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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Contra el veneno de la maledicencia

Jueves, 17 de mayo de 2018

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 23, viernes 8 de junio de 2018.

 

Con la técnica de la «fingida unidad» se engaña desde siempre al pueblo para dar, aún hoy, golpes de estado, condenar a los justos —comenzando por Jesús— pero también para destruir la vida en las comunidades cristianas, acabando con las personas a golpe de chácharas. Es de este «comportamiento asesino» de lo que el Papa puso en guardia en la misa celebrada el jueves 17 de mayo en Santa Marta, reproponiendo la esencia de la verdadera unidad testimoniada por Cristo mismo en la oración al Padre «para que todos sean una sola cosa». Y precisamente «en la liturgia de hoy —señaló inmediatamente el Pontífice— podemos ver dos caminos, dos pesos, dos medidas, para llegar a la unidad». Se trata de «dos tipos de unidad». Y «la primera», explicó Francisco refiriéndose al pasaje del Evangelio según san Juan (17, 20-26) es aquella para la que «Jesús reza al Padre por nosotros, “para que todos sean uno”, una, “como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado”». Es, en definitiva, «la unidad a la que nos lleva Jesús» afirmó el Papa, «la unidad en el Padre, como él es con el Padre». Y es «una unidad constructiva, una unidad que va arriba, siempre; es una unidad acogedora, que hace la Iglesia una».

Y «el Espíritu Santo —insistió el Pontífice— nos lleva siempre hacia esta unidad: una unidad de salvación, porque Jesús quiere salvar a todos y ns lleva a esta unidad». Esta, relanzó Francisco, es también «una unidad que no termina: irá hacia la eternidad, es decir, tiene grandes horizontes». Y «así crece la unidad y cuando nosotros, en la vida, en la Iglesia o en la sociedad civil trabajamos por la unidad, estamos en este camino». Conscientes de que «cada persona que trabaja por la unidad está en el camino que Jesús ha trazado». Precisamente «esta es la gran unidad —añadió el Papa— aquella que nos revela al Padre y nos hace ver el núcleo de la revelación que Jesús nos trajo». Pero «hay otro tipo de unidad que yo llamaría “unidad fingida” o unidad coyuntural: la que tienen los acusadores de Pablo en la primera lectura» afirmó el Pontífice, haciendo referencia al pasaje de los Hechos de los apóstoles (22, 30 23, 6-11). Estos acusadores, de hecho, explicó el Papa, «se presentan como un bloque para acusar a Pablo: “va contra la ley, va contra esto, es un blasfemo”». Por su parte, «el procurador romano ve a esta gente y dice “pero es todo el pueblo, uno”» pero, prosiguió Francisco, «Pablo, que era esbelto —porque el Espíritu Santo también nos permite ser humanamente esbeltos: nos pide eso— y sabía que la unidad era fingida, era coyuntural solamente, tira la piedra de división». Se lee, de hecho, en la página de los Hechos: «Pablo, sabiendo que una parte era de los saduceos y una parte de los fariseos dijo a gran voz en el sanedrín” —tira la piedra— “Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; estoy llamado a juicio con motivo de la esperanza de la resurrección de los muertos”».

Y «esta es la piedra que tira Pablo contra esta falsa unidad que lo acusa». Tanto que, «continúa el texto: “apenas hubo dicho esto, explotó una disputa entre los fariseos y los saduceos”. Se disolvió la unidad, disputan entre ellos. Primero disputaban contra Pablo para acusarlo y condenarlo a muerte; pero Pablo, con aquella frase, destruye aquella unidad porque era fingida, no tenía consistencia. “Explotó una disputa entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió. Los saduceos, de hecho, afirman que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus; los fariseos en cambio profesan todas estas cosas”». En definitiva, «Pablo, con la sabiduría humana que tenía y la sabiduría del Espíritu Santo, fue capaz de destruir este bloque de unidad». Por el resto, continuó el Papa, «lo mismo hemos visto en las persecuciones de Pablo, por ejemplo en Jerusalén».

