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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE "B'NAI B'RITH INTERNATIONAL"

Sala de los Papas
Jueves 25 de junio de 2015

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Queridos amigos:

Me complace saludaros con ocasión de esta visita en el Vaticano. Mis predecesores se han reunido con delegaciones de la B’nai B’rith International en diversas ocasiones y, hoy, os doy la bienvenida con renovada y respetuosa cordialidad.

Vuestra organización tiene relaciones con la Santa Sede desde que se promulgó la Declaración conciliar Nostra aetate, que constituyó un hito en el camino del conocimiento recíproco y de estima entre judíos y católicos, sobre la base del gran patrimonio espiritual que, gracias a Dios, tenemos en común.

Al mirar estos cincuenta años de historia de diálogo sistemático entre la Iglesia católica y el Judaísmo, sólo puedo dar gracias a Dios por los numerosos progresos realizados. Se emprendieron muchas iniciativas de conocimiento recíproco y de diálogo; sobre todo, se fue desarrollando un sentido de confianza y apreciación recíproca. Son muchos los campos en los que, judíos y cristianos, podemos continuar trabajando juntos por el bien de la humanidad de nuestro tiempo. El respeto de la vida y la creación, la dignidad humana, la justicia y la solidaridad pueden mantenernos unidos para el desarrollo de la sociedad y para asegurar un futuro rico de esperanza a las generaciones que vendrán. De manera especial, estamos llamados a orar y a trabajar juntos por la paz. Son muchos, lamentablemente, los países y las regiones del mundo que viven en una situación de conflicto —pienso particularmente en Tierra Santa y Oriente Medio— y que requieren un compromiso valiente por la paz: La paz no sólo ha de ser deseada, sino buscada y construida paciente y tenazmente, con la participación de todos, en especial de los creyentes.

En este momento, junto con vosotros, quisiera recordar con sincero reconocimiento a todos los que han trabajado por la amistad entre judíos y católicos. En particular deseo mencionar a san Juan XXIII y a san Juan Pablo II. El primero salvó a muchos judíos durante la segunda guerra mundial, los encontró muchas veces y quiso fuertemente un documento conciliar sobre este tema; sobre el segundo están siempre vivos en nuestros recuerdos algunos gestos históricos, como la visita a Auschwitz y al templo mayor de Roma. Tras sus huellas, con la ayuda de Dios, deseo continuar caminando, alentado también por muchas experiencias hermosas de encuentro y amistad vividas en Buenos Aires.

Que el Omnipotente y Eterno bendiga abundantemente nuestro diálogo, sobre todo en este año donde celebramos el quincuagésimo aniversario de Nostra aetate, para que nuestra amistad crezca cada vez más y dé abundantes frutos a nuestras comunidades y a toda la familia humana. Gracias.

 



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