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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 24 de noviembre de 1991
Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Hoy, último domingo del año litúrgico, celebramos la solemnidad de Jesucristo, rey del universo. La liturgia nos invita a reflexionar en el hecho de que nuestro Señor ocupa el centro de la historia humana: Él es —como nos recuerda el libro del Apocalipsis— "el Alfa y la Omega... Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso" (Ap 1, 8).

Nada de lo que sucede en el mundo escapa a su influencia soberana: "A Él pertenecen el tiempo y los siglos. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos": así proclama el sacerdote durante la vigilia del Sábado santo, al grabar los números del año en curso en el cirio pascual. Es un gesto que quiere significar un hecho: la historia humana, a pesar de las apariencias, se desarrolla según un designio providencial, cuyo punto de llegada definitivo es el reino de Cristo.

2. Por una coincidencia singular, la solemnidad de hoy se celebra pocos días antes de la Asamblea especial para Europa del Sínodo de los obispos: en efecto, el próximo jueves 28 de noviembre, comenzará este importante acontecimiento eclesial, que durará hasta el 14 de diciembre.

Serán días de reflexión, durante los cuales los pastores se interrogarán, a la luz de la palabra de Dios, sobre el sentido profundo de los recientes acontecimientos del continente europeo y sobre las indicaciones que surgen de ellos para el compromiso de los cristianos en el futuro inmediato.

A los acontecimientos de ayer, precisamente durante estos días, se agregan otros que acrecientan los interrogantes y las preocupaciones. Nadie puede permanecer impasible ante la tumultuosa sucesión de acontecimientos que, aunque presentan perspectivas alentadoras, no carecen de aspectos gravemente negativos. Es necesario ponerse a la escucha de lo que el Espíritu quiere sugerir a la Iglesia en las circunstancias presentes, para prestar después un servicio responsable al designio divino de salvación.

Invito a todos los fieles a sostener con la oración el trabajo de los padres en el Sínodo, ya inminente, viviendo las próximas semanas en íntima comunión de fe con ellos. Sólo gracias a la oración, elevada a Dios desde toda la Iglesia, podrán decidirse iniciativas útiles para la nueva evangelización del continente.

3. También en el camino sinodal de la Iglesia, María es figura y ejemplo de quienes creen y saben meditar en su corazón los misterios de Dios y reflexionar sobre los acontecimientos de la historia.

Pidamos a la Virgen de la Anunciación, para que nos obtenga comprender a fondo los acontecimientos del momento actual, a fin de dar una contribución eficaz a la edificación de un futuro digno de las gloriosas tradiciones cristianas de Europa.



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