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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Sábado 26 de diciembre de 1992
Fiesta de san Esteban

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Se celebra hoy la fiesta de san Esteban, el primer mártir.

La página de la liturgia de hoy, tomada de los Hechos de los Apóstoles, nos lo presenta en los últimos instantes de su vida, mientras, agredido y bárbaramente apedreado, contempla los cielos abiertos y ofrece a los verdugos su perdón (cf. Hch 7, 54-60).

En el clima gozoso de Navidad esta conmemoración podría parecer fuera de lugar. La Navidad ¿no es acaso la fiesta de la vida? ¿No nos infunde sentimientos de serenidad y paz? ¿Por qué, entonces, turbar su encanto con el recuerdo de una violencia atroz?

En realidad, desde la perspectiva de la fe, la celebración de hoy está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad, pues en el martirio de Esteban el amor vence la violencia y la vida supera la muerte. La Iglesia ve en el sacrificio de los mártires su «nacimiento para el cielo». Celebramos hoy, por consiguiente, el «nacimiento» de Esteban, que casi brota del «nacimiento» de Cristo. Jesús transforma la muerte de los que lo aman en aurora de vida.

2. Pero este «nacimiento de sangre» conserva todo su dramatismo. En el martirio de Esteban se reproduce el mismo enfrentamiento entre el bien y el mal, entre el odio y el perdón, entre la mansedumbre y la violencia, que se realiza en la cruz de Cristo. La conmemoración del primer mártir nos revela, así, con gran oportunidad la exigente profundidad de la Navidad, relacionando Belén con el Calvario y recordándonos que la salvación divina implica necesariamente la lucha contra el pecado, y pasa ineludiblemente a través del misterio de la cruz.

Ésta es, precisamente, la ley de vida que propone Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mc 8, 34).

Que la Virgen santa nos alcance la gracia de vivir la Navidad como generoso acto de fe y como esfuerzo de conversión y testimonio, con el carácter radical que resplandece en san Esteban y en todos los mártires de la Iglesia.



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