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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

 Domingo 8 de enero de 1995

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con alegría escuchamos hoy, fiesta del Bautismo de Jesús, las palabras del evangelio: «Vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco"» (Lc 3, 22).

Es la voz del Padre celestial que confirma el cumplimiento de los anuncios proféticos del Redentor. En especial, resuena en nuestro corazón el mensaje del ángel a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti» (Lc 1, 35) y las palabras de los Magos, proclamadas en la solemnidad de la Epifanía: «Vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2, 2).

Ahora, después de haber revivido los misterios del nacimiento del Señor, nos sentimos impulsados a llevar al mundo la invitación a reconocer en Cristo al Emmanuel, al Dios con nosotros. La Iglesia comienza así a revivir, en el año que acaba de empezar, el misterio de la difusión del Evangelio: acoge la teofanía del Jordán y reemprende con Cristo su camino de testimonio.

2. Con esos sentimientos y con esos deseos he celebrado esta mañana en la capilla Sixtina el bautizo de algunos niños. El rito, concluido hace poco, quiere ser un signo para todos, pues se nos invita a meditar en el hecho de que Jesús nos ha dado la posibilidad de ser hijos de Dios: con el bautismo hemos nacido, en Él, «no de sangre, ni de deseo de hombre, sino de Dios» (Jn 1, 13).

Este sentimiento de fe es lo que me anima a emprender el próximo viaje pastoral en el curso del cual celebraremos en Manila, el domingo próximo, 15 de enero, la X Jornada mundial de la juventud. El itinerario de mi peregrinación implica varias etapas: en Port Moresby, para la beatificación de Peter To Bot y el encuentro con los obispos de Papúa Nueva Guinea; en Sydney, Australia, para la beatificación de la hermana Mary Mackillop; en Colombo, Sri Lanka, para la beatificación del p. José Vaz, misionero de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri.

Sin embargo el centro sigue siendo el encuentro con los jóvenes en Manila. Meditaremos juntos en las palabras del Resucitado: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Los jóvenes de todo el planeta, llamados por Cristo, están invitados a interrogarse con espíritu abierto y generoso acerca de su compromiso en favor de la nueva evangelización: están invitados a ser misioneros del Evangelio. Enviados por el Señor para continuar su misión.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, invoquemos la protección de la Virgen sobre este importante viaje. Oremos a la Estrella de la evangelización para que las comunidades eclesiales de Asia, especialmente interesadas en este encuentro, comprendan el papel que deben desempeñar en el camino de la evangelización y crezcan en el ferviente testimonio evangélico.



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