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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO PROMOVIDO
POR EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL
DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES
"LA IGLESIA Y LOS GITANOS: ANUNCIAR EL EVANGELIO EN LAS PERIFERIAS"

Sala Clementina
Jueves 5 de junio de 2014

 

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión el Encuentro mundial de promotores episcopales y directores nacionales de la pastoral de los gitanos, os doy mi bienvenida y os saludo a todos cordialmente. Agradezco al cardenal Antonio Maria Vegliò sus palabras de introducción. Vuestro congreso tiene como tema «La Iglesia y los gitanos: anunciar el Evangelio en las periferias». En este tema está, ante todo, la memoria de una relación, la relación entre la comunidad eclesial y el pueblo gitano, la historia de un camino para conocerse y encontrarse; y luego está el desafío, un desafío referido tanto a la pastoral ordinaria, como a la nueva evangelización.

A menudo los gitanos se encuentran al margen de la sociedad, y a veces se les mira con hostilidad y sospecha —recuerdo muchas veces, aquí en Roma, cuando algunos gitanos subían al autobús y el conductor decía: «¡Atención con las carteras!». Esto es desprecio. Tal vez será verdad, pero es desprecio...—; son escasamente implicados en las dinámicas políticas, económicas y sociales del territorio. Sabemos que es una realidad compleja, pero ciertamente también el pueblo gitano está llamado a contribuir al bien común, y esto es posible con itinerarios adecuados de corresponsabilidad, en la observancia de los deberes y en la promoción de los derechos de cada uno.

Entre las causas que en la sociedad actual provocan situaciones de miseria en una parte de la población, podemos indicar la falta de estructuras educativas para la formación cultural y profesional, el difícil acceso a la atención sanitaria, la discriminación en el mercado del trabajo y la carencia de alojamientos dignos. Si estas llagas del tejido social afectan indistintamente a todos, los grupos más débiles son los que con mayor facilidad se convierten en víctimas de las nuevas formas de esclavitud. Son, en efecto, las personas menos protegidas las que caen en la trampa de la explotación, de la mendicidad forzada y de diversas formas de abuso. Los gitanos están entre los más vulnerables, sobre todo cuando faltan las ayudas para la integración y la promoción de la persona en las diversas dimensiones de la vida civil.

Aquí se introduce la solicitud de la Iglesia y vuestra aportación específica. El Evangelio, en efecto, es anuncio de alegría para todos y de modo especial para los más débiles y marginados. A ellos estamos llamados a asegurar nuestra cercanía y nuestra solidaridad, siguiendo el ejemplo de Jesucristo que les dio testimonio de la predilección del Padre.

Es necesario que, junto a esta acción solidaria en favor del pueblo gitano, se cuente con el compromiso de las instituciones locales y nacionales y el apoyo de la comunidad internacional, para señalar proyectos e intervenciones orientadas al mejoramiento de la calidad de vida. Ante las dificultades y las necesidades de los hermanos, todos deben sentirse interpelados a poner la dignidad de cada persona humana en el centro de sus atenciones. En lo que se refiere a la situación de los gitanos en todo el mundo, hoy es más necesario que nunca elaborar nuevas propuestas en ámbito civil, cultural y social, así como la estrategia pastoral de la Iglesia, para afrontar los desafíos que surgen de formas modernas de persecución, de opresión y, algunas veces, también de esclavitud.

Os aliento a continuar con generosidad vuestra importante obra, a no desalentaros, sino a continuar comprometiéndoos en favor de quien mayormente se encuentra en condiciones de necesidad y marginación en las periferias humanas. Que los gitanos puedan encontrar en vosotros hermanos y hermanas que les aman con el mismo amor con el que Cristo amó a los marginados. Sed para ellos el rostro acogedor y alegre de la Iglesia.

Invoco la maternal protección de la Virgen María sobre cada uno de vosotros y sobre vuestro trabajo. Muchas gracias y rezad por mí.



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