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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 27 de noviembre de 1988

 

1. El primer domingo de Adviento con el que hoy iniciamos el camino de un nuevo año litúrgico sugiere en nuestra mente pensamientos de consuelo y esperanza. El tema fundamental del Adviento nos lo da el anuncio profético: "El Señor viene".

A la luz de esta palabra se nos invita a "levantarnos y alzar la cabeza, porque se acerca nuestra liberación" (cf. Lc 21, 28). La Iglesia vive este anuncio de liberación en Cristo, recibiendo sin cansarse la gracia de esa esperanza y buscando constantemente los caminos para realizarla en las generaciones humanas que se suceden sobre la faz de la tierra.

El Adviento terminará con la Navidad y conducirá, pues, a todo hombre de buena voluntad a la gruta de Belén para que reconozca en aquel Niño al Señor del universo y a su Redentor. Pero al mismo tiempo, el cristiano está invitado a mirar más allá: a la luz de la Palabra de Jesús, que preanuncia su retorno al final de la historia, el cristiano sabe que debe prepararse a una segunda venida de Jesús, la definitiva y gloriosa, que coronará el designio salvífico de Dios en el mundo.

La comunidad cristiana, como Pueblo de Dios en camino, tiene la tarea de hacerse testigo cara al mundo de esta esperanza, anunciando ―en la línea del antiguo pueblo de Israel― la nueva venida del Señor, cuando el tiempo deje paso a la eternidad.

2. En este tiempo de espera comprometida nos acompaña y nos guía el ejemplo de fe de la Virgen María. La Madre del Redentor, siempre presente en el camino de la Iglesia y de la humanidad, se presenta ante nosotros como modelo de fe. Con el anuncio del Ángel comprendió la promesa hecha a Israel y que las esperanzas de su pueblo se cumplían en Ella en el momento en el que el Hijo de Dios empezó a vivir en su seno una vida humana. Hoy, de nuevo, María nos invita a reconocer el valor de las promesas basadas en la Palabra divina y nos exhorta a preparar nuestro espíritu para la venida del Señor.

3. Siguiendo el ejemplo de la Virgen y pidiendo su intercesión, nos comprometeremos, en el Adviento que hoy comienza, a estar más atento y vigilantes con un renovado espíritu de oración y contemplación. Queremos interpretar con mirada ante las llamadas del Señor que se manifiestan en los acontecimientos de nuestra vida diaria, muy conscientes de que en los pequeños y grandes sucesos de la historia se realiza el evento fundamental de la venida del Señor a nosotros. No queremos correr el riesgo de desatender al que llama a nuestra puerta para estar siempre cercano a nosotros.

Vivamos junto con María este tiempo de espera y pidámosle que guíe nuestros pasos al encuentro del Señor. Ella nos repite hoy con su Hijo: "Levantaos y alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación".



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