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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES DEL PONTIFICIO INSTITUTO BÍBLICO

Sala Clementina
Jueves, 9 de mayo de 2019

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Publicamos el discurso que el Papa había preparado para esta audiencia y que ha entregado a los presentes, añadiendo solamente alguna palabra improvisada para afirmar que quería saludar uno por uno a todos los participantes.

Queridos hermanos y hermanas:

Os recibo con placer con motivo del 110 aniversario del Pontificio Instituto Bíblico, y agradezco al Rector sus amables palabras. Cuando en 1909 San Pío X fundó el “Biblicum”, le encomendó la misión de ser «un centro de altos estudios de las Sagradas Escrituras en la ciudad de Roma, para promover con la mayor eficacia posible la doctrina bíblica y los estudios con ella relacionados según el espíritu de la Iglesia católica» (Litt. Ap. Vinea electa, 7 de mayo de 1909: AAS 1 [1909], 447-448).

Desde entonces, este instituto ha trabajado para permanecer fiel a su misión, incluso en tiempos difíciles, y ha contribuido enormemente a promover la investigación académica y la enseñanza de los estudios bíblicos y de los campos relacionados con ellos para los estudiantes y futuros profesores que provienen de unos setenta países. El cardenal Augustin Bea, durante mucho tiempo rector del “Biblico” antes de ser creado cardenal, fue el principal promotor de la Declaración conciliar Nostra Aetate, que sentó las nuevas bases para las relaciones interreligiosas y particularmente para las judío-católicas En los últimos años, el Instituto ha intensificado su colaboración con estudiosos judíos y protestantes.

Doy la bienvenida a los participantes en la Conferencia “Jesús y los fariseos. Una revisión interdisciplinaria”, que pretende abordar una pregunta específica e importante para nuestro tiempo y se presenta como un resultado directo de la Declaración Nostra Aetate. Su objetivo es comprender los relatos, a veces polémicos, acerca de los fariseos en el Nuevo Testamento y en otras fuentes antiguas. Además, aborda la historia de las interpretaciones eruditas y populares entre los judíos y los cristianos. Entre los cristianos y en la sociedad secular, en varios idiomas la palabra “fariseo” a menudo significa “persona hipócrita” o “presuntuosa”. Para muchos judíos, sin embargo, los fariseos son los fundadores del judaísmo rabínico y por lo tanto sus ancestros espirituales.

La historia de la interpretación ha favorecido las imágenes negativas de los fariseos, incluso sin una base concreta en los relatos evangélicos. Y a menudo, a lo largo del tiempo, esta visión ha sido atribuida por los cristianos a los judíos en general. En nuestro mundo, estos estereotipos negativos se han vuelto, desgraciadamente, muy comunes. Uno de los estereotipos más antiguos y más dañinos es precisamente el de “fariseo”, especialmente cuando se usa para poner a los judíos bajo una luz negativa.

Estudios recientes reconocen que hoy sabemos menos de los fariseos de lo que pensaban las generaciones anteriores. Estamos menos seguros de sus orígenes y de muchas de sus enseñanzas y prácticas. Por lo tanto, la investigación interdisciplinaria sobre las cuestiones literarias e históricas concernientes a los fariseos tratadas en esta conferencia contribuirá a adquirir una visión más veraz de este grupo religioso, y también ayudará a combatir el antisemitismo.

Si analizamos el Nuevo Testamento, vemos que San Pablo afirma que antes de conocer al Señor Jesús, uno sus motivos de orgullo era el hecho de ser «en cuanto a la Ley, fariseo» (Flp 3, 5).

Jesús tuvo muchas discusiones con los fariseos sobre preocupaciones comunes. Compartía con ellos la fe en la resurrección (ver Mc 12,18-27) y aceptó otros aspectos de su interpretación de la Torá. Si el libro de los Hechos de los Apóstoles asegura que algunos fariseos se unieron a los seguidores de Jesús en Jerusalén (ver 15, 5), significa que tenía que haber mucho en común entre Jesús y los fariseos. El mismo libro presenta a Gamaliel, un líder de los fariseos, que defiende a Pedro y Juan (ver 5, 34-39).

