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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

En el camino de la pobreza

Jueves, 18 de octubre de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 29, viernes 19 de julio de 2019

 

Con una oración por el cardenal Ernest Simoni, el día de su nonagésimo cumpleaños, el Papa Francisco comenzó la misa en Santa Marta, el jueves 18 de octubre por la mañana. El cardenal albanés —arrestado en la noche de Navidad de 1963 y liberado solo en 1990, después de toda una vida de trabajos forzados— estuvo acompañado por el cardenal arzobispo de Florencia, Giuseppe Betori. Y fue precisamente al cardenal Simoni a quien se dirigió el Papa durante la homilía para recordar la persecución de la que fue víctima por ser cristiano. Pero las persecuciones, afirmó el Papa con firmeza, todavía tienen lugar hoy y también en el sínodo de los obispos se presentaron testimonios heroicos de jóvenes fieles al Evangelio hasta el punto del martirio.

Francisco, al comienzo de la homilía, señaló inmediatamente que «en la oración colecta vimos que el Señor a través de San Lucas», cuya fiesta se celebra hoy, «quería revelar su cariño por los pobres». Y esto «sabemos gracias a los escritos de San Lucas: su Evangelio y los Hechos de los Apóstoles». El pasaje del Evangelio de Lucas (10, 1-9), propuesto hoy por la liturgia, señala que «cuando el Señor envía a sus setenta y dos discípulos, los envía “en pobreza”, les da consejos sobre la pobreza». Es «la pobreza del discípulo: el camino del discípulo, el Señor quiere que sea pobre». Si un discípulo está apegado al dinero, a la riqueza, «no es un verdadero discípulo», reafirmó el Papa. Sugiriendo que «hay tres formas, tres modos de vivir la pobreza en la vida de los discípulos, pobrezas diversas, tres etapas —podemos decir— de pobrezas diversas».

«La primera pobreza es: separación del dinero, de la riqueza». Al enviar a los discípulos, Jesús les aconseja que no lleven ni «bolsa, ni alforja , ni sandalias» y les dice: «Id con lo mínimo a predicar». Y, agregó el Papa, «si en el trabajo apostólico hacen falta estructuras u organizaciones que parecen ser un signo de riqueza, utilizadlas bien». Pero siempre «desapegados». En definitiva, hace falta «el corazón pobre». De hecho, «la condición para comenzar el camino del discipulado es la pobreza». En este sentido, Francisco nos invitó a pensar «en ese joven, tan bueno, hasta el punto de mover el corazón de Jesús». Ese joven «no pudo seguirlo porque tenía tantas riquezas y su corazón estaba apegado a las riquezas». En cambio, dijo el Pontífice, «si quieres seguir al Señor, elige el camino de la pobreza» y si tienes riquezas, es porque «el Señor te las ha dado para servir a los demás». Pero «tu corazón» debe estar «despegado» de ellas. Además, el Papa insistió: «el discípulo no debe temer a la pobreza, sino que debe ser pobre: esta es una de las diferentes formas de pobreza que el Señor le pide a sus discípulos». Luego, dijo Francisco, continuando su meditación, «hay otra forma de pobreza» que podemos reconocer en las propias palabras de Jesús: «Id, mirad, os envío como corderos en medio de lobos». Es «la pobreza de las persecuciones, los discípulos del Señor perseguidos a causa del Evangelio: incluso hoy en día hay muchos, calumniados».

El Papa confió al respecto: «ayer, en la sala del Sínodo, un obispo de uno de estos países donde hay persecución habló de un muchacho católico secuestrado por un grupo de jóvenes que odiaban a la Iglesia, fundamentalistas; fue golpeado y luego arrojado a una cisterna y después lanzaron barro y al final, cuando el barro le había llegado al cuello, le preguntaron por última vez: “¿renuncias a Jesucristo?”. Y él: “¡No!” Así que “tiraron una piedra y lo mataron”. Y todos lo escuchamos, esto no sucedió en los primeros siglos: ¡esto sucedió hace dos meses!». Y «es un ejemplo», dijo Francisco: «cuántos cristianos de hoy sufren persecución física: “¡Este ha blasfemado! ¡A la horca!” Es así. Las persecuciones que duran mucho tiempo y nuestro hermano de noventa años podrá contarnos muchas cosas», agregó el Papa, refiriéndose al cardenal Simoni.

