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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE LA IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA DE FINLANDIA,
CON OCASIÓN DE LA FIESTA DE SAN ENRIQUE

Jueves, 25 de enero 2018

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Queridos hermanos y hermanas:

Os recibo con la ocasión de vuestro peregrinaje a Roma, recurrencia anual en la fiesta de San Enrique. Agradezco al obispo luterano de Espoo sus amables palabras. Mientras se concluye la Semana de oración por la unidad de los cristianos, volvemos con el pensamiento, llenos de alegría, a la conmemoración común de la Reforma del año pasado, que ha reforzado y profundizado, en nuestro Señor Jesucristo, la comunión entre luteranos, católicos y sus compañeros ecuménicos en todo el mundo. Esta conmemoración común sigue siendo una buena oportunidad para el ecumenismo, en cuanto no ha marcado un punto de llegada, sino un punto de origen en la búsqueda ecuménica de la unidad plena y visible entre nosotros, bajo el triple signo del agradecimiento, el arrepentimiento y la esperanza, los tres indispensables si realmente queremos sanar nuestra memoria. No es casualidad que nuestros esfuerzos se estén orientando hacia el estudio de una cuestión ecuménica prioritaria sobre la que queremos detenernos en futuro, o sea la cuestión de la naturaleza de la Iglesia.

Para la conmemoración común de la Reforma en todo el mundo, fue esencial la dimensión ecuménica de nuestra oración y de nuestras reuniones, en las que no hubo algún rastro de las diatribas y de los conflictos del pasado. Nuestra conmemoración fue celebrada con un espíritu muy diferente, ya que comprendimos el evento de la Reforma como una invitación a enfrentarnos juntos a la pérdida de credibilidad del cristianismo, a dar una fuerza nueva a la confesión común del Dios Uno y Trino. El año que acaba de terminar nos recordó el tiempo en que la unidad entre los cristianos todavía no estaba rota. Por eso, los luteranos y los católicos han podido celebrar la conmemoración del 2017 sólo de una manera: en la comunión ecuménica.

Con alegría y agradecimiento hoy recibo de vuestras manos el documento elaborado por la Comisión de diálogo luterana-católica de Finlandia, titulado “Comunión en crecimiento. Declaración sobre la Iglesia, la eucaristía y el ministerio”. En estos contenidos cruciales son perceptibles los temas decisivos en torno a los cuales el diálogo ecuménico podrá y tendrá que ser llevado a cabo. De hecho, tras el consenso logrado entre luteranos y católicos sobre cuestiones fundamentales relativas a la doctrina de la justificación, las implicaciones eclesiológicas de dicho acuerdo tienen que ser necesariamente parte del orden del día de los diálogos ecuménicos.

Nuestro servicio ecuménico consiste, especialmente en una época en que las sociedades son ampliamente seculares, en atestiguar la presencia del Dios viviente, porque el principal reto común en el ecumenismo es reiterar la centralidad de la cuestión de Dios, no de un Dios cualquiera, sino de ese Dios que nos reveló su rostro en el hombre de Jesús de Nazaret . Ya que hoy luteranos y católicos son capaces de confesar juntos la centralidad de la cuestión de Dios, ha sido posible llevar a cabo una conmemoración ecuménica de la reforma, y esto no solo en sentido meramente pragmático, sino en el sentido profundo de la fe en el Cristo crucificado y resucitado, que ahora podemos declarar juntos. Haciendo así, hemos asumido la gran responsabilidad ecuménica que nos ha recordado eficazmente la conmemoración de la Reforma en 2017.

La Semana de oración por la unidad de los cristianos, que cada año coincide con vuestro peregrinaje, se centra en el tema “Tu diestra, Yahveh, relumbra por su fuerza” (cfr Ex 15,6) y nos recuerda la situación de grave necesidad en la que viven muchas personas en tantas partes del mundo, por las cuales tenemos que trabajar, unidos por un mismo compromiso ecuménico. Con mucha humildad, oremos a nuestro Señor Jesucristo para que, por su gracia, nosotros, los cristianos, podamos ser instrumentos de su paz en todo el mundo. ¡Ojalá nos ayude siempre, entre las poblaciones divididas, a operar juntos como testigos y servidores de su amor que sana y reconcilia, santificando y glorificando así su nombre! Pidamos incesantemente el apoyo de la gracia de Dios y de la iluminación del Espíritu Santo que nos conduce a la verdad plena.

Renovando mi cordial bienvenida, invoco de todo corazón para vosotros y para todos los cristianos en Finlandia la bendición de Dios.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 25 de enero de 2018

 



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