Entre los momentos más significativos del Evangelio de Juan se halla el encuentro de Jesús con un fariseo llamado Nicodemo, uno de los líderes de los judíos (ver 3,1). Jesús dice a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (3, 16). Y Nicodemo defenderá a Jesús ante una asamblea (ver Jn 7, 50-51) y asistirá a su sepultura (Jn 19, 39). Sea cual sea la forma en que consideramos a Nicodemo, está claro que los diversos estereotipos sobre los fariseos no se le pueden aplicar, ni encuentran confirmación en ninguna otra parte del Evangelio de Juan.

Otro encuentro entre Jesús y los líderes religiosos de su tiempo se narra de diferentes maneras en los Evangelios sinópticos. Se trata de la cuestión del “gran” o “primer mandamiento”. En el Evangelio de Marcos (ver 12, 28-34) la pregunta la hace un escriba, no identificado de otro modo, que establece un diálogo respetuoso con un maestro. Según Mateo, el escriba se convierte en un fariseo que intentaba poner a prueba a Jesús (ver 22, 34-35). Según Marcos, Jesús concluye diciendo: «No estás lejos del reino de Dios» (12, 34), lo que indica la gran estima que Jesús tenía por los líderes religiosos que estaban realmente “cerca del reino de Dios”.

Rabí Aqiba, uno de los rabinos más famosos del siglo segundo, heredero de la enseñanza de los fariseos[1], indicaba el pasaje de Lev 19, 18: «amarás a tu prójimo como a ti mismo» como un gran principio de la Torá[2]. Según la tradición, murió como mártir con la Shema en sus labios, que incluye el mandamiento de amar al Señor con todo el corazón, el alma y las fuerzas (ver Dt 6, 4-5)[3]. Por lo tanto, hasta donde podemos saber, habría estado en armonía sustancial con Jesús y su interlocutor escriba o fariseo. Del mismo modo, la llamada regla de oro (ver Mt 7, 12), aunque en diferentes formulaciones, se atribuye no solo a Jesús, sino también a su contemporáneo más anciano Hillel, generalmente considerado uno de los principales fariseos de su tiempo. Esta regla ya está presente en el libro deuterocanónico de Tobías (ver 4,15).

Por lo tanto, el amor al prójimo constituye un indicador significativo para reconocer las afinidades entre Jesús y sus interlocutores fariseos. Sin duda, constituye una base importante para cualquier diálogo, especialmente entre judíos y cristianos, también hoy.

Efectivamente, para amar mejor a nuestros vecinos, necesitamos conocerlos y para saber quiénes son debemos encontrar a menudo el modo de superar viejos prejuicios. Por eso, vuestra conferencia, relacionando credos y disciplinas con la intención de alcanzar una comprensión más madura y precisa de los fariseos, permitirá que se les presente de una manera más apropiada en la enseñanza y en la predicación. Estoy seguro de que estos estudios, y los nuevos caminos que abrirán, contribuirán positivamente a las relaciones entre judíos y cristianos, en vista de un diálogo cada vez más profundo y más fraternal. Ojalá encuentre una amplia resonancia dentro y fuera de la Iglesia Católica, y que vuestro trabajo reciba abundantes bendiciones del Altísimo o, como dirían muchos de nuestros hermanos y hermanas judíos, de Hashem. Gracias.


[1] S. EUSEBII HIERONYMI, Commentarii in Isaiam, III, 8: PL 24, 119.

[2] Sifra sobre Levitico 19,18; Génesis Rabba 24,7 su Gen 5,1.

[3] Texto original y versión italiana en Talmud Babilonese, Trattato Berakhòt, 61b, Tomo II, a cura di D. G. Di Segni, Giuntina, Florencia 2017, pp. 326-327


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 9 de mayo de 2019.

 

 



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