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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA GENERAL
DE LA SOCIEDAD DE LAS MISIONES AFRICANAS

Sala del Consistorio
Viernes, 17 de mayo de 2019

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Queridos hermanos y hermanas:

Os doy la bienvenida, miembros de la Sociedad de Misiones Africanas, con motivo de vuestra Asamblea general celebrada en Roma. Ese encuentro me permite dar gracias al Señor por el gran trabajo de evangelización que lleváis a cabo en África, especialmente entre las poblaciones rurales más remotas, donde la comunidad cristiana todavía es frágil o inexistente. También me alegro de vuestra disposición a desarrollar nuevas formas de presencia entre poblaciones de origen africano en otras partes del mundo, con especial atención a los migrantes.

Estos nuevos horizontes pastorales son el signo de la vitalidad del Espíritu Santo que vive en vosotros y os exhorta a responder a los «desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia» para «llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Esort. Ap. Evangelii gaudium, 20). Os agradezco vuestro celo misionero, impregnado de valor, que os lleva a salir para ofrecer a todos la vida de Jesucristo, a veces poniendo en riesgo la vuestra, siguiendo los pasos de vuestros padres fundadores, el Siervo de Dios Melchor de Marion Brésillac y el padre Agustín Planque. En este sentido, me gustaría unirme a vuestra oración por vuestro hermano, el padre Pierluigi Maccalli, secuestrado desde hace varios meses en Níger, y asegurar la solicitud y la atención de la Santa Sede con respecto a esta situación preocupante.

Este año habéis querido destacar el hecho de que vuestra comunidad apostólica forme una familia, con las Hermanas Misioneras y los laicos asociados. Una familia alegre, que crece gracias a las numerosas vocaciones en África y Asia. Este carácter familiar es indudablemente una riqueza que hacéis bien en subrayar y desarrollar.

La evangelización, en efecto, siempre es llevada a cabo por una comunidad que actúa «mediante obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo» (ibid., 24). También os animo a perseverar en vuestro compromiso, en estrecha colaboración con miembros de otras religiones e instituciones, al servicio de los niños y de las personas más frágiles, víctimas de la guerra, las enfermedades y la trata de seres humanos. Porque la elección por los últimos, por aquellos que la sociedad rechaza y deja de lado, es un signo que manifiesta concretamente la presencia y la solicitud de Cristo misericordioso. Así, impulsados ​​por el Espíritu, podéis ser servidores de una cultura de diálogo y encuentro, que cuida de los más pequeños y de los pobres, para contribuir al advenimiento de una verdadera fraternidad humana.

Fieles a vuestras raíces, estáis llamados, como familia y en cuanto familia, a testimoniar a Cristo resucitado a través del amor que os une unos a otros y con el radiante gozo de una auténtica vida fraterna. Por lo tanto, os invito a buscar constantemente, en la escucha de la Palabra de Dios, en la vida sacramental y en el servicio de los hermanos, los medios para renovar, en cada uno de vosotros, el encuentro personal con Cristo. De hecho, «la primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvador por Él que nos mueve a amarlo siempre más. [...] Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que nos ayuda a llevar una vida nueva» (ibid., 264).

Queridos hermanos y hermanas, una vez más os agradezco vuestra visita y el testimonio que dais. Os animo a perseverar, con entusiasmo y dinamismo siempre renovados, en el camino recorrido por la Sociedad de Misiones Africanas y que ha producido tanto frutos de conversión a Cristo. A la escucha del Espíritu, no tengáis miedo de abrir nuevos caminos, para mostrar que «Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de los conocido, hacia las periferias y las fronteras» (Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 135). Con esta esperanza, confío vuestra familia misionera a la intercesión de la Virgen María, pidiéndole que sostenga vuestros esfuerzos. Os bendigo y rezo por vosotros. Y vosotros, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 17 de mayo de 2019.

 



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