«Pero hay otras persecuciones», continuó el Papa. Comenzando con la «persecución de la calumnia, los rumores y los cristianos callan, toleran esta “pobreza”». Sí, agregó, «a veces es necesario defenderse para no causar escándalo». Hay «pequeñas persecuciones en el barrio, en la parroquia: pequeñas, pero son prueba de pobreza». Y «es el segundo modo de pobreza que el Señor nos pide: el primero es dejar las riquezas, no estar con el corazón apegado a las riquezas; El segundo, recibir humildemente las persecuciones, tolerar las persecuciones. Esto es una pobreza».

Luego, Francisco explicó que también hay «un tercer modo» y lo sugiere la primera lectura de la liturgia del día, tomada de la segunda carta de San Pablo Apóstol a Timoteo (4, 10-17). Es, explicó, la «pobreza de la soledad, del abandono: cuando el discípulo, que salió con tanta fuerza para predicar al Señor, también ha tolerado las persecuciones, al final de la vida se siente abandonado: abandonado por todos». Y «este pasaje de Pablo, del gran Pablo que no temía a nada, es un ejemplo de esta pobreza». Tanto es así que, dijo el Pontífice, Pablo «escribe a su hijo —hijo del alma—, Timoteo, obispo: “Hijo mío, Demas me ha abandonado; Crescente fue a Galacia. Tito a Dalmacia. Sólo Lucas está conmigo. Alejandro, el herrero, me causó muchos daños: ha atacado nuestra predicación. En mi primera defensa en la corte, nadie me ayudó —el gran Pablo solo, ante los jueces paganos—, todos me abandonaron. El Señor, sin embargo, estuvo cerca de mí y me dio fuerzas”». «El abandono del discípulo: ese muchacho de diecisiete, dieciocho, veinte años —dijo Francisco— quien con tanto entusiasmo deja las riquezas para seguir a Jesús; esa chica que hace lo mismo y luego con fortaleza y fidelidad tolera las calumnias, las persecuciones diarias, los celos, incluso las pequeñas o las grandes persecuciones, al final el Señor puede pedirle esto: la soledad del fin».

«Pienso en el hombre más grande de la humanidad, y esta calificación viene de la boca de Jesús: Juan el Bautista: el mayor hombre nacido de una mujer», dijo el Papa. Juan fue un «gran predicador: la gente iba a él para que los bautizara. ¿Cómo terminó? Solo, en la cárcel. Pensad qué es una celda y cómo eran las celdas de ese tiempo, porque si las de ahora son así, pensad en las de entonces». Y Juan terminó «solo, olvidado, asesinado por la debilidad de un rey, el odio de una adúltera y el capricho de una joven: así terminó el hombre más grande de la historia».

Pero «sin ir tan lejos —continuó— muchas veces en las residencias para ancianos, donde hay sacerdotes o monjas que pasaron sus vidas predicando, se sienten solos o solas, solo con el Señor: nadie los recuerda». Y «este tercer modo de pobreza, Jesús se lo prometió a Pedro: cuando eras un muchacho, ibas a donde querías; cuando seas viejo, te llevarán a donde no quieras».

«La pobreza como camino del discípulo» reafirmó el pontífice. Sí, «el discípulo, pobre, porque su riqueza es Jesús. Pobre, porque no está apegado a la riqueza: primer paso. Pobre, porque es paciente frente a pequeñas o grandes persecuciones: segundo paso. Pobre, porque entra en este estado de ánimo al final de la vida que nos recuerda el de San Pablo: abandonado». Y «el mismo camino de Jesús que termina con esa oración al Padre: “Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”».

«Que esta revelación de la predilección del Señor por la pobreza», concluyó Francisco, «nos ayude a avanzar y orar por los discípulos, por todos los discípulos, sean sacerdotes, hermanas, obispos, papas, laicos: todos. Para que sepan recorrer el camino de la pobreza como quiere el Señor».

 



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