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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Conversión del pensamiento

Lunes, 5 de marzo de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 10, viernes 9 de marzo de 2018.

 

«Convertir el pensamiento», además «de las obras y los sentimientos» en la convicción de que «la fe no es un espectáculo»: esta es la sugerencia propuesta para la Cuaresma por el Papa Francisco, en la misa celebrada el lunes por la mañana, 5 de marzo, en Santa Marta. Porque, afirmó, «es importante no solo lo que yo pienso, sino cómo pienso».

«En este tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión, hoy la Iglesia nos hace reflexionar sobre la conversión del pensamiento» hizo notar en seguida el Pontífice. Sí, «también el pensamiento debe convertirse: no por lo que piensa solamente, sino por cómo piensa». Y precisamente así «también el estilo del pensamiento debe convertirse».

Además, afirmó Francisco, «la Iglesia nos dice que nuestras obras deben convertirse y nos habla del ayuno, de la limosna, de la penitencia: es una conversión de las obras». Se trata en concreto, reiteró el Papa, de «hacer obras nuevas, obras con el estilo cristiano, ese estilo que viene de las bienaventuranzas» así como lo presenta Mateo en el capítulo 25 de su Evangelio. Es necesario, por tanto, aplicar en nuestra vida el estilo de las Bienaventuranzas.

Pero «la Iglesia nos habla también de la conversión de los sentimientos» explicó Francisco, porque «también los sentimientos deben convertirse: pensemos por ejemplo en la parábola del buen samaritano» que nos llama a «convertirse a la compasión».

«Sentimientos cristianos» por tanto, afirmó el Papa, junto a «conversión de las obras, conversión de los sentimientos, pero hoy» la Iglesia «nos habla de la “conversión del pensamiento”: no de lo que pensamos sino también de cómo pensamos, del estilo del pensamiento». Y así conviene preguntarse a sí mismos: «¿Yo pienso con un estilo cristiano o con un estilo pagano?».

Y precisamente «este es el mensaje que hoy la Iglesia nos da» hizo presente el Pontífice, refiriéndose a las «dos historias» propuestas por la liturgia que «nos ayudan a entender. En primer lugar, explicó recorriendo el pasaje bíblico tomado del segundo libro de Reyes (5, 1-15), está «Naamán el siro que va donde Eliseo para ser sanado», pero «cuando escucha lo que el profeta le dice que haga, se enfada, se desdeña y quiere volver sin hacerlo» diciendo «pero es una broma, este se burla de mí, donde nosotros hay ríos más bonitos que este Jordán». Y, explicó Francisco, «serán los siervos, que tienen un sentido de la realidad muchas veces más adecuado, quienes le dicen “haz la prueba”» de sumergirse siete veces en el río Jordán para curar la lepra.

La cuestión, afirmó el Papa, es que Naamán «esperaba el espectáculo, pensaba que Dios vendría solamente en el espectáculo y, dentro del espectáculo» se esperaba también «la sanación». Se lee de hecho en el pasaje bíblico que a las palabras de Eliseo, «se irritó Naamán y se marchaba diciendo “yo que había dicho: ¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahveh su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”».

Pero «el estilo de Dios es otro: sana de otra manera» advirtió el Pontífice. Y se «debe aprender a pensar en un nuevo estilo», se «debe convertir la forma de pensar».

«Lo mismo sucede con Jesús» explicó Francisco haciendo referencia al pasaje evangélico de Lucas (4, 24-30): «Jesús vuelve a Nazareth, va a la sinagoga y, como era costumbre, le ofrecen el libro para leerlo y él lee ese pasaje de Isaías y termina diciendo: “Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”».

En particular, afirmó el Papa, «el texto antes de ese de hoy, la parte que viene antes, dice que la gente lo miraba, estaba sorprendida —«¡qué bonito, lo que ha dicho, qué bonito!»— estaba contenta». Pero, prosiguió, «no falta nunca un charlatán que ha empezado a decir “pero este, este es hijo de un carpintero, ¿qué nos enseña? ¿En qué universidad ha estudiado?» — «Sí, es el hijo de José». Y así, dijo Francisco, «empezaron a cruzarse las opiniones y cambia la actitud de la gente: quieren matarlo». Se pasa «de la admiración, del estupor, a las ganas de matarlo».

El hecho, prosiguió el Papa, es que «también estos» que estaban en la sinagoga de Nazareth «querían el espectáculo» de Jesús y de hecho decían «pero que haga milagros, lo que dicen que ha hecho en Galilea, y nosotros creeremos». Es así, sin embargo, que Jesús explica las cosas: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria».

En realidad, hizo presente el Papa, «a nosotros nos cuenta decir que alguno de nosotros puede corregirnos: debe venir uno con el espectáculo, a corregirnos». Pero «la religión no es un espectáculo, la fe no es un espectáculo: es la palabra de Dios y el Espíritu Santo que actúa en los corazones».

«La Iglesia hoy nos invita a cambiar la forma de pensar, el estilo de pensar» insistió el Pontífice. Tanto que «tú podrás recitar todo el Credo, también todos los dogmas de la Iglesia, pero si no lo haces con el espíritu cristiano no sirve de nada». Porque «no solo es importante lo que yo pienso, sino cómo pienso». Y entonces, sugirió Francisco, preguntémonos «con qué espíritu yo pienso: ¿con espíritu cristiano o con espíritu mundano?». Y «el mismo pensamiento tiene un valor más bien diverso si está de una parte o de la otra».

De ahí la importancia de la «conversión del pensamiento», del «pensar de cristiano». Y «el Evangelio está lleno de esto»: por ejemplo «cuando Jesús continuamente dice “se os ha dicho esto, pero yo os digo esto” cambia el estilo de pensamiento». Lo mismo «cuando dice al pueblo, hablando de los doctores de la ley, “haced todo lo que ellos os dicen, pero no lo que hacen; creed en todo lo que os enseñan, pero no en la forma de creer que ellos tienen”». Precisamente esta es «la conversión del pensamiento».

En realidad, reconoció Francisco, «no es habitual que nosotros pensemos de esta manera» y por esta razón «también la forma de pensar, la forma de creer debe ser convertida». Concretamente el Papa propuso algunos interrogantes para plantearse a sí mismo: «¿Con qué espíritu pienso? ¿Con el espíritu del Señor o con el espíritu propio, el espíritu de la comunidad a la cual pertenezco o del grupo o de la clase social a la que pertenezco o del partido al que pertenezco? ¿Con qué espíritu pienso?». Y así, verificando «si yo pienso realmente con el espíritu de Dios, pedir la gracia de discernir cuando pienso con el espíritu del mundo y cuando pienso con el espíritu de Dios». Y por esto, concluyó Francisco, es importante pedir a Dios también «la gracia de la conversión del pensamiento».

 



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