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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Viernes 29 de junio de 1990
Solemnidad de san Pedro y san Pablo

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Se celebra hoy la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, patronos principales de la ciudad de Roma. Esta solemnidad nos lleva con el pensamiento a los orígenes de la Iglesia romana, que se siente orgullosa de haber tenido en su nacimiento el testimonio espléndido de la fe de Pedro, sellado con su sangre, quien confesó a Cristo en la cruz, y de Pablo, que no temió afrontar el martirio de la espada. Que las palabras de Pedro al divino Maestro, "nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios" (Jn 6, 69), y las de Pablo, que nos dejó como testamento, "he competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe" (2 Tm 4, 7), nos acompañen e iluminen en este día consagrado a la memoria de estos grandes maestros, en los que se apoya nuestra fe.

2. En la celebración eucarística, que ha tenido lugar hace poco en la basílica de san Pedro, he tenido la alegría de imponer el palio a algunos arzobispos metropolitanos procedentes de diversas partes del mundo. Valga este símbolo para acrecentar y consolidar los lazos de profunda comunión con la Sede de Pedro y con su sucesor. Ojalá sirva también de estímulo para un más generoso espíritu de servicio a las almas, confiadas a su celo pastoral.

En la misma liturgia he tenido el agrado de saludar a los miembros de la delegación ortodoxa guiada por el metropolita Bartolomeo de Calcedonia, que ha venido a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el querido Dimitrios I, para participar en la fiesta de los santos Pedro y Pablo.

3. Os invito a rezar por todas estas intenciones y, de manera especial, por la ciudad de Roma, por su bienestar espiritual, y material: la gracia divina sostenga a todo el pueblo romano, que tanto aprecio, para que viva en plenitud la fe cristiana, predicada y testimoniada con ardor intrépido por los santos Pedro y Pablo.

Nos asista también la Virgen Santísima, Reina de los apóstoles.

Al final de este encuentro, el Papa pronunció estas palabras:

A todos los presentes, romanos y peregrinos, les deseo una feliz fiesta. Festejad bien esta jornada, tan significativa e importante para Roma, la Iglesia de Roma y la Iglesia católica universal. ¡Alabado sea Jesucristo!



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