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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA PEREGRINACIÓN DE ALBANIA

Sala Clementina
Lunes, 19 de noviembre de 2018

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Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra daros mi especial bienvenida aquí con motivo del 550 aniversario de la muerte de vuestro héroe nacional, Jorge Castriota Skanderbeg. Doy las gracias a la Sra. Embajadora por sus amables palabras Dirijo un grato saludo a los presentes y un pensamiento a todos los albaneses, en su patria y en otras partes del mundo que, en nombre del antiguo vínculo de amistad y de costumbre de relaciones, siempre han mirado con cariño a la Sede de Pedro. Y en este sentido me gusta recordar que hace 50 años, san Pablo VI quiso recibir una representación de los albaneses.

Albania, tierra de historia antigua y gloriosa, es parte integral de Europa y, a través de sus tradiciones más nobles y vivas, documenta los orígenes de su misma civilización. Hoy recordamos y celebramos a Jorge Castriota Skanderbeg, hijo heroico de un pueblo fuerte y generoso, que defendió valientemente los valores espirituales y el nombre cristiano, hasta el punto de merecer el título de "Athleta Christi", y forjó con sus obras la identidad cultural albanesa, convirtiéndose en símbolo indiscutible de cohesión y unidad nacional, y de intérprete en el más alto grado de los valores de escrupulosa lealtad a los compromisos asumidos libremente.

La peculiar relevancia de la figura y de la obra de Castriota está bien representada por vuestra bandera, con el águila negra bicéfala sobre un fondo rojo, que reproduce el emblema del héroe. Pocas veces en la historia, un solo individuo ha encarnado de una forma tan clara y en una medida tan vasta las virtudes de un pueblo, hasta el punto de que es difícil entender su espíritu sin detenerse a pensar en los principios y valores propios de aquella personalidad.

Después de la muerte del héroe y la invasión de Albania, muchos albaneses prefirieron emigrar y tantos se establecieron en Italia, en el centro de la península y en el sur, especialmente en Calabria y Sicilia, dando origen a las circunscripciones eclesiásticas albanesas de Lungro, Piana degli Albanesi y Grottaferrata.

La presencia hoy en este encuentro de un grupo de arberesh, es decir, los ítalo-albaneses, con sus tradiciones y expresiones lingüísticas transmitidas durante siglos, nos lleva con la imaginación a la atmósfera de la Albania de Skanderbeg, y confirma que el héroe albanés sigue siendo un puente válido para el mantenimiento de los fructíferos vínculos de los arberesh con su tierra de origen.

Dado el significado particular de la figura y de la obra de Jorge Skanderbeg, se comprende perfectamente que Albania quisiera proclamar este año como "Año Nacional de Skanderbeg".

Espero sinceramente que este acontecimiento no se limite a la celebración de la gloria de las gestas pasadas, sino que brinde también a Albania la ocasión propicia de un compromiso renovado de todos, instituciones y ciudadanos, en favor de un desarrollo auténtico y equilibrado, para que las jóvenes generaciones no tengan que elegir la emigración, debilitando el país de fuerzas y capacidades esenciales para su crecimiento humano y civil.

La acción coral de todos en vista de este objetivo será la mejor manera de encarnar en el presente el amor de la patria, que inspiró en su época a Jorge Castriota Skanderbeg. El, interpretando de la mejor manera el carácter y las tradiciones de vuestro pueblo, expresó certeramente la albanesidad, término utilizado por el escritor del siglo XIX Pashko Vasa para indicar la identidad espiritual que unía a todos los albaneses más allá de las distinciones de carácter religioso. Esta convicción impulsó en Albania la coexistencia pacífica de personas pertenecientes a diferentes religiones, que con el tiempo se convirtió en colaboración y fraternidad. Aquí vemos el ejemplo.

Como tuve la oportunidad de afirmar con motivo de mi visita a Albania, «el clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien precioso para el país y adquiere un relieve especial en este tiempo» (Encuentro con las autoridades, 21 de septiembre de 2014: Enseñanzas II, 2 [2014], 271). Eso demuestra que la coexistencia pacífica de ciudadanos que pertenecen a diferentes religiones es un camino que se puede recorrer concretamente y que produce armonía y libera las mejores fuerzas y la creatividad de todo un pueblo, transformando la simple convivencia en verdadera colaboración y fraternidad. La buena disposición para considerar las diferencias como una ocasión para el diálogo, la estima y el conocimiento mutuo, también favorece el desarrollo de caminos espirituales auténticos y se convierte en un ejemplo válido al que mirar con verdadero interés para construir una paz duradera, basada en el respeto por la dignidad de la persona humana.

En la memoria grata de los santos mártires que atestiguaron su fe al precio de la vida, así como de santa Teresa de Calcuta, me complace pedir al Señor que bendiga a todos y a cada uno de vosotros aquí presentes. Dios bendiga a vuestros familiares y a todo el pueblo albanés. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 19 de noviembre de 2018.

 



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