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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DE TAIZÉ

 

Al hermano Aloïs y a la Comunidad de Taizé

Este año, en el que la Comunidad de Taizé celebra tres aniversarios: el 75° aniversario de su fundación, el centenario del nacimiento del hermano Roger y el 10° aniversario de su muerte, me uno a vuestra acción de gracias a Dios, Aquel que suscita siempre nuevos testigos fieles hasta las últimas consecuencias. He confiado a mi venerado hermano el cardenal Kurt Koch la tarea de transmitiros a vosotros y a todos los miembros de la Comunidad la seguridad de mi afecto.

Como dijo el Papa Benedicto XVI a los jóvenes, con ocasión del Encuentro europeo organizado por la Comunidad de Taizé en Roma en 2012, el hermano Roger fue un «testigo incansable del Evangelio de la paz y de la reconciliación, animado por el fuego de un ecumenismo de la santidad» (Discurso del 29 de diciembre de 2012).

Fue este fuego el que lo impulsó a fundar una comunidad que se puede considerar una auténtica «parábola de comunión» que, hasta nuestros días, sigue desempeñado un papel muy importante en la construcción de puentes de fraternidad entre los cristianos.

Buscando con pasión la unidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, el hermano Roger se abrió a los tesoros custodiados en la diversas tradiciones cristianas, sin provocar una ruptura con su origen protestante. Con la perseverancia que ha demostrado durante su larga vida, contribuyó en la modificación de las relaciones entre cristianos aún separados, trazando para muchos un camino de reconciliación.

Nutriéndose con la Sagrada Escritura, el hermano Roger se remitía también a la enseñanza de los santos Padres de la Iglesia, recurría a las fuentes cristianas y sabía hacerlas actuales entre los jóvenes.

El hermano Roger comprendía a las nuevas generaciones; confiaba en ellos. Él hizo de Taizé un lugar de encuentro donde jóvenes de todo el mundo se sienten respetados y acompañados en su búsqueda espiritual.

El hermano Roger amó a los pobres, a los olvidados, a quienes, aparentemente, no cuentan para nada; y testimonió, con su vida y con la de sus hermanos, que la oración va de la mano con la solidaridad humana.

Doy gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por el don de la vida del hermano Roger, hasta su muerte violenta. Que la Comunidad de Taizé mantenga siempre encendidos el testimonio que dio de Cristo resucitado y el llamamiento que renovó de forma incesante de «elegir amar».

Vaticano, 16 de agosto de 2015

Francisco

 


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