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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DEL COMITÉ PARA LAS RELACIONES CON LAS IGLESIAS
DE LAS SOCIEDADES BÍBLICAS UNIDAS

Jueves, 5 de octubre de 2017

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Queridos hermanos y hermanas:

«La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en la vida incorruptible» (Efesios 6, 24). Con estas palabras de san Pablo, me alegra acoger a los miembros del Comité para las Relaciones con las Iglesias de las «United Bible Societies» (Sociedades Bíblicas Unidas) y dar las gracias al cardenal Onaiyekan por su presentación. Por mi parte, quiero expresar el sincero deseo de que la gracia del Espíritu Santo esté con vosotros y con todos aquellos que se esfuerzan para dar a conocer el Evangelio, facilitando el acceso a la Biblia en las lenguas más diversas y, en la actualidad, a través de las muchas formas de comunicación social. Somos servidores de la Palabra de salvación que no volverá al Señor vacía. Dejarse «herir» por la Palabra es, pues, indispensable para expresar con la boca lo que sobreabunda del corazón. La Palabra de Dios, efectivamente, «penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón» (Hebreos 4, 12). Somos servidores de la Palabra de Vida Eterna, y creemos que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4, 4). Por eso, con la ayuda del Espíritu Santo, debemos alimentarnos en la mesa de la Palabra con la lectura, la escucha, el estudio y el testimonio de vida. Dedicamos tiempo a los que amamos, y aquí se trata de amar a Dios, que ha querido hablarnos y nos ofrece palabras de vida eterna. Somos servidores de la Palabra de reconciliación, también entre los cristianos, y deseamos de todo corazón que «la Palabra del Señor siga propagándose y adquiriendo gloria» (2 Tesalonicenses 3, 1). Por lo tanto, es justo esperar un nuevo impulso a la vida espiritual gracias a la veneración creciente de la Palabra de Dios. Somos servidores de la Palabra que ha «salido» de Dios y «se ha hecho carne» (Juan 1, 14). Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 23). Y lo hacemos en obediencia al mandato misionero del Señor y con la certeza de su presencia entre nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28, 20).

Somos servidores de la Palabra de verdad (Juan 8, 32). Estamos convencidos de que «la unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es “camino, verdad y vida” (Juan 14, 6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?» (Enc. Ut unum sint, 18). Somos servidores de la Palabra de Dios potente que ilumina, protege y defiende, sana y libera. «¡La palabra de Dios no está encadenada!» (2 Timoteo 2, 9). Por ella muchos de nuestros hermanos y hermanas están en la cárcel y muchos más han derramado su sangre como testimonio de su fe en Jesús Señor. Caminemos juntos para que la palabra se difunda (cf Hechos de los Apóstoles 6, 7). Oremos juntos para «que se haga la voluntad del Padre» (Mateo 6, 10). Trabajemos juntos para que se cumpla en nosotros «lo que el Señor ha dicho» (Lucas 1, 38). Gracias, queridos hermanos y hermanas, por vuestra visita. Permanezcamos en comunión fraterna y recemos los unos por los otros.

Gracias.

 



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