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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE LA "ORGANIZATION OF AFRICAN INSTITUTED CHURCHES"

Sábado, 23 de junio de 2018

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Queridos amigos:

¡Os saludo cordialmente en la paz de Cristo! Me complace encontrarme por primera vez con una representación de la Organization of African Instituted Churches. Os agradezco vuestra visita y vuestra disponibilidad a buscar vínculos más estrechos con la Iglesia Católica.

Vuestras comunidades, en su relativamente corta historia, han estado marcadas por la lucha por la independencia sostenida en el continente africano y por los esfuerzos sucesivos para crear sociedades caracterizadas por la justicia y la paz, capaces de defender la dignidad de la gran variedad de los pueblos africanos. Lamentablemente, la promesa de progreso y justicia contenida en este proceso de liberación no siempre se ha mantenido y muchos países aún están lejos de la paz y de un desarrollo económico, social y político que abarque todos los sectores y ofrezca condiciones de vida y oportunidades adecuadas a todos los ciudadanos. Vosotros conocéis bien los desafíos a los que se enfrenta África en su conjunto, así como a los que encuentran las diferentes Iglesias en su misión de evangelización, reconciliación y ayuda humanitaria. En particular, vosotros sois conscientes del enorme desafío de proporcionar estabilidad, educación y oportunidades de empleo a los jóvenes, que forman una parte muy grande de las sociedades africanas.

El África de hoy ha sido comparada con aquel hombre que bajando de Jerusalén a Jericó cayó en manos de los bandidos, que lo desvistieron, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto (cf. Lc 10,30-37). La pregunta fundamental que debemos responder es: ¿en qué sentido el mensaje cristiano es una buena noticia para los pueblos de África? Contra la desesperación de los pobres, la frustración de los jóvenes, el grito de dolor de los ancianos y de los que sufren, el Evangelio de Jesucristo, transmitido y vivido, se traduce en experiencias de esperanza, paz, alegría, armonía, amor y unidad.

Si realmente estamos convencidos de que los problemas de África se pueden resolver fácilmente utilizando los recursos humanos, materiales y culturales del continente, entonces está claro que nuestra tarea cristiana es acompañar todo esfuerzo para fomentar un uso racional y ético de estos recursos. En particular, es improrrogable el compromiso común de promover procesos de paz en las diversas áreas de conflicto. Existe una necesidad urgente de formas concretas de solidaridad con los necesitados, y es tarea de los líderes de la Iglesia ayudar a las personas a reunir sus energías para ponerlas al servicio del bien común y, al mismo tiempo, defender su dignidad, su libertad, sus derechos. Hay más necesidad que nunca de que todos los cristianos aprendan a trabajar juntos por el bien común. Aunque existen diferencias significativas entre nosotros en cuestiones de naturaleza teológica y eclesiológica, también hay muchas áreas en las que los líderes y los fieles de las diversas comunidades de la familia cristiana pueden establecer objetivos comunes y trabajar para el bien de todos, especialmente por el bien de nuestros hermanos y hermanas más desfavorecidos y más débiles.

Los pueblos de África poseen un profundo sentido religioso, el sentido de la existencia de un Dios creador y de un mundo espiritual. La familia, el amor por la vida, los niños vistos como un regalo de Dios, el respeto por las personas mayores, los deberes hacia los que están cerca y los que están lejos... ¿Acaso estos valores religiosos y principios de vida no nos pertenecen a todos los cristianos? Por lo tanto, podemos, partiendo de ellos, expresar nuestra solidaridad en las relaciones interpersonales y sociales.

Una tarea particular de los cristianos en las sociedades africanas es promover la coexistencia de grupos étnicos, de tradiciones, de idiomas e incluso de religiones diferentes, una tarea que a menudo encuentra obstáculos debido a graves hostilidades mutuas. También por este motivo, me gustaría impulsar un encuentro ecuménico y un diálogo más intenso entre nosotros, y con todas las otras Iglesias. ¡Que el Espíritu Santo nos ilumine para que podamos encontrar formas de promover la colaboración entre todos: cristianos, religiones tradicionales, musulmanes, para un futuro mejor para África!.

Queridos amigos, os agradezco nuevamente vuestra visita. Espero que estos días en Roma, la ciudad del martirio de los Apóstoles Pedro y Pablo, contribuyan a daros la certeza de la firme voluntad de la Iglesia Católica de hacer todo lo posible, junto con sus compañeros ecuménicos, para promover el Reino de justicia, de paz y de fraternidad que Dios quiere para toda la humanidad. ¡Que Él dirija su mirada de amor sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre vuestras naciones! Y os pido por favor que recéis por mí, que lo necesito tanto. Gracias.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 23 de junio de 2018.



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