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PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS FUNCIONARIOS DEL CEREMONIAL DIPLOMÁTICO
DE LA REPÚBLICA ITALIANA Y A LOS FUNCIONARIOS
DE LA EMBAJADA DE ITALIA ANTE LA SANTA SEDE

Sala Clementina
Viernes 20 de diciembre de 2013

 

Señor jefe del ceremonial,
señor embajador,
ilustres señoras y señores:

Os saludo a todos cordialmente y os doy las gracias por vuestra visita, que el clima navideño hace aún más agradable.

Ante todo deseo expresaros mi reconocimiento por toda la ayuda que prestáis a mi ministerio con vuestro trabajo, especialmente la labor oculta, que no se nota, pero que es tan valiosa. ¡Gracias de corazón!

El pasado 19 de marzo, por ejemplo, es difícil darse cuenta de toda la actividad diplomática que estaba detrás de ese gran encuentro. Y hoy es la ocasión propicia para agradeceros. No sólo, sino también para deciros que estoy muy contento por lo que acabo de escuchar: vuestra colaboración con la Secretaría de Estado y con la Prefectura de la Casa pontificia; y de la dimensión ética y espiritual que sabéis ver en lo que hacéis.

Respecto al valor, al significado de vuestro obrar, permitidme destacar una perspectiva que considero muy importante. Por vuestro servicio, estáis en la condición de favorecer la cultura del encuentro. Sois funcionarios diplomáticos y todo vuestro trabajo tiende a hacer que los representantes de los países, de las Organizaciones internacionales, de las instituciones puedan encontrarse en el modo más proficuo. ¡Cuán importante es este servicio! El aspecto propiamente ceremonial, más visible, está orientado hacia aquello que no se ve, al crecimiento de relaciones positivas, basadas en el conocimiento recíproco, en el respeto, en la búsqueda común de vías de desarrollo y de paz.

En especial, vosotros tenéis, en todo esto, una carta más para jugar: la del patrimonio cultural italiano. Italia ha sido siempre en el mundo sinónimo de cultura, de arte, de civilización. Y vosotros contribuís a hacer que esto se valore para la cultura del encuentro, que tal patrimonio favorezca el bien común, la que Pablo VI llamaba la civilización del amor.

La ya cercana Navidad es la fiesta del encuentro entre Dios y el hombre. Se nos entrega un Niño que en su persona realiza plenamente este encuentro. También quien no es cristiano se siente interpelado por el mensaje del Nacimiento de Jesús. Deseo que cada uno de vosotros pueda vivir intensamente este misterio de amor, y el mismo anime en profundidad también vuestro servicio.

Sobre todo quiero desearos que el Señor Jesús done mucha paz y serenidad a vuestras familias, a los niños, a los ancianos, a las personas enfermas. Os doy las gracias de nuevo y os pido por favor que recéis por mí. ¡Os deseo una feliz Navidad!



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