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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Cómo el diablo ha sido vencido

Viernes, 14 de septiembre de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 3, viernes 18 de enero de 2019

 

«Hoy será bonito si en casa, tranquilos, tomamos cinco, diez, quince minutos delante del crucifijo, el que tengamos en casa o del rosario», para «mirarlo» y recordar que «es nuestro símbolo de derrota que provoca las persecuciones, que nos destruyen», pero «es también nuestro símbolo de victoria, porque Dios ha vencido ahí». Esta es la concreta propuesta espiritual que el Papa Francisco quiso sugerir durante la misa celebrada en Santa Marta el viernes 14 de septiembre, fiesta de la exaltación de la santa cruz. Y una vez más advirtió del acercamiento del gran Acusador que, como «un perro enfadado», está preparado para morder.

«Hoy la Iglesia nos invita a contemplar la cruz del Señor, la santa cruz, que es el signo del cristiano» recordó enseguida el Pontífice. La cruz «es ese signo que desde niños fue quizás el primero que aprendimos a hacernos sobre el pecho y los hombros, la santa cruz de Dios». Y «contemplar la cruz para nosotros cristianos es contemplar un signo de derrota y un signo de victoria, ambas».

«La predicación de Jesús, los milagros de Jesús, todo lo que Jesús había hecho en la vida, terminó en un “fracaso”, fracasó allí, en la cruz» explicó el Papa. «Todas las esperanzas que los discípulos tenían en él —añadió— desaparecieron: nosotros esperábamos que este fuera el mesías, pero ha sido crucificado». Y «la cruz es ese patíbulo, ese instrumento de tortura cruel. Ahí ha terminado toda la esperanza de la gente que seguía a Jesús. Una verdadera derrota».

«No tengamos miedo de contemplar la cruz como un momento de derrota, de fracaso», prosiguió Francisco, haciendo referencia a la Carta de san Pablo a los Filipenses (2, 6-11) propuesta como segunda lectura. «Pablo cuando hace le reflexión sobre el misterio de Jesucristo —afirmó— nos dice cosas fuertes, nos dice que Jesús se vació a sí mismo, se aniquiló a sí mismo, asumió todo nuestro pecado, todo el pecado del mundo: era un “trapo”, un condenado». Por tanto, afirmó el Papa, «Pablo no tenía miedo de hacer ver esta derrota y también esto puede iluminar un poco nuestros momentos feos, nuestros momentos de derrota».

Pero la cruz es también «un signo de victoria para nosotros cristianos». Tanto que «en la tradición estaba esa aparición: “con este signo tú vencerás”, signo de la victoria para nosotros». Y «la lectura de hoy —dijo Francisco citando el pasaje del libro de los Números (21, 4-9), propuesto también por el pasaje evangélico de Juan (3, 13-17)— habla del momento en el cual el pueblo a causa de la murmuración ha sido castigado por las serpientes; habla de las serpientes como instrumento de muerte». Y «detrás está la memoria de Israel, la serpiente antigua, esa del paraíso terrestre. Satanás, el gran Acusador. Era profético porque ha dicho el Señor a Moisés que levantara una serpiente, levantar. Pero eso que te daba la muerte, eso que era pecado, todo será levantado y esto dará la salud. Esta es una profecía».

«Jesús hecho pecado ha vencido al autor del pecado, ha vencido a la serpiente» reafirmó el Pontífice. Satanás, de hecho, «estaba feliz el Viernes santo, estaba feliz; estaba tan feliz que no se dio cuenta que estaba la gran trampa de la historia en la que caería. Vio a Jesús tan deshecho, harapiento y como el pez hambriento que va al cebo atado al anzuelo él fue allí y se tragó a Jesús. Eso lo dicen los padres de la Iglesia».

«Su victoria —afirmó el Papa— lo volvió ciego, se tragó este “trapo”, este Jesús destruido. Estaba feliz pero en ese momento se tragó también la divinidad porque era el cebo unido al anzuelo con el pez. En ese momento satanás es destruido para siempre. No tiene fuerza. La cruz, en ese momento, se convierte en signo de victoria».

«Nuestra victoria —añadió Francisco— es la cruz de Jesús, la derrota de eso que había tomado sobre sí todos nuestros pecados, estaba casi destruido, todas nuestras culpas; y la victoria delante de nuestro enemigo, la gran serpiente antigua, el gran Acusador». Por eso «la cruz es signo de victoria para nosotros, en la cruz hemos sido salvados, en ese recorrido que Jesús que querido hacer hasta lo más bajo, lo más bajo, pero con la fuerza de la divinidad».

A este respecto, el Pontífice recordó las palabras de Jesús: «“Cuando sea elevado, llevaré a todos conmigo”. Jesús elevado y Satanás destruido. La cruz de Jesús debe ser para nosotros la atracción: miradla, porque es la fuerza para continuar adelante». Y «la serpiente antigua destruida todavía ladra, todavía amenaza, pero, como decían los padres de la Iglesia, es un perro encadenado: no te acerques y no te morderá; pero si tú vas a acariciarlo porque el encanto te lleva ahí como si fuera un cachorro, prepárate, te destruirá». Y «así, con esta victoria de la cruz, con Cristo resucitado, que nos envía el Espíritu Santo, nos hace ir adelante, adelante, siempre; y ese perro encadenado, ahí, al cual no debo acercarme porque me morderá, avanza nuestra vida».

«La cruz nos enseña esto, que en la vida está el fracaso y la victoria» reiteró en conclusión el Pontífice. «Debemos —exhortó— ser capaces de tolerar las derrotas, de llevarlas con paciencia, las derrotas, también de nuestros pecados porque él ha pagado por nosotros. Tolerar en él, pedir perdón en él pero nunca dejarse seducir por ese perro encadenado».

 



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