De hecho, «el texto de los Hechos de los apóstoles dice que todos aquellos que estaban congregados allí gritaban contra Pablo pero ninguno sabía ni escuchaba al otro, no sabía qué gritaban: habían sido convocados para hacer ruido». Y «lo mismo, por ejemplo» afirmó Francisco, sucedió «con los operadores de Artemisa de los efesios, en Éfeso cuando —dice el texto— ninguno sabía el motivo por el que gritaba» como cuentan los Hechos en el capítulo 19. En la práctica, explicó el Pontífice, así «el pueblo se convierte en masa, anónimo: hace una unidad anónima y los dirigentes dicen “debe gritar contra eso” y gritan».

Incluso si «después no saben por qué gritan, qué quieren». «Esta instrumentalización del pueblo es también un desprecio al pueblo, porque lo convierte en pueblo en masa» dijo Francisco. Haciendo notar que «es un elemento que se repite mucho, desde los primeros tiempos hasta ahora. Pensemos arriba: el domingo de Ramos todos aclaman “Bendito seas tú, que vienes en nombre del Señor”», pero el «viernes después la misma gente grita “crucificadlo”». La respuesta es que se ha lavado el cerebro y así cambiaron las cosas: en la práctica «han convertido al pueblo en una masa que destruye». Es más, sugirió Francisco, «pensemos en Esteban: buscan inmediatamente dos falsos testimonios y así la gente va a lapidar a Esteban». Y «en el Antiguo Testamento pensamos en la misma técnica» puesta en práctica «por la reina Jezabel con Nabot», según lo referido en el primer libro de los Reyes. Es siempre «lo mismo: se crean condiciones seguras, “brumosas”, para condenar a una persona». Sí, «después aquella unidad» termina por deshacerse, pero mientras «la persona es condenada». «Incluso hoy este método es muy usado» puso en guardia el Papa. «Por ejemplo, en la vida civil, en la vida política, cuando se quiere dar un golpe de estado, los medios empiezan a mal hablar de la gente, de los dirigentes y con la calumnia y la difamación, les manchan. Después entra la justicia, les condena y, finalmente se da el golpe de estado. Es un sistema entre los más impropios».

Pero precisamente «con este método —aclaró Francisco— fue perseguido Pablo» y fueron perseguidos «Jesús, Esteban y después todos los mártires». Cierto, añadió el Pontífice, finalmente «la gente que iba al circo y gritaba para ver cómo se hacía la lucha entre los mártires y las fieras o los gladiadores, pero siempre, el eslabón de la cadena para llegar a la condena o a otro interés después de la condena es este ambiente de unidad fingida, de unidad falsa». El Papa recordó que «en una medida más restringida» todo esto «sucede en nuestras comunidades parroquiales, por ejemplo, cuando dos o tres comienzan a criticar a otro y comienzan a hablar mal de aquel y hacen una unidad fingida para condenarlo». Juntos, continuó Francisco, «se sienten seguros y lo condenan: lo condenan mentalmente, como comportamiento; después se separan y hablan uno contra el otro, porque están divididos». Y precisamente por eso, remarcó, «el chismorreo es un comportamiento asesino, porque mata, acaba con la gente, acaba con la “fama” de la gente».

Y «el chismorreo es lo mismo que hacían estos con Pablo, lo mismo que hicieron con Jesús: desacreditarlo» y «una vez desacreditado, lo echan». «Pensemos en la gran vocación a la que estamos llamados: la unidad con Jesús, el Padre» pidió el Pontífice. Y «sobre este camino debemos ir, que se unan hombres y mujeres y que siempre busquen ir adelante en el camino de la unidad». Pero, insistió el Papa, «no las unidades fingidas que no tienen sustancia y que sirven solamente para dar un paso más y condenar a la gente y llevar adelante intereses que no son los nuestros: intereses del príncipe de este mundo, que es la destrucción». Y así Francisco concluyó su homilía auspiciando «que el Señor nos dé la gracia de caminar siempre en el camino de la verdadera unidad».

 



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