sola, un poco loca. Y ella todo el día caminaba por el barrio, saludaba, decía tonterías y nadie entendía qué decía, no hacía mal a nadie. Las mujeres del barrio la daban de comer, alguna también algún vestido. Vivía sola. Daba vueltas todo el día y después se iba a su habitación, vivía en una habitación pobre, allí».

Esa mujer, recordó el Pontífice, «se llamaba Angiolina, y nosotros niños nos burlábamos de ella. Uno de los juegos que teníamos era: “vamos a buscar a Angiolina para divertirnos un poco”. Todavía, cuando pienso en esto pienso: “¡Pero cuánta maldad también en los niños! ¡Tomársela con el más débil!” Y hoy lo vemos continuamente, en las escuelas, con el fenómeno del acoso escolar: agredir al más débil, porque tú estás gordo o porque tú eres así o tú eres extranjero o porque eres negro, por esto agredir, agredir. Los niños, los jóvenes». Por eso, no se la tomaron con los más débiles «solo Peninná o Agar o las mujeres de Tobías o de Job»; lo hacen «también los niños».

«Esto significa que hay algo dentro de nosotros que nos lleva a esto, a la agresión del débil» afirmó el Pontífice. Y «creo que sea una de las marcas del pecado original, porque esto —agredir al débil— ha sido el trabajo de Satanás desde el principio: lo hizo con Jesús y lo hace con nosotros, con nuestras debilidades». Pero «nosotros lo hacemos con los otros. No hay compasión en Satanás: no hay lugar para la compasión. Y cuando se agrede al débil, falta compasión. Siempre hay necesidad de manchar al otro, de agredir al otro, como hacía esta mujer» en el pasaje bíblico propuesto por la liturgia.

«Se trata de una agresión que viene desde dentro y quisiera abatir al otro porque es débil» reiteró el Papa. «Los psicólogos darán buenas explicaciones, profundas —añadió— pero yo solamente digo» que lo hacen «también los niños»; y «esta es una de las marcas del pecado original, esta es obra de Satanás». Así «como cuando tenemos un buen deseo de hacer una buena obra, una obra de caridad, decimos: “Es el Espíritu que me inspira para hacer esto”. Cuando nosotros nos damos cuenta que tenemos dentro de nosotros este deseo de agredir a ese porque es débil, no dudemos: está el diablo, ahí. Porque esta es obra del diablo, agredir al débil».

En conclusión, el Papa sugirió pedir «al Señor que nos ayude a vencer esta crueldad», conscientes de que «todos nosotros tenemos la posibilidad de hacerlo: ¡todos nosotros!». Y deseó también que el Señor «nos dé la gracia de la compasión, la que es de Dios: Dios que tiene compasión de nosotros, padece con nosotros y nos ayuda a caminar».

 



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