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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA UNIÓN CATÓLICA DE LA PRENSA ITALIANA

Sala Clementina
Lunes, 23 de septiembre de 2019

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Queridos hermanos y hermanas:

Os doy la bienvenida con motivo del 60º aniversario de la Unión Católica de la Prensa Italiana y agradezco a la Presidenta sus amables palabras. ¡Es valiente, habla con fuerza!

Os habéis reunido para conmemorar una “vocación comunitaria” ―fruto del sueño de los fundadores― que es la de ser, como dice vuestro Estatuto, “una asociación profesional y eclesial inspirada en el servicio de las personas, del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia”.

Os animo a llevar a cabo esta misión yendo siempre a la linfa de las raíces que os vieron nacer: la fe, la pasión por la historia de los hombres y el cuidado de las dimensiones antropológicas y éticas de la comunicación. La revista “Desk” y la página web, la escuela de formación de Asís y las múltiples actividades en los territorios son los signos concretos de vuestro servicio al bien común.

Para renovar vuestra armonía con el Magisterio de la Iglesia, os exhorto a ser la voz de la conciencia de un periodismo capaz de distinguir el bien del mal, las opciones humanas de las inhumanas. Porque hoy hay una mescolanza que no se distingue, y vosotros tenéis que ayudar para que no sea así. El periodista ―que es el cronista de la historia― está llamado a reconstruir la memoria de los hechos, a trabajar por la cohesión social, a decir la verdad a toda costa: también hay una parresia –es decir, un valor― del periodista, siempre respetuosa, nunca arrogante.

Esto significa también ser libre ante el público: hablar al estilo evangélico: “sí, sí”, “no, no”, porque lo demás viene del maligno (cf. Mt 5,37). La comunicación necesita palabras reales en medio de tantas palabras vacías. Y en esto tenéis una gran responsabilidad: vuestras palabras cuentan la historia del mundo y le dan forma, vuestras historias pueden generar espacios de libertad o esclavitud, de responsabilidad o de dependencia del poder. Cuántas veces el periodista quiere seguir este camino, pero detrás tiene un editor que le dice “no, esto no se publica, esto sí, eso no” y se pasa toda esa verdad por el alambique de la conveniencia financiera del editor, y se acaba por comunicar lo que no es verdadero, lo que no es bello y que no es bueno. De muchos de vuestros predecesores habéis aprendido que sólo mediante el uso de palabras de paz, justicia y solidaridad, creíbles gracias a un testimonio coherente, se pueden construir sociedades más justas y solidarias. Por desgracia, sin embargo, también se aplica lo contrario. Ojalá contribuyáis a desenmascarar las palabras falsas y destructivas.

En la era de la web, la tarea del periodista es identificar fuentes creíbles, contextualizarlas, interpretarlas y priorizarlas. A menudo pongo este ejemplo: una persona muere de frío en la calle y no es noticia y una caída de dos puntos en la Bolsa la recogen todas las agencias  (cf. Ap. Exhort. Evangelii gaudium, 53). Hay algo que no funciona.

No tengáis miedo de trastocar el orden de las noticias, de dar voz a los que no la tienen; de contar la “buena noticia” que genera la amistad social: no de contar cuentos, sino buenas noticias reales; de construir comunidades de pensamiento y de vida capaces de leer los signos de los tiempos. Os doy las gracias porque ya os esforzáis por trabajar por ello, incluso con documentos como Laudato si', que no es una encíclica ecológica, sino social, y promueve un nuevo modelo de desarrollo humano integral: cooperáis para que se convierta en una cultura compartida ―¡gracias!―, como una alternativa a los sistemas en los que uno se ve obligado a reducirlo todo al consumo.

Las asociaciones como la vuestra, para seguir dando fruto, deben ser capaces de reconocer con humildad y podar las “ramas secas”, que se han secado precisamente porque con el tiempo han perdido el contacto con las raíces. Hoy en día, actuáis en un contexto histórico y cultural radicalmente diferente de aquel en el que nacisteis. Y mientras tanto, también se han desarrollado formas más racionalizadas y centradas en la misión de la gestión asociativa: os animo a seguirlas sin miedo y a reformaros desde dentro para ofrecer un mejor testimonio.

Vuestro camino está históricamente vinculado al de la Iglesia en Italia, y estáis acompañados por algunos padres escritores de la Civiltá Cattolica que son miembros de la Asociación. Ojalá sigáis contando con estas importantes referencias.

El 12 de junio de 2010, la Iglesia proclamó beato al primer periodista laico, Manuel Lozano Garrido, más conocido como Lolo; vivió en los días de la Guerra Civil española, cuando ser cristiano significaba arriesgar la vida. A pesar de la enfermedad que le obligó a vivir veintiocho años en una silla de ruedas, nunca dejó de amar su profesión. En su “decálogo del periodista” recomienda “pagar con la moneda de la franqueza”, “trabajar el pan de la información limpia con la sal del estilo y la levadura de la eternidad” y no servir “ni pasteles ni platos picantes, sino el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora”. ¡Realmente un buen ejemplo a seguir!

Queridos amigos, a vosotros y a vuestras familias os aseguro mi recuerdo en la oración. Bendigo de corazón vuestra obra, para que sea fructífera. Y , por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 23 de septiembre de 2019.

 



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