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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO DE COORDINACIÓN
ENTRE LOS ORGANISMOS CARITATIVOS CATÓLICOS
QUE ACTÚAN EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS SIRIA

Viernes 30 de mayo de 2014

 

Eminencia,
excelencia,
queridos hermanos y hermanas:

Os agradezco vuestra presencia en este encuentro, organizado por el Consejo pontificio «Cor unum». Os agradezco, sobre todo, la contribución diaria que vosotros, como organismos caritativos católicos, estáis dando en Siria y en los países cercanos, para ayudar a las poblaciones afectadas por ese terrible conflicto. Saludo al cardenal Robert Sarah y os doy una calurosa bienvenida a todos vosotros, especialmente a cuantos viajaron desde Oriente Medio para estar hoy aquí —también yo llevo en los ojos y en el corazón a Oriente Medio, después de la peregrinación, en los días pasados, a Tierra Santa.

Hace un año nos reunimos para reafirmar el compromiso de la Iglesia en esta crisis y para hacer juntos un llamamiento por la paz en Siria. Ahora nos encontramos de nuevo, para hacer un balance del trabajo realizado hasta la fecha y para renovar la voluntad de proseguir por este camino, con una colaboración aún más estrecha. Pero debemos reconocer, con gran dolor, que la crisis siria no se ha resuelto sino que, por el contrario, va adelante, y existe el riesgo de habituarse a ella: de olvidar a las víctimas diarias, los sufrimientos indecibles y los miles de refugiados, entre los cuales ancianos y niños que padecen, y a veces mueren, por el hambre y las enfermedades causadas por la guerra. Esta indiferencia hace mal. Una vez más debemos repetir el nombre de la enfermedad que nos hace tanto mal hoy en el mundo: la globalización de la indiferencia.

La acción de paz y la obra de asistencia humanitaria que llevan a cabo los organismos caritativos católicos en ese contexto son expresión fiel del amor de Dios a sus hijos que se encuentran en la opresión y en la angustia. Dios escucha su grito, conoce sus sufrimientos y quiere liberarlos; y a Él prestáis vuestras manos y vuestras capacidades. Es importante que trabajéis en comunión con los pastores y las comunidades locales; y esta reunión constituye una ocasión propicia para determinar formas oportunas de colaboración estable, en el diálogo entre los diversos sujetos, con el fin de organizar cada vez mejor vuestros esfuerzos para sostener a las Iglesias locales y a todas las víctimas de la guerra, sin distinción étnica, religiosa o social.

Hoy estamos aquí también para hacer nuevamente un llamamiento a las conciencias de los protagonistas del conflicto, de las instituciones mundiales y de la opinión pública. Todos somos conscientes de que el futuro de la humanidad se construye con la paz y no con la guerra: la guerra destruye, mata, empobrece a pueblos y países. A todas las partes les pido que, mirando al bien común, permitan inmediatamente la obra de asistencia humanitaria y cuanto antes hagan callar las armas y se comprometan a negociar, poniendo en primer lugar el bien de Siria, de todos sus habitantes, incluso de aquellos que, por desgracia, han debido refugiarse en otros lugares y tienen derecho a volver lo antes posible a su patria. En particular, pienso en las queridas comunidades cristianas, rostro de una Iglesia que sufre y espera. Su supervivencia en todo Oriente Medio es una profunda preocupación para la Iglesia universal: el cristianismo debe seguir viviendo allí donde están sus orígenes.

Queridos hermanos y hermanas: vuestra acción caritativa y asistencial es un signo importante de la cercanía de toda la Iglesia, y de la Santa Sede en particular, al pueblo sirio y a los demás pueblos de Oriente Medio. Os renuevo mi gratitud por lo que hacéis e invoco sobre vosotros y sobre vuestro trabajo la bendición del Señor. Que la Virgen os proteja. Rezo por vosotros, y vosotros rezad por mí.



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