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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Como la flor del almendro

Viernes, 8 de junio de 2018

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 27, viernes 6 de julio de 2018.

 

Para entender y vivir el amor no son necesarios bonitos discursos sino las simples obras de misericordia —dar de comer a quien tiene hambre, visitar enfermos y presos— que no hay que confundir con la también merecida beneficencia laica. Porque al amor de Dios, que no tiene límites y se manifiesta en la pequeñez y en la ternura, se responde con los hechos antes incluso que con las palabras. Este es el mensaje que el Papa Francisco propuso en la misa celebrada en Santa Marta el viernes por la mañana, 8 de junio, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

«Podemos decir que hoy la Iglesia celebra la solemnidad litúrgica del amor de Dios: hoy es la fiesta del amor» afirmó el Pontífice al inicio de la homilía: «El apóstol Juan —añadió— nos dice “qué es el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios sino que Él nos ha amado primero. Él nos esperaba con amor. Él es el primero en amar”». Y, añadió Francisco, «los profetas entendían esto y usaron el símbolo de la flor del almendro: es lo que florece primero, en primavera». También Dios «es así: siempre primero; nos espera primero, nos ama primero, nos ayuda primero». Y «el amor es esto, es el amor de Dios».

Al respecto, el Papa hizo presente también que «es difícil entender el amor de Dios: Pablo, en el pasaje de la carta propuesta hoy por la liturgia» (Efesios 3, 8-12.14-19), habla de «anunciar a las gentes la inescrutable riqueza de Cristo». En sustancia «habla del misterio escondido desde hace siglos en Dios: el de las “inescrutables riquezas” de Dios». Pero, reconoció el Pontífice, «no es fácil entender esto: es una cosa lejana, misteriosa».

Después, Pablo «reza para que los cristianos sean capaces de comprender cuál es, y ahí cancela todos los límites, la amplitud, la largura, la altura y la profundidad del amor de Dios». En resumen el apóstol «habla de Dios cancelando el límite: va más allá siempre». Estamos delante de un «amor que no se puede entender» reiteró Francisco. Porque el «amor de Cristo supera todo conocimiento, supera todo: tan grande es el amor de Dios». Tanto que, afirmó, «un poeta decía que era como “el mar, sin orillas, sin fondo”, un mar sin límites».

Precisamente «esto es el amor que nosotros debemos entender, el amor que nosotros recibimos» explicó el Papa. Y «esta es la gracia que pide Pablo: entender y “anunciar a las gentes las riquezas inescrutables de Cristo”».

Por eso, la cuestión de fondo, sugirió el Pontífice, es «cómo se puede entender el amor» y también «cómo el Señor nos ha revelado este amor». Mirando «la historia de la salvación, el Señor ha sido un gran pedagogo, con la pedagogía del amor». Al referirse en particular al pasaje del profeta Oseas (11, 1.3-4.8-9) propuesto por la liturgia, el Papa hizo notar que «el Señor explica cómo ha manifestado su amor: no con el poder, con hacer sentir todo». Es más, con la actitud contraria. «Escuchamos» las palabras del profeta, sugirió Francisco: «Yo he enseñado a caminar a mi pueblo, teniéndole de la mano. Cuidaba de ellos». Por tanto Dios tenía a su pueblo «de la mano, cerca, como un papá». Es más, prosigue el texto de Oseas: «Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla —cuánta ternura—, me inclinaba hacia él y le daba de comer. Mi corazón está en mi trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas». El pasaje de Oseas testimonia, afirmó el Pontífice, que Dios no «manifiesta el amor con las cosas grandes: se empequeñece, se empequeñece, se empequeñece, con estos gestos de ternura, de bondad». Es un Dios que «se hace pequeño, se acerca, y con esta cercanía, con este empequeñecimiento, él nos hace entender la grandeza del amor».

«Lo grande va entendido por medio de lo pequeño» reiteró el Papa. Recordando también que Dios «va más allá, envía a su Hijo, pero no lo envía en majestad, en fuerza, lo envía en carne, en carne pecadora: “El Hijo se humilló a sí mismo, se aniquiló, tomó forma de siervo hasta la muerte, la muerte en la cruz”». Por eso, insistió Francisco, «la grandeza más grande se expresa en la pequeñez más pequeña y más dramática: esto es el misterio del amor de Dios, de este amor que el Señor nos enseña a poner más en los hechos que en las palabras».

Es «un amor total» afirmó Francisco. Y «el símbolo es un corazón atravesado: así podemos entender también el recorrido cristiano». De hecho, explicó, «cuando Jesús quiere enseñarnos cómo debe ser la actitud cristiana nos dice pocas cosas, nos hacer ver ese famoso protocolo sobre el cuál todos nosotros seremos juzgados: Mateo 25»

Y ese protocolo evangélico, hizo notar el Pontífice, «no dice: “yo pienso que Dios es así, he entendido el amor de Dios”». El pasaje del Evangelio de Mateo afirma sin embargo: «Yo he hecho en pequeño el amor de Dios: he dado de comer al hambriento, he dado de beber al sediento, he visitado al enfermo, al preso». Porque, explicó el Papa, «las obras de misericordia son precisamente el camino de amor que Jesús nos enseña en continuación con este amor de Dios, grande». Y es «con este amor sin límites que se ha aniquilado, se ha humillado en Jesucristo, y nosotros debemos expresarlo así». Por tanto, prosiguió, «el Señor no nos pide grandes discursos sobre el amor; nos pide ser hombres y mujeres con un gran amor o con un pequeño amor, lo mismo, pero que sepamos hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre».

En esta perspectiva, añadió el Pontífice, «se entiende la diferencia entre esa que sería un obra de beneficia meritoria, laica, y esas que son las obras de misericordia que son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante».

«Hoy es la solemnidad del amor de Dios —concluyó Francisco— y el amor de Dios, para entenderlo, se debe transmitir en las obras, en las pequeñas obras de misericordia: transmitirlo así, con sencillez». Y «este será el anuncio de este amor que no tiene límites y por esto ha sido capaz de expresarse en las pequeñas cosas». Con el deseo que de «el Señor nos haga entrar en este misterio de amor de Dios».

 



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