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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN INTERNACIONAL
PARA LAS TRADUCCIONES DEL MISAL EN INGLÉS

Sala de los Papas
Viernes 18 de octubre de 2013

 

Queridos hermanos en el episcopado,
queridos amigos:

Doy la bienvenida a los miembros y a los oficiales de la International Commission on English in the Liturgy, en el contexto de vuestro encuentro en Roma para celebrar el 50° aniversario de la creación de la Comisión. Doy las gracias al arzobispo monseñor Arthur Roche, secretario de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos y ex presidente del ICEL, por las palabras que me ha dirigido al presentaros a todos vosotros. A través de vosotros, deseo enviar mi saludo y la expresión de mi gratitud a las Conferencias episcopales que representáis y a los consultores y al personal que trabaja en la Comisión.

Fundada para contribuir a la puesta en práctica de la gran renovación litúrgica deseada por la Constitución sobre la sagrada liturgia del Concilio Vaticano II, el ICEL fue también uno de los signos del espíritu de colegialidad episcopal que encuentra expresión en la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Concilio (cf. Lumen gentium, nn. 22-25). El presente aniversario es una ocasión para dar gracias por el inmenso trabajo que la Comisión ha realizado a lo largo de los cincuenta años transcurridos, no sólo para preparar las traducciones en lengua inglesa de los textos de la liturgia, sino también para progresar en el estudio, la comprensión y la apropiación de la rica tradición eucológica y sacramental de la Iglesia. El trabajo de la Comisión ha contribuido también de modo significativo a una consciente, activa y devota participación en la liturgia pedida por el Concilio, participación que, como Benedicto XVI nos ha justamente recordado, necesita ser comprendida de modo aún más profundo «partiendo de una mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana» (Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 52). Los frutos de vuestro trabajo han servido para dar forma a la oración de un gran número de católicos y han contribuido también a la comprensión de la fe, al ejercicio del sacerdocio común de los fieles y a la renovación del dinamismo evangelizador de la Iglesia, todos temas centrales en la enseñanza conciliar. En verdad, como destacó el beato Juan Pablo II, «para muchos el mensaje del Concilio Vaticano II ha sido percibido ante todo mediante la reforma litúrgica» (Carta ap. Vicesimus quintus annus, n. 12).

Queridos amigos, ayer por la tarde habéis celebrado una solemne misa de acción de gracias junto a la tumba del Apóstol Pedro, bajo la gran inscripción que dice: «Hinc una fides mundo refulget; hinc unitas sacerdotii exoritur». Al hacer posible a un gran número de fieles diseminados por el mundo rezar con un lenguaje común, vuestra Comisión dio su aportación para el fortalecimiento de la unidad de la Iglesia en la fe y en la comunión sacramental. Esta unidad y comunión, que encuentra su propio origen en la Santísima Trinidad, constantemente reconcilia y aumenta la riqueza de la diversidad. Que vuestro continuo esfuerzo ayude a realizar aún más plenamente la esperanza expresada por el Papa Pablo VI al promulgar el misal romano: que «en la gran diversidad de las lenguas, una única oración se eleve como ofrenda agradable al Padre nuestro del cielo, mediante nuestro Sumo Sacerdote Jesucristo, en el Espíritu Santo».

A vosotros y a todos los que colaboran en el trabajo de la Comisión imparto de corazón la bendición apostólica, como signo de abundante paz y alegría en el Señor.

